martes, octubre 30, 2007

Sabiduría popular.



Yo: ¿Qué me voy a morir de tanto quererte?, que así sea…

…y te juro que aún después de muerto, si hay mas vida, te seguiré queriendo.


Ellos: ¡Ya estamos muertos, compadre!…


Todos: Ja, ja, ja.



[Todo pasa, y como dijo Insomnio en su blog: “De esta me levanto, a huevo.”]
Aprovechando el post para comenzar a celebrar Día de Muertos.

Tráfico e ideas.

Tarde de lunes, manejo por las calles de una ciudad que me parece desconocida; el ruido generado por el tráfico y las conversaciones de desconocidos se confunden con la canción tocada en el reproductor de discos del auto y juntos forman una única melodía. Siento las notas, son tristes, reflejan melancolía, desamor: mismas emociones que yo siento. Mis ojos se pierden en el gris del asfalto, copian su color, y como nubes que a punto de llover contienen las primeras gotas, éstos aguantan las primeras lágrimas de un llanto innecesario. La frase leída por la mañana, durante el desayuno, en un periódico local viene a mi memoria, “Leo: decepción de esa personita, recuerda que has sido tú quien la ha idealizado. Pronto llegará ese ser especial.”, una forzada sonrisa disfraza lo que debería ser una expresión de pesadumbre.

Los pendientes laborales, los quehaceres del hogar, los pagos por realizar, las llamadas a los amigos, el disfraz para celebrar día de muertos, el libro sin leer, el disco por comprar, la película por ver, la canción escuchada por la mañana, las noticias leídas, la sección de horóscopos…

Todas las ideas, todos los pendientes, lo olvidado; todo brota en mi memoria como un torbellino, se acompañan también de las ganas de olvidar, de dormir sin soñar, de amar. Todo es confusión y contradicción en mi cabeza. De pronto recuerdo que llevo en el bolsillo de mi chamarra una receta medica: ansiolíticos.

Días antes, que digo días, semanas antes de conocerle, los trastornos de sueño se habían ya convertido en fieles compañeros, así que visité al medico para que me prescribiera un medicamento que no pretendía tomar. No soy muy dado a consumir pastillas, les temo igual o más que a las inyecciones, y como además tengo la mala costumbre de investigar sus efectos colaterales, pues lo hago aun más complicado. Los ansiolíticos pueden causar adicción, según mi consulta en Internet, esa fue la causa para que decidiera no tomarlos. Solo quería dormir, no había nada que olvidar al contrario, y ese objetivo lo conseguí alejándome unos días del trabajo y el ajetreo de la ciudad, después regresé a mi rutina y el tema del mal dormir quedó atrás.

La idea de comprar los ansiolíticos resultaba muy atractiva ahora, la semana comenzaba y la noche anterior no concilié el sueño. La sensación de abandono clavada en mi pecho era mayor que mis intentos por dormir, y por otro lado mis ganas de dormir se veían disminuidas por el miedo a soñarle, a extrañarle también en ése estado que debiera ser de reposo. Decliné tal idea y continué conduciendo por una de las calles principales.

Mientras conducía con el torbellino en mi cabeza disminuyendo intensidad, mis ojos ya secos y un nuevo “CD” en el reproductor, un pensamiento* sobresalió del resto, fue como si de repente hubiese sido iluminado, el presente gozaba de una claridad jamás antes vista, esa idea cambió incluso mi estado de ánimo. Reí y giré el volante para tomar orientación hacia mi departamento. No compraría ninguna clase de pastillas pensé en el trayecto, ¿qué importaba haberme ilusionado?, si fue así, fue por que yo lo quise; para bien o para mal. Tenia razón el periódico: yo me ilusioné, pues bien, ni modo. Lo he hecho infinidad de veces, muy cierto y posiblemente es una locura. Pero ya no debía afectarme más…

*El pensamiento: “Ya lo sé. No entiendo de razones, ¿y qué esperaban?, si ya la he perdido”.

lunes, octubre 29, 2007

Negación

¿Por qué no es fácil negar el vacío en mi pecho?
¿Por qué no puedo olvidar que te invente?
¿Por qué me duele haber inventado el amor?
¿Por qué ahora la soledad cala en los huesos mucho mas que ayer?


