sábado, marzo 25, 2017

Hoy, como desde hace semanas, amanecí con ganas de llorar. De culpar a todos por mis desgracias y mandar al amor al carajo.

Hoy, como desde hace meses, siento que estoy en un círculo de amargura del que no puedo salir.

Hoy, como muchos otros días, regresé a este espacio a tratar de encontrarme entre mis letras.


Hoy, como siempre, olvidé mi contraseña.

martes, septiembre 22, 2009

Del perdón al olvido; y otras batallas perdidas.

Después de algunas batallas perdidas por fin conozco el sabor de la victoria. Es amargo, sobre todo si viene acompañado del dolor, raspa en la garganta como un trago de mezcal; emborracha el ego y disfraza cualquier sentimiento de culpa. Así es como la siento.

Durante muchos días me dediqué a buscarle, y no menos noches le soñé, estuve consagrado a la idea de alguna tarde no verme rendido. Mala la hora en que me encapriché contigo. Nunca fuiste tan importante, siempre tan imprescindible y veme ahora: dependiente de ti.
No hice caso a las estrellas que anunciaban nuestro fatídico destino. Ignoré toda señal de desdicha, abandono o desesperación. Imité expresiones de felicidad y diluí los amargos sabores de la soledad en infusiones de falsos remedios para el amor.
Lo supe en principio y continué en batalla. Ésta vez ganaría, lo sabía. Mi intuición no pudo ser más acertada. Gané por primera vez (y no entiendo porqué me siento derrotado). Ahora me encuentro libre para enamorarme.

jueves, agosto 20, 2009

Diego



Enciende el televisor. Ya es hora de las noticias locales,-escuché decir a mi madre. El abuelo asintió con la cabeza y con esfuerzos llegó a la cómoda dónde se encontraba el televisor. La noticia de la deforestación del parquecito del barrio viejo disparó los niveles de audiencia. Nunca antes una noticia había interesado a tantas personas; ni siquiera los enfrentamientos entre la policía y la delincuencia organizada (al menos más organizada que los departamentos policiacos si lo es). Una cadena comercial negoció con el ayuntamiento ese terreno, un parque no deja dinero fue su excusa, y como la ciudad necesita recursos para obra social: nada mejor que esa venta. Además la reforestación y mantenimiento del parque son muy costosos, está en condiciones deplorables; y los pocos visitantes son solo un puñado de drogadictos o pordioseros que buscan ahí pasar la noche.


Asqueado de la misma nota durante las últimas semanas decidí salir a caminar. Revisé mi mochila y llamé a Tortuga. Fue lo que hice ese día. Tenía que escribir una autobiografía para mi nueva escuela. Aún recuerdo algunas de mis primeras notas.


Diego. Mi nombre es Diego, soy el menor de tres hermanos y este mi perro “Tortuga”. No, no es un perro-tortuga, es mi perro y se llama Tortuga. Le pusimos Tortuga por que cuando llegó a la casa estaba lesionado de una pata, lo que hacía su caminar lento; entonces le pusimos así porque era igual de lento que una tortuga. Antes tenía un pastor alemán que se llama “Tito”, pero es muy violento con la gente desconocida y mejor lo cambiamos por Tortuga. Me gusta pintar, aunque ya tengo mucho que no lo hago. Tengo doce años.


Para mil novecientos noventa y uno hubo un eclipse, ese verano cumplí once años. Igual que como con el eclipse la gente estuvo frente al televisor observando todo lo que pasaba, lo estuvieron también con arranque de la tala del parque. Sin embargo creo que lo sucedido en el segundo evento fue más sorprendente todavía. No lo esperaban. Como nunca esperamos los cambios en nuestras vidas. Todo cambia a veces tan rápido que no da tiempo de asimilarlo, provoca ansiedad y miedo.


Te digo que sí Tortuga. Mi abuelito me dijo que no observara el eclipse sin protección pues me quedaría ciego. Yo no le hice caso y ya ves, ja. Ahora no puedo ver los colores, ya no puedo pintar. Primero si tuve mucho miedo y lloraba, pero después ya no. Ahora también tengo poquito miedo, me gustaba la escuela anterior. Mi mamá dice que es por mi bien, que las cosas están muy peligrosas, que no podemos andar por la calle con tanta violencia. Pero yo tengo a ti para que me cuides.

