lunes, noviembre 03, 2008

Sin edad. Sin amor. Sin dinero. Sin ti y sin nada.




De pequeño juré no cometer pecado carnal hasta no cumplir con la edad apropiada. Cuando lo cometí, estoy seguro, no contaba con más del metro y medio de estatura. Ahora con edad suficiente para cometer excesos en la vida prefiero las caminatas por la tarde, los abrazos interminables y los besos dónde se entrega más que el alma. He olvidado el significado de un juramento y no prometo nada que no he de cumplir. Aunque, por contradictorio que parezca, juraré no jurar jamás.

La vergüenza, mas que la culpa, era el sentimiento que atormentaba mis días el verano que juré no cometer pecado carnal –menor dicho: no volver a cometerlo. La lluvia ya había cesado y yo regresaba a casa empapado no solo por el agua, por supuesto que no, bañaba a mi cuerpo un halo de suciedad. El primero había logrado, solo con su mirada, hacerme sentir un ser indigno; y por tanto desmerecedor de un hogar honorable. ¿Cómo vería a mi familia a los ojos? Sodomita era la palabra, que aunque desconocida entonces para mí, sentía llevar tatuada en la frente.

El pago por aquella sesión vouyerista fue un reloj al cual se le encendía la pantalla. La pantalla no fue lo único encendido por esos días, también lo fueron mi curiosidad y mis deseos por volverle a ver. Pasó tiempo antes de repetir el encuentro, cuando sucedió tomé la misma postura: de pie solamente observando mientras él se masturbaba. Sudé y el aroma que mi cuerpo expidió no era como aquel de mis tardes jugando, era un aroma peculiar, delatador. Apreté mis piernas como reflejo al miedo que estaba sintiendo. El pago fueron unos pesos y la promesa de no tocarme jamás. La cumplió.

A tan corta edad se entiende poco de la vida, sigo sin entender a decir verdad, de cualquier forma no volví a ser el mismo. Con mi curiosidad matándome cada noche del verano decidí buscar lo que mis instintos primarios demandaban. Vino un segundo nombre, fuerte a mis oídos y aun más a mis muslos. Sin penetración y con mal sexo oral entro a mi vida para asentarse por un buen tiempo. Después de esa primera vez, el segundo hombre debió esperar a que faltara a mi juramento para terminar lo que hasta hoy sigue inconcluso.

Nuevamente regresaba a casa avergonzado de mis actos, ni las albóndigas que a pesar de ser uno de mis platillos favoritos lograron tranquilizarme. Temeroso de ser castigado por mi conducta juré no cometerlo nunca más. Mis muslos temblaban yo no sé si de miedo o preguntándose cuando volverían a sentir lo que horas antes nos había hecho tan felices. Ya con otro año sumado a mi edad, pocos centímetros más a mi estatura, y mis primeros conflictos de conciencia social y religiosa, le busqué. Encontrándome frente a terreno desconocido hice lo que supuse correcto: encuentros ocasionales y enamorarme de quien no debía hacerlo. No por que no estuviera el segundo hombre disponible, llegó un tercero a mi vida.

Bisutería.




Recuerdo que mi primera intención al comenzar a escribir en un diario fue la de poder resolver algunos de mis tantos problemas existenciales. Todos provenientes de distintos conflictos: molares, emocionales, aceptación, autoestima, y otros tantos que se suman a una larga lista. Escribí todo lo que me causaba enojo, alegría, desamor e incluso repulsión. Dediqué varias páginas a eventos pasados que seguían lastimándome. No esperé poder superar algunos de mis temas pendientes como tampoco estaba en mis planes verme reflejado en mis propias letras. No pude seguir escribiendo, cada vez resulta ser más difícil expresarme y el miedo va en aumento, temo a no ser quien creo soy. Tanto o más como ser joyería de fantasía.

La noche anterior al día que nos mudaríamos decidí deshacerme del diario y todo lo escrito en él, aunque de momento me sentí aliviado al pasar de los días comencé a extrañar su olor, el amarillo de sus páginas y hasta las manchas que una que otra lagrima ocasionaron. Entonces fue que busque expresar todas y cada una de mis emociones, todo coincide con la creación de éste blog. Siempre he dicho que abrirme a los extraños me reconforta y me da una sensación de libertad.

No fue difícil escribir para que terceros lo leyeran, tampoco fue iniciar amistad con algunos. Lo difícil pasaba del otro lado del monitor, debajo de mi piel. El desnudarme frente a una maquina y contarme mis problemas a los extraños me desarrolló una adicción sumada a las otras que venia buscando tiempo atrás. En momentos parecía que mi vida tomaba una dirección para mi correcta. De pronto todo cae y me encuentro conmigo en un lugar donde me siento perdido. Un lugar para mi desconocido, no se si mejor o peor que el inicio de todo, simplemente desconocido.

He mentido a mis amigos al decirles que me encuentro bien, los extraño. Es una sensación que no puedo describir a la perfección pues no extraño su presencia física a mi lado, sus sonrisas o el amor que me expresaban. Extraño todo. Es complicado pues a pesar de que se escuchará egoísta extraño mucho la persona que solía ser al estar con ellos. Abanderado con la idea de ser quien pensaba ser en realidad me abandoné en una búsqueda de mis intereses y me perdí.

Me es difícil verme al espejo y no reclamarme a diario que me he convertido en una joya de fantasía. Temo acercarme a mi familia y amigos pues no se como pedir disculpas. Demasiado orgullo no me ha matado. En mis planes no se encontraba herir a tanta gente, se suponía buscaría solamente mi destino. Me niego a aceptar que lo que actualmente vivo sea el destino final. No quiero estar solo.

Es complejo, incluso para mí, tratar de entender todo lo que ahora vivo. Cuento con nuevas amistades pero sigo extrañando a los que por mucho tiempo me compartieron sus vidas. La idea de poner en primer lugar mis prioridades me sigue acompañando, igual que todos los conflictos que genera. ¿No entiendo porqué simplemente no puedo decidir vivir mi vida? Vivirla y no sufrirla como hasta ahora. Quisiera por fin levantarme un día y saber que todo va a estar bien.
Estoy cansado de no ser honesto conmigo mismo, de dar a los demás lo que de mi esperan o de ponerme una mascara para no creer ser juzgado. Hoy mas que nunca temo ser yo. No quiero mentir. Aceptarme tal cual soy. He creado una telaraña de mentiras. Me he refugiado en cuanto vicio puedo convertir en adicción, he matado mis ilusiones, dejado de lado mis intereses por pretender encajar en algo que ni siquiera disfruto. Evito a toda costa la soledad al grado de pagar con mi vida. ¿Y qué resulta? Que sigo sintiéndome igualmente vacío y engañando a los demás con el poco baño de oro que aun me queda. Reniego de no tener el valor para luchar por lo que para mi importa. Me escondo de todo y de todos. Huyo de cualquier oportunidad de felicidad. Es un vicio más que he adquirido.