No tengo respuestas, solo la negación.




Negar que esa noche te invente perfecto y por la mañana te soñé mío.
Negar que en la semana me negué a quererte.
Negar que mientras más negaba a mi corazón el derecho de quererte mas te quería.
Negar que esperé fueras quien me ayudara a no negarme a sentir.
Negarme a reconocer que fui yo quien te invento.
Negarme a aceptar que tú no fallaste, que fui yo quien en un arranque te adoro.
Negarme a aceptar que desde hace tiempo te siento en cuerpos de extraños, te veo en miradas esquivas, te amo en corazones ajenos.
Niego que un día de soledad hiriente inventé el amor



[Niego ser yo quien escribió lo anterior, un tanto o más como niego que aun me duele haber soñado tanto. Haber perdido un pedazo de mí por la necesidad de compartirlo…]

martes, octubre 23, 2007

El tragafuegos.

- Es un acto espectacular, ¿no crees?
- ¿Qué?
- El tragafuegos, míralo. Es increíble, no requiere más que líquido flamable para hacer un buen espectáculo...
- ¿Así te parece?...
- ¿No lo ves?
- Es sólo un vago…



El semáforo cambia a verde, la calle parece estar desierta, ya son más de las diez de la noche y van camino a casa. Él se mantiene en silencio, no estuvo de acuerdo con lo dicho por Aquel; por otro lado Aquel disimula su enfado con una sonrisa forzada pues lleva días molesto con Él. Vuelven a estar frente a un semáforo, el último antes de llegar a casa, la situación es la misma: ellos en silencio, las luces rojas del semáforo y un tragafuegos en pleno acto. Él fija su mirada nuevamente en el tragafuegos y ahora no hace ningún comentario, piensa para si: “¿cómo será la vida de un tragafuegos?, mejor que la mía supongo. Ya estoy cansado, Aquel no me entiende y seguro lo nuestro es tema terminado. Nunca pedí hiciera promesas que no pretendía cumplir. Si pedí algo fue compañía, aceptación. Se lo dije el día que nos conocimos, quiero al que en mis días mas oscuros aun esté a mi lado; solo quería una persona que me quisiera por como soy, bueno y malo. Era algo sencillo. ¿O será que las cosas sencillas son mas difíciles de darlas?, si pudiera cambiaria mi vida por la del tragafuegos”.

El cambio de luces le concede el avance, distraído por la mirada penetrante y transparente en el rostro del tragafuegos no percibe que un automóvil viene a toda velocidad. El impacto de los autos provoca la muerte inmediata a los pasajeros de ambos vehículos. Acuden a la escena las ambulancias y bomberos, Él se da cuenta de que suben los cuerpos que se encontraban en los autos pero ninguno es el suyo. Siente un escalofrío acompañado por el empujón de un bombero. Los autos a punto estallar debido al derrame del líquido flamable del tragafuegos. Él, despacio, se acerca a la ambulancia y puede ver un cuerpo usando sus ropas, el rostro le es familiar. Es el rostro del tragafuegos.

jueves, octubre 18, 2007

Intermedio 3.1 / [...el, ...la]

- ¿Lo recuerdas?
- Si.
- ¿De verdad?...
- Sí, ¿Porqué habría de mentirte?...
- Te creo…
- Anda, camina que debemos llegar…
- ¿Falta mucho?
- No.
- ¿Y si ya no está?...
- No ha pasado mucho tiempo…
- ¿Qué harás?...
- Borrarlo, al igual que quiero borrarte a ti de mi memoria…


[…el tiempo]



- ¿Lograste borrarme?
- No pude, es extraño…muy extraño. No sé quien eres, no te distingo en la oscuridad y a veces pienso que ni siquiera te he conocido. ¿Cómo borras lo que no ha existido?...