Los enfrentamientos han comenzado a cobrar vidas de civiles, mi abuelo no puede estar más molesto y asustado a la vez. Clara, grita a mi madre, ya es muy tarde y éste muchacho no ha regresado. Se escuchan disparos. Cerca, demasiado cerca. Tortuga, mi perro, ha llegado solo a la casa. Entre ladridos y disparos la desesperación de mi madre va en aumento, sale a buscarme sin éxito. Nadie lo sabe aún pero he muerto. Mi cuerpo no será encontrado sino hasta hoy…


Siempre me gustó el parque, es un lugar lleno de muchos colores, mis primeros dibujos los hice aquí ¿sabías? No siempre fue tan triste, esto le paso por la gente mala que viene a enterrar a sus muertos aquí, están matando al parque también. Yo lo sé, aunque ya no veo si los escucho en la noche. Mira Tortuga, ¿Quiénes son ellos?...


Las manifestaciones en contra de la tala del parque acallaron los ruegos de mi madre en su afán de encontrarme. Los desaparecidos eran ya cosa común, contario a un panteón en el subsuelo de un parque.

lunes, julio 27, 2009

Miradas esquivas.

Todo lo que sucede últimamente en mi vida tiene relación con la muerte; pensamientos, frustraciones, rebeldía y deseos (desde los más puros hasta los que nacen de mi libido). Rencores, arrepentimientos, alegrías, desilusiones y nuevos amores, -todos mueren. Mi cuerpo es un cementerio. Ya han acudido a mí las plañideras, vaciado sus lágrimas, sembrado unos lirios y rezado por los restos de mi alma. Nada de lo anterior, jamás nunca, fue necesario de hacerse o cumplirse como profecía. Nunca nada fue verdad absoluta en mi vida, no, ni una mentira piadosa confesada en secreto.

Un olor a putrefacción me persigue, aunque yo me escondo entre aromas robados de fragancias contenidas en pequeños envases con nombres de personajes conocidos por la televisión que me encuentro en el basurero, me es imposible no encontrarle a la vuelta de la esquina. Ya lo he intentado burlar vistiendo nuevas ropas, cambiando mi andar e inclusive la mirada en mis ojos. Solo la muerte es segura, susurran los fantasmas de mis recuerdos. La idea de la reencarnación ahora resulta reconfortante. Leí sobre el ave y un monje dice en su libro que todos lo somos una de esas, un ave fénix. De principio me causó risa, pues creí haber leído “feliz”.

Las pérdidas no siempre significan lo que la palabra en sí sugiere, también se gana perdiendo. No es lo que pierdo, es lo que me ahorro comentaba el abuelo. Así que la muerte bajo ese supuesto no siempre significa un desapego, un dejar de existir, una limitación al ser, el final de una emoción o sentimiento, si el ave fénix (mitológicamente) es capaz de resurgir de sus cenizas porqué no lo hemos de hacer nosotros en éste plano.

Estoy cansado, llevo tres semanas caminando sin rumbo, recordando amistades perdidas, alegrías y lagrimas de un pasado fracturado. Nunca estuve tan confundido, ni siquiera el día que escogí a la calle por hogar o el día que él me dijo que me quería y sin embargo al mismo tiempo amenazaba de muerte a mis ilusiones. ¿Por qué la gente no sabe querer?, ¿será que les falta cerebro?, yo creo que el corazón es un musculo tan simple al final que no es que el que nos da la capacidad de querer a los demás, te lo quitan y te mueres. Pero si amas de verdad puedes vivir para siempre, con o sin corazón. El señor que le dicen “el borrado” tiene un marcapasos, sí, es un aparato que le ayuda a su corazón; eso quiere decir que ya no le funciona o está muerto, y él sigue queriendo a su familia. Yo no entiendo. Pero sé muy adentro que un día entendí. No lo sabía todo, es lo que ahora sé, pero entendía que no se muere cuando de amor de trata.


Me pregunto si toda ésta gente que me lanza miradas esquivas se hará las mismas preguntas que yo, desearán recobrar a sus viejos amigos, familia y amores olvidados, y si la necesidad del perdón les roba el sueño como a mí. Al final quién soy yo, un simple limosnero. No siempre fue así, y no lo será para siempre. Estoy muriendo, lo siento ya cercano. El olor a muerte cada día está más presente, y no es culpa de los años que llevo peleado con el baño. Lo sé porque mi corazón se está recuperando, eso lo decía el libro del monje, del cual olvidé su nombre, pero en una frase resumía lo que ahora siento: “una luz que proviene del fondo de un rio revuelto calmará las aguas”.