[…el vacío, la necedad, la necesidad]




- Sigo aquí, contigo…
- Lo sé…

[…mi cómplice, la soledad]

martes, octubre 16, 2007

Intermedio 3.0 / Aves Rojas

Aves rojas
bebieron mis lágrimas,
se embriagaron con el sabor
salado y amargo del dolor.

Volaron alto
celebrando,
riendo,
burlándose.

Mis ojos secos,
ya no hay nada que beber.
Abren mi pecho
y comen de mí.

Las aves rojas
ahora vuelan,
copulan,
mueren.

Del nido hecho
en mi pecho,
brotan aves;
aves de muchos colores.

viernes, octubre 12, 2007

APUNTES (DE UNA VIDA) EN KOMA.

Coma/Despertar. Año 2007.

Es un día lluvioso y yo me encuentro postrado en una cama de hospital, rodeado de algunos miembros de mi familia y un grupo de médicos. Logro escuchar a uno de los médicos diciendo que mi caso es un milagro, que debería estar muerto. En su afán de mostrarse como un excelente médico comenta a mi familia que no se explica como pude estar tanto tiempo en coma, diez años para ser exactos, debí haber muerto el día en que ingrese al hospital, según él, pues además del alto grado de intoxicación por antidepresivos y el alcohol ingerido, mi estado físico no era el más adecuado, pues presentaba un cuadro nada alentador, tenia heridas múltiples en mi cuerpo y por tanto en mi estado sería mas difícil la recuperación.

La explicación médica comenzaba a ser muy cruda, mi familia se escuchaba ya alterada, así que mi hermano le pidió siguiera con su explicación después y por favor saliera de la habitación ya que ellos querían estar a solas conmigo. Mientras, yo escuchaba sin atención la lluvia a través de la ventana, para mi el tiempo que mencionaban estuve en coma no me parecía tan largo y no daba crédito a lo que escuchaba, yo despertaba de un sueño de una sola noche, la anterior; cerré mis ojos con mas fuerza, si yo tenia razón estaba en aprietos y no planeaba enfrentar a mi familia en esos momentos, no quería contarles lo sucedido.

Aunado al temor de enfrentar a mi familia, tenia el de verme al espejo, ver mi cuerpo viejo y acabado después de tanto tiempo. Yo me recordaba un ser afortunado, poseedor de especial belleza a pesar de los cambios en mi cuerpo, y lo sucedido la noche en que llegué al hospital no era una situación que me enorgulleciera. El ruido de la lluvia fue más intenso, mi madre advirtió a mi hermano del peligro de manejar con ese clima en carretera, éste contesto que quizá deberían regresar al siguiente día y dejarme descansar, decidieron esperar en la cafetería del hospital a que cesara la lluvia un poco y marcharse. Me sentí aliviado con lo escuchado. Ahora tenia tiempo suficiente para inventar una historia diferente y convincente sobre lo que pasó aquella noche y evitar la cárcel, así lo haría…

Aquel día…

Aquel día, aquella nefasta noche. La noche en que lo maté, perdí la cordura, fui pasional y solo me preocupé por vengarme. A la mañana siguiente desperté en el hospital y mi escenario había empeorado más. Ahora era un asesino y correspondía afrontar mis actos. A pesar de tal escenario me sentía satisfecho, el imbécil con seguridad se encontraba seis metros bajo tierra e indudablemente sufriendo igual o mas que yo. No importaba nada, el fin justifica los medios, me dije.

Habían pasado algunos días después de que me dejó, y su ropa, libros, discos y muchas otras cosas permanecían en el departamento que compartíamos. Me aviso muy atento el cabrón que pasaría a recogerlas y quería saber si estaría ahí pues no encontrase conmigo y tener una discusión más sin sentido. Le mentí diciendo que no estaría, que iría a donde unos amigos y que podría pasar sin ningún temor. Que yo ya lo había dejado atrás y entendido que lo nuestro se acabó. No podría haberse terminado jamás, yo estaba enfurecido, lleno de odio. Había dado en esa relación y el papel de perdedor nunca me gustó.

Esa noche me vestí con mis mejores ropas, use el perfume que tanto le gustaba, encendí unas velas en la sala y la recamara, puse en el reproductor de discos a Chavela Vargas, Paloma Negra era su canción favorita. Enfrié una botella de vino tinto y decore la mesa del comedor como si tuviera cena para dos. Saqué una botella de tequila y me bebí un trago, necesitaba valor. Esperé pocos minutos y de pronto escuché que apagaron el motor de un auto, me asomé por la ventana y confirmé que era él, afortunadamente venía solo.

Toco a la puerta, antes de abrir encendí el reproductor y puse como fondo, del acto que estaba a punto de cometer, la canción de Paloma Negra; no le daría tiempo de explicaciones, dispararía de inmediato. Pondría su cuerpo recostado en su sofá preferido y me bebería el tequila, el tinto y unas cuantas pastillas. Moriríamos juntos como debía ser, como lo prometió en los tiempos de su falso amor.

Al abrir la puerta notó mi nerviosismo y se dio cuenta que tenía una pistola en mi mano. Me empujó, forcejeamos, por unos momentos no supimos que pasó con la pistola y peleamos a puños. Me golpeó muy fuerte, brutalmente, me insultó, tomó la pistola y me amenazó de muerte, reí a eso, quería morirme. No disparó, con su indiferencia hizo que mi odio creciera y como pude tomé un cuchillo de la mesa, corrí hacia él y el cuchillo terminó en su abdomen, murió en mis manos. Escuché con frialdad el disco completo, bebí el tequila, el vino, tome las pastillas…

¡No soy tu puta!

No soportaba verme al espejo, él había hecho un monstruo de mí, la imagen que suplantaba la de un hombre joven era la de una mujer maltratada, humillada. Qué digo mujer, ni siquiera a eso llegaba. Odiaba en lo que me había convertido y más le odiaba a él. Ya ni siquiera me tocaba, en su mirada solo veía repulsión hacia mi, en ocasiones decía que seguía siendo bella, ni siquiera bello, le daba miedo mencionar que alguna vez fui hombre. Que fui su hombre y fornicamos como tales.

Cuando aún conservaba mis caracteres masculinos era mas frecuente el sexo entre nosotros, gozábamos los dos con nuestros miembros, no hubo problemas en la alcoba si no hasta que entró a trabajar a ese estúpido lugar. En ese burdel estuvo mas en contacto con las mujeres, al principio no me afectó en lo absoluto, ni siquiera sentía celos, yo estaba seguro de su homosexualidad y pensar que tratara de tener relaciones con una prostituta me provocaba risa. No había un ser mas gay que él, eso me decía yo mismo. Pero, el pero de la vida, no siempre es lo que vemos, las personas nos tienen reservadas excelentes sorpresas.

Un día llego con cierta novedad, es información de una clínica donde te cambiaban el sexo, me dijo. Me burlé de él, no creí que estar tanto entre mujeres te convenciera de querer ser una, le dije en tono sarcástico. No es para mí, es para ti amor. Esa frase quitó toda sonrisa de mi rostro, esa noche discutimos sin llegar a ningún acuerdo. Habló del bien que le haría a lo nuestro, que él tenía algunos ahorros, repitió al cansancio su devoción y amor por mí, era una prueba, una mas, de mi amor por él.

No recuerdo como fue que me convenció pero al paso de los días yo tenía programada una operación para cambiar de sexo. Maldita la hora en que acepté y maldita la hora en que nos conocimos. Poco tiempo pasó y me vi en el espejo, abandonado, con un cuerpo que resultaba una imitación barata, una ofensa a las mujeres. Cambié para que el imbécil terminara por dejarme, por decirme que siguiera sin él, que encontraría al indicado, que no lo acosara más. Me cambió por otra puta. Se sintió machito y me dejó, que absurda es la vida. El regresaría a mi, eso era innegable, pero yo no sería más su puta. En efecto, me busco, mas no para regresar, le importaba recuperar sus pertenecías. Accedí a su visita al departamento compartido, lloré, planeé vengarme, me dije: ¡No soy tu puta!…

Noches sin dormir.