Pobres mujeres, espero les haya servido la paga por sus lágrimas, no las merezco. Agradezco su intención, es el primer gesto fuera de falsedad que recibo sin importar haber pagado por ello. Sigo invisible a los demás, soy dueño de sus miradas esquivas. Tienen miedo a verme, a reconocerse en mí. No me provocan lástima, ni compasión. Deambularé por el mundo como antes lo he hecho, estoy vivo y voy a celebrarlo. Tal vez mañana me preocupe por recuperar lo perdido.



Y si no… no importa. Siempre queda la esperanza de ser visto.

jueves, junio 18, 2009

Música romántica para dormir cocodrilos.


Si quisiera despojarme de algunos recuerdos juro que no serían los construidos contigo, me dijo la tarde que se fue a buscar nuevas experiencias. Le agradecí su comentario en silencio y me encaminé a la salida de la estación de autobuses. Camino a casa pensé en ello, ¿es tan importante dejar huella en las personas?, ¿por qué nos duele tanto ser olvidados?, ¿acaso valemos por el recuerdo que los demás tienen de nosotros?


Confieso que mis preocupaciones actuales son evitar un futuro solo, que deseo encontrar una pareja con quien compartir mis palomitas de maíz, tomar de su rebanada de pastel y una que otra mañana culparlo de mi fastidio; y aún así seguirle amando. También, debo confesar que, me preocupa mi peso, las huellas de la edad en mi piel, los cabellos blancos de mi cabeza y no conocer las canciones de los “nuevos ídolos pop”, así como que siempre pongo atención a la superficialidad del ambiente homosexual (aunque no lo es en todos los casos) y trato de oponerme a las ideas del sexo en la primera cita, las relaciones “free”, las conversaciones sobre lo último en moda, y tejer la telaraña de quien ya se acostó con quien. Me defino como un chico ultra-conservador, chapado a la antigua y con más miedo que todos los protagonistas de SAW juntos, ya sé que el origen del miedo es distinto, pero miedo al final si lo medimos como emoción.


¿Entonces, de dónde viene éste nuevo cuestionamiento? Posiblemente ya me lo haya preguntado antes y el miedo a la respuesta me hizo olvidarlo o guardarlo en el “archivo muerto” de mi memoria, no lo sé. Sabemos que las relaciones son complejas, no es una teoría en la que yo pueda innovar, ni me interesa hacerlo, mi inquietud no radica en la complejidad de estas relaciones sino en el recuerdo final que dejamos en las personas. No soy del tipo que pregunta a sus amistades como es que le perciben, o qué clase de persona creen que soy pues además de que seré juzgado con subjetividad no quiero saberlo. No, no hasta ahora. Y ni siquiera quiero obtener un perfil psicológico- criminalístico, lo que quisiera saber es si al menos hay una huella de mi en ellos. Si los amigos que creo haber perdido aún siguen ahí.


Hace tiempo leí un artículo en el periódico que mencionaba una granja de cocodrilos dónde su dueño les ponía melodías románticas para calmarlos y evitar enfrentamientos, de esa manera lograr que la piel no se dañara por tanto serían vendidos a un mejor precio a los fabricantes de accesorios. Me viene a la mente ésta nota pues tiene relación directa con mis cuestionamientos actuales, creo que los seres humanos estamos dedicando mucho tiempo a nuestra imagen personal pero de modo equivocado, gastamos miles de pesos en productos que nos hagan ver más jóvenes y bellos, la perfección estética es nuestra batalla diaria, ¿con cuál fin? ¿Terminar en una vitrina como un accesorio a la venta? ¿Y con rebaja?. Si comparo las relaciones humanas con lo que el granjero hace para mantener intacta la piel de los cocodrilos ¿qué música sería la que debemos escuchar? Y regresando un poco, ¿Cuál es la imagen que queremos dar? ¿Cómo queremos ser recordados? ¿Cómo un accesorio fuera de moda?


¿Estamos escuchando las melodías equivocadas? Me pregunto si podremos lograr una paz interior que se refleje en nuestro exterior sin la necedad de recurrir a cremas antiarrugas. O mejor, ¿dejará de preocuparnos nuestra imagen exterior algún día? Mientras llega alguna respuesta disfrutaré de escuchar cada día nueva música. No pierdo las esperanzas de que en un corrido encuentre el amor, o en un vals recupere la respiración mi agitado corazón.