A nuestro primer encuentro le siguieron varios mas, varias noches las pasé sin dormir, contemplándolo, amándolo. Para ese entonces yo mismo ya me había convencido de que las historias de amor efectivamente si tienen finales felices. La mía tenía ya uno por escribirse. La relación fue perfecta, dos amantes viviendo un idilio amoroso, tardes de café y libros mal leídos, noches de pasión, días enteros pensándolo, poemas robados y dedicados junto con flores. Y una desesperante espera para el siguiente paso.

Después de un tiempo llegó el día, el gran día, me habló para decirme que me vistiera elegante y usara el perfume que me regaló en nuestro primer “San Valentín”. Mis sospechas seguro resultarían ciertas y en horas yo me hallaría frente a la proposición de vivir juntos. Así fue, en una atmósfera llena de romanticismo, su departamento decorado con velas aromáticas, una mesa puesta para dos, el disco de Chavela Vargas tocado por su reproductor de discos, el amor reflejado en sus ojos, mis piernas temblando, las manos me sudaron, el corazón agitado de emoción y al son de Paloma Negra me pidió me mudara a vivir con él, acepté de inmediato. No hacia falta ir por mis cosas el me regalaría nuevas prendas y cualquier cosa que necesitara.

Estando viviendo juntos poco nos duró el gusto y al pasar de los días no resultó lo planeado. Fue despedido de su trabajo, él hacia la predicción de los horóscopos en un programa de radio, y no sabía hacer nada más. Yo seguía estudiando, tuve que dejar la escuela y ayudar en la casa. Trabajé de cajero en un centro comercial y él de seguridad. El gerente de dio cuenta de nuestra relación y lo despidió. Las relaciones entre el personal no son bien vistas en empresas corporativas, esa fue la causa del despido. Un amigo le consiguió poco después un trabajo como seguridad en un burdel…

Cuando conocí el amor.

La historias de amor nunca tienen finales felices, eso le dije el día en que lo conocí. Él aseguro lo contrario, incluso apostó a que él podría darme un final feliz. Conversamos durante tres horas sentados frente a la barra de un bar gay, él siendo mayor que yo dirigía la conversación, se notaba su experiencia en el tema y por mi actitud pudo bien darse de que aún era virgen y no solo en las relaciones personales estrechas (noviazgos) sino que también sexualmente. Mencionó que alguna vez se dedicó a leer las cartas, que incluso podría leerme la mano si lo deseaba, yo temeroso le contesté que no creía en eso pero que respetaba sus ideas. Me convenció de dejarme leer la mano, no hicieron falta muchos argumentos, mi gran curiosidad fue la que me hizo aceptar.

“Tu línea de la vida es muy corta, posiblemente sufras algún accidente; tienes dividida la línea del amor, eso quiere decir que encontraras al amor de tu vida, serán separados por algunos malentendidos pero terminarán juntos, morirán juntos. Mira, la línea del éxito en cambio es muy larga, serás rico, eso es seguro y…”

Creí todas y cada una de sus palabras, mucho más que los mandamientos que escuchaba todos los domingos en la iglesia. Había algo en su mirada que no me hacia desconfiar, posiblemente la firmeza en sus ojos o la seguridad con la que dijo todas esas frases. No importaba. Yo me estaba enamorando. Lo escuche hablar de su vida, su familia, su trabajo, amigos, y él me escucho hablar de lo mismo. El bar estaba por cerrar y surgió la invitación a su habitación, no era de la ciudad al igual que yo, y acepté acompañarlo. Ese fin de semana había mentido a mis padres y dicho que tenía mucha tarea pendiente que no podía irme el viernes como siempre sino hasta el sábado. Como en la terapia con el psiquiatra me estaba yendo bien, aceptaron y me creyeron. En la conversación en el taxi camino al hotel nos dimos cuenta que nuestros lugares de origen estaban a solo minutos de distancia, hicimos cita para la siguiente noche pero nos veríamos en su pueblo.