Sigo preocupado, con miedo. Me gustaría mucho que las personas me recordaran por lo que hay dentro de mí, que se dieran el tiempo suficiente para conocerme, a pesar de estar consciente que es casi imposible lo que pido, es el “casi” lo que me hace seguir adelante y pedir nuevas oportunidades. No debería molestarme la superficialidad de nuestra sociedad puesto que encajo perfectamente en ella, me preocupa el trasfondo que en ocasiones esconde: la mediocridad de los seres humanos. Insisto, no quiero ser un “wey” mas, no, claro que no, yo quiero ser “el wey”. Que mis amigos hablen de mí a sus nietos, mi familia esté orgullosa y me presuma. Y de paso, si no es mucho pedir, que el día de mi muerte el amor de mi vida (entiéndase toda la vida) sostenga mi mano.

martes, abril 21, 2009

De Mayor..

¿Alguna vez has tratado de correr hasta que tus energías se hayan agotado y solamente te quede la respiración exaltada, entonces llegue un huracán y se la lleve? Hoy fui el huracán.
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Los seres humanos somos un cúmulo de ideas que transitan en todas direcciones, y como consecuencia directa de todos estos choques deberíamos ser más tolerantes y nuestra capacidad de adaptación al constante cambio un requisito obligado en el currículo de cada uno de nosotros, ¿entonces porqué la intransigencia sigue aquejando a nuestra sociedad?. Escuché todo lo anterior sin pestañear en lo más mínimo, sabía que él tenía razón, de hecho toda la razón, pero ese tema no me merecía interés, tuve otras prioridades antes que preocuparme por un par de vecinos racistas, homofóbicos o fanáticos de cualquier culto. Deberíamos ir al antro hoy, sugerí, noté su reacción molesta por mi desinterés, en respuesta lo abracé. Nadie que limite la libertad de ser quien eres debe ser escuchado, cualquiera que sean sus motivos; sentencié y di señal de que el tema había terminado, al menos para mí.
Llegamos al bar tan puntuales como siempre y estuvimos bailando ubicados en el lugar acostumbrado: cerca de la barra, lejos del baño y en centro de la pista. Lo mejor de la noche sería que nos encontraríamos con un viejo amigo, ex pareja, nos divertiríamos hasta salido el sol y quizás si la suerte nos acompañase tendríamos sexo con algún desconocido; todo según lo acordado. El viejo amigo aviso con un mensaje de texto que no podría acompañarnos, el hecho no bajaría nuestros ánimos aunque no fue así a pesar de mis intentos. A él le seguía inquietando sobremanera el tema de la intolerancia, habló de un artículo que leyó en el periódico días antes. Es imposible creer que en la actualidad existan personas tan cegadas, con eso inicio su comentario para terminarlo así: pero confió que pronto cambie la imagen que tienen de nosotros, pues no somos malos ¿verdad?
Dudé en mi respuesta, decidí no contestar y disimulé saludando a un conocido. Insistió en que le diera una respuesta, salimos a conversar al patio para evitar el bullicio del lugar. Sí, si somos malos le dije, pero no tiene nada que ver con nuestra preferencia sexual puntualicé. ¿Todos tenemos el libre albedrío no? Pues simplemente algunos vemos el lado obscuro más atractivo, y eso no discrimina a heterosexuales, -ja. Reí y aproveche para intercambiar miradas con un extraño.

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En ocasiones me imagino bailando abrazado a él, dejo que guie mis pasos, le cuento sobre mis planes juntos, de los viajes que nos faltan por hacer y lo mucho que lo extrañé mientras aparecía en mi vida, él, el indicado.

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Un sentimiento de tristeza invadía sus ojos mientras daba respuesta a sus preguntas, entendí de inmediato lo que sentía. La empatía no era un casualidad, desde hace tiempo que vengo sintiéndome de esa manera. Preguntándome si acaso existe “el indicado” o si algún nuestros caminos habrán de cruzarse. El no lo sabe, pero no tengo respuestas a sus preguntas, no las que me gustaría decirle y escuchar a la vez. Solamente lo que creo, siento y pienso. Que no somos raros, enfermos o malas personas. Que nuestra decisión de llevar una vida diferente a la mayoría no nos aleja de la “normalidad”, pues, ¿quién es normal al final del día?, pero también dudo y me siento solo. El miedo me carcome por dentro y cuando quiero gritar enmudece mis labios. Me encuentro en la mañanas, muchas de ellas triste, y otras tantas con una afán de huir a un mundo nuevo.