Esa noche en el hotel perdí mi virginidad, me entregué por primera vez a los brazos de un hombre, me sentí amado, deseado y que gozaban de mí, así como yo lo hacía con él y también conmigo. No pude dormir, me dediqué a contemplarlo, no podía creer lo que me estaba pasando; era yo quien se encontraba en un cuarto de hotel acompañado de un hombre. Goce con la imagen de mi familia enterándose de esto. Luego me sentí culpable, yo no era tan cínico ni tal malo como para provocarles ese dolor. Estuve mucho tiempo reprimido por ellos, pero ahora me encontraba donde muchas noches antes me soñaba. Vivía una felicidad envidiable y lo mejor: podía tocarlo y comprobarlo. Fue cuando conocí el amor…

“El látigo” y las muchachas.

El “látigo” era un personaje muy importante en mis días de juventud, a él le aprendí mucho de lo que después me ayudaría a relacionarme con los demás. Aparentaba ser un don nadie, rudo, sin modales y hasta un poco salvaje, pero en el fondo era muy bueno, para mí como un hermano mayor. A “el látigo” lo conocí recién llegado a la ciudad, vivía en uno de los departamentos de la misma vecindad en la que yo viviría, el resto de los cuartos estaba ocupados por “mujeres estudiantes”, la verdad es que eran prostitutas y “el látigo” su padrote, quien las cuidaba y llevaba en orden sus negocios, les conseguía la droga y quitaba de encima a clientes molestos. No supe jamás como fue que mis padres me dejaron vivir ahí, seguro que con tantas mujeres pensaron en que me haría machito, -ja.

“El látigo” se convirtió rápidamente en mi mejor amigo, bromeábamos con toda libertad con las muchachas y una que otra se ofrecía a acostarse conmigo. Un día pregunté por el sobrenombre de “el látigo” y solo rieron señalando su entrepierna, desde entonces me obsesioné con la imagen de “el látigo” desnudo. Me reprimía frente a “el látigo” pues era mi amigo y si notaba mis miradas seguro tendría problemas. En el pasado ya había tendido problemas por una situación similar. Era un niño y prometidamente le metí la mano aún tercero donde no se debe. Menuda regañada la que me dieron, valió la pena.

Con “el látigo” la confianza era mucha y si quería podría pedirle un poco de droga, para probar, eso me decía. Yo no lo tenía en mis planes pero un día prometí a mis amigos que “el látigo” no conseguiría un poco de hierba, fue por el problema de la aceptación de los adolescentes y me quise ver aventado con mis amigos. Ése día llegó y después de todas las advertencias que mi buen amigo y hermano me propinó, avisé a mis amigos que llevaría la marihuana esa tarde, pues nos veríamos en casa de F para discutir un tarea de la clase de literatura.

Mi plan estaba hecho con anticipación, me presentaría a discutir la tarea, me drogaría y esa noche saldría a buscar un acostón, ya estaba muy cansado de las burlas sobre mi virginidad y de andar con chavitas solo por aparentar. Estaba cansado de aparentar ser lo que no era y con el pretexto de que la hierba me ayudaría a romper mis límites –impuestos por mí- esa noche bien podría arriesgarme. El plan consistía en irme de casa de F a un bar gay, no tenía la edad pero por mi apariencia no era problema. Era mi noche, tendría sexo y si llegaba a tener suerte encontraría al hombre de mis sueños…

Las habichuelas dijeron que no.

Lo conocí en un antro gay en 1997, él era solo dos años mayor que yo, y yo tenia diecisiete años. No era edad permitida para entrar a los antros pero aparentaba ser mayor por la barba en mi rostro. Ese día yo me encontraba un poco drogado, ya que antes de decidir ir al antro estuve fumando marihuana con unos amigos, nos encontrábamos en casa de uno de ellos discutiendo un ensayo que debimos escribir para la clase de literatura sobre una de las tragedias griegas; el homicidio cometido por Medea sobre sus hijos. La discusión se puso muy loca y hubo quien la comparó con el mito de “la Llorona”, todos reímos un largo rato y yo decidí abandonarlos para ir a seguir la fiesta.

Estaba cansado de reuniones heterosexuales y necesitaba dar rienda a mis impulsos sodomitas. El tipo en la entrada del bar dudo un rato en dejarme pero como era viernes, y los viernes no acude mucha gente, me dio el pase. Ya dentro del bar me senté en uno de los bancos de la barra y ahí me arribó él. Él inició la conversación, el coqueteo y el juego de la seducción, yo solamente accedí. Habló del poder de las cartas, tarot, de la adivinación, de la energía cósmica, del destino y de unas habichuelas mágicas; del cómo las habichuelas le habían avisado que ese día encontraría al a persona indicada.

Todo lo creí, me enamoré y me puse a sus pies. No le costó trabajo convencerme de que lo acompañara a su hotel y pasáramos la noche juntos. En la mañana nos despedimos como dos enamorados que disfrutaban de sus cuerpos desde hacia mucho tiempo, no dijimos adiós, sino que planeamos vernos la noche de ese mismo día. Vivíamos cerca, no en la ciudad, en nuestros pueblos de origen. Por la tarde marqué a su celular y una grabación contestó diciendo que no se encontraba disponible o estaba fuera del área de servicio, le envié un mensaje de texto el cual si contestó. Me decía que lo nuestro no podía seguir, que siguiera mi vida sin él, que encontraría al indicado; entre tantas otras cosas y que las habichuelas habían dicho que no…


¡No eres mi hijo!

Robé el auto de mis padres, él no iba a dejarme, no a mí. El día siguiente perdería mucho por mi arranque y no medí las consecuencias, por la noche solo pensaba en que si no actuaba de acuerdo a mis impulsos perdería el amor ya encontrado. Al menos yo merecía una explicación, no me bastaba con su estúpida justificación de lo que las habichuelas le dijeron. Que tonto es uno. Así que la noche en que decidió terminar lo nuestro la pase muy mal, no pude dormir, estuve bebiendo tequila y entre mi inconciencia se me ocurrió el ir a buscarlo, caerle de sorpresa la siguiente mañana para decirle que nuestro futuro no podría depender de unas habichuelas, yo lo amaba, no era un obsesión, aunque el tiempo fuera corto, una noche, nunca antes había entregado mi corazón con tal intensidad.

Dejé de tomar tequila mientras esperaba amaneciera, aproveché el tiempo para pensar lo que le diría y como lo convencería de volver. Llegó la mañana, fui a la cocina por las llaves del auto de mamá, siempre se quedaba afuera era viejo y no había espacio para él en la cochera, regresé a mi cuarto por mi mochila, revisé su contenido, todo en orden. Aún no despertaban, lo que hacia más fácil mi escape en el auto, arranque el motor y me lance al encuentro con mi entonces único y verdadero amor.

El camino fue muy corto, le mandé mensaje a su celular para avisarle que estaba de visita en su pueblo, no lo contestó. Le marqué y con voz fría me dijo que no podría atenderme, nuevamente me dijo que no quería saber nada de mi, que lo nuestro había terminado y que lo mejor que podía hacer era dejarlo en paz o enteraría a mi familia de mi acoso. No lo creí capaz. Y a los pocos minutos recibí una llamada de mi casa, era mi padre, exigiéndome regresar en ese instante con el auto, amenazándome con golpearme por mi atrevimiento, y diciendo que ya estaban enterados de lo había hecho, él se los dijo todo o al menos era lo que yo creí, para mi todo era confuso. La cabeza se me lleno de ideas locas, no presté atención a lo me que decía mi papá por el teléfono, lo último que le escuché por el teléfono: ¡No eres mi hijo!