Callé por unos minutos mientras trataba de explicarme a mí mismo, que el hecho de no tener pareja venía molestando ya de tiempo atrás pero que en realidad no era ese mi problema, antes debía resolver otros asuntos. Venía escondiéndome durante un largo tiempo hasta de mi, entonces mi reciente “salida del closet”, me tenía inquieto, una pareja no llega así como así, y yo debía centrarme en conocerme, aceptarme como homosexual y dejar de ser intolerante conmigo. El primer homofóbico que me he topado en el camino he sido yo. Mientras eso no cambie no tendré avances en mi vida. Respiré profundo y le dije: en adelante camino solo.
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¿Has despertado con la conciencia de que algo que no puedes explicar sucedió la noche anterior, pero tu única prueba de ello son tus emociones?

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Hace tiempo que acepté ser su amigo, y ahora trato de convencerme que terminar con su amistad es lo mejor para mí, y ya lo extraño. Él hacia los días llevaderos y menos solitarias las noches. No ha pasado la primera noche y siento que un hueco el lado izquierdo del pecho va disminuyéndose. Es una rara sensación de confort y tristeza.
Mis ojos brillan, lo sé por el espejo que tengo enfrente me ha regalado su destello, le pregunto que si lo ha visto, no me responde pues se ha ido. Se pierde entre todos, busca un nuevo compañero, un pinchazo en mi estómago me advierte los celos que estoy sintiendo pero luego se van y los sustituye el aleteo de miles de mariposas. Regreso la mirada al espejo, me noto apacible, pienso que nuestra amistad posiblemente no haya terminado. Él necesita más de mí, pero yo no quiero necesitarme más a él, me niego.
Me divierte verle coquetear a los menores y ser rechazado por lo que ya se han aceptado…

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¿Cuánto tiempo se puede ser amigo del miedo?

jueves, febrero 26, 2009

¿Me vas a amar después de que amanezca?

Aún es tiempo y yo quiero confesarte un par de cosas, antes de que juremos amarnos y decidamos venderle las ilusiones a un falso corazón. Seguramente tu opinión cambiará y por eso mismo es que quiero descubrirte la verdad. Pediste que fuera honesto, hablaste del cómo te molestaba la hipocresía y la no aceptación. Pues bien, lo haré, te daré un gusto y me lo daré yo también. Quizá después de hacerlo me sienta mejor, o no, pero no es lo que me preocupa; aunque debo decirte que confesarme ante ti no me causa apuro alguno. No hay nada malo en ello, ni nada malo en lo que voy a decirte. Entiendo que un extraño venga y te diga, lo que de mi vas a escuchar, no es un evento cotidiano y no se compra por paquetes o se lleva como una materia obligada en la matricula escolar. No es algo que se comprenda de inmediato, incluso pudiera sonar absurdo en situaciones como la nuestra, tu acabas de conocerme y yo ni siquiera puedo verte a los ojos. Tu calma me inquieta, mi nerviosismo te excita y no hay punto medio entre nosotros. ¿Sabes? Estoy seguro que hay quien ha pasado por lo que nosotros estamos viviendo: un par de extraños tratando de comunicarse mientras tratan de hacer el amor en una insulsa sesión de sexo. Lo que quiero decirte es que mientras entramos y salimos de nuestros cuerpos he abandonado ésta habitación para refugiarme en los brazos de otros extraños. Ésos que me hacen recordar que no debería estar contigo. En mi mente está divagando el recuerdo de relaciones más placenteras, no meramente sexuales, busco la aprobación de mi corazón para experimentar un poco de placer, no lo encuentro. (Entre tanto y tanto una idea seduce a mi cabeza) ¿Quizás soy un suicida?, (y rio a mis adentros) No quiero que te des cuéntalo que estoy pensando. (La idea sigue, y construyo mis argumentos de defensa.) Quizás si lo soy, pues no entiendo cómo los seres humanos vamos matándonos poco a poco, esto no es lo que quiero, puedo quererte a ti pero tus frases menos que cachondas y mas grotescas me desconcentran. Ahora te odio, rectifico lo dicho, es más el odio por lo que estoy haciendo, estoy seguro que no siento odio pues es mas como una frustración, una muerte lenta. ¿Es posible que los seres humanos vayamos muriendo con tan lentitud sin darnos cuenta?, quisiera no creerlo. Haz terminado. No hables, no me hagas hablar. Hay algo que no te he confesado…

- ¿Estás bien? La he pasado muy bien contigo, pero tú estás muy pensativo. Como ausente.
- Sí. Quiero contarte en que he estado pensando, pero antes quiero preguntarte algo…