Manejé muy alterado por las amenazas de mi padre y hundido en la depresión por la traición de ese idiota, paré en el camino para tomarme de tajo un frasco repleto de pastillas antidepresivas, las tragué con tequila. Reanudé la marcha y en el camino imaginé como habría sido mi vida con él. Al llegar al pueblo el sonido de una llamada en mi celular me distrajo, una camioneta se atravesó…

Las malas noticias.

Avisaron a mi familia del accidente.
El parte medico señalaba intoxicación por antidepresivos y bebidas alcohólicas, además de los traumatismos causados por el choque.
Las palabras que escuchó mi familia reunida: el joven cayó en “Koma”…

miércoles, octubre 10, 2007

Second Season/ Los cocodrilos


En la cama y sin tener nada mejor que hacer me puse a leer el periódico. Encontré una noticia en la sección policíaca (nota roja) que me dejó algo intrigado; narraban los sucesos ocurridos a un desconocido la tarde anterior. El desconocido al parecer fue atacado por cocodrilos, en el periódico lo referían como un accidente ocurrido en el zoológico a una persona del sexo masculino. Podía leerse: “Los guardias de seguridad del zoológico escucharon ruidos, específicamente en el área del estanque de los cocodrilos, al ir a percatarse de lo que sucedía se dieron cuenta de que el cuerpo de un hombre era arrastrado por un cocodrilo, de inmediato pidieron ayuda, actuaron de inmediato y por suerte lograron rescatar al hombre, aunque éste ya había sufrido severos daños en una de sus piernas”.

Me pregunté de dónde venia mi fascinación por leer la nota roja y recordé que el día que cumplí diez años recibí un regalo muy peculiar, no fue el regalo en sí, pues resultaron ser unos calzones con la imagen de Mazinger Z, lo distintivo del regalo era su envoltura. Los calzoncillos fueron envueltos en papel periódico, específicamente por la sección policíaca, al abrir el regalo conservé la envoltura y en un tiempo libre leí algunas de las notas impresas en aquella página. Quedé cautivado con la narración y lo trágico de las historias, en mi mente les di algunos tintes románticos y heroicos a los personajes para satisfacer mi morbo. La muerte me atraía de tiempo atrás y darle un toque de heroísmo siempre me gustó, creer que la muerte no es más que nuestro último acto y no merece ser menospreciada. A veces en la muerte, pensaba, radicaba el propósito de nuestras vidas: venir a morir de una manera gloriosa.

Seguí leyendo la nota ya sin atender del todo lo que leía, mi mente se puso a trabajar y comencé a imaginar lo que para mí había llevado a ese pobre hombre a arrojarse a los cocodrilos. Para mi era un acto suicida, un acto de desesperación, un acto de un hombre desolado y triste que pensó encontrar solución a sus males en la boca de los cocodrilos. Me parecía mejor darle un toque de romanticismo la historia que dejar en el olvido al pobre hombre, pues ya había perdido su pierna y no se que otras cosas más, así que yo le daría una justificación a los hechos:

“Paseaban por la ciudad, Él, el desconocido, y el Otro, su amante. El amante hace tiempo se había dado cuenta que Él lo engañaba, dio tiempo para que lo confesara pero Él no lo hizo, así que esa tarde el Otro lo enfrentó. Él negó todo pero el amante tenia fotografías que comprobaban la infidelidad, pruebas contundentes tomadas por él mismo, Él no supo que decir. Todo lo dijo el Otro: se termina aquí lo nuestro, no quiero verte jamás, adiós. Él sintió morirse, era verdad que lo había engañado, le mintió, pero solo al Otro quería, solo del Otro era su corazón. El Otro no entendía pero Él se sentía asfixiado, a Él jamás nadie lo había querido como el Otro, jamás nadie se había preocupado por Él y tener a una persona que lo amara, más que un bien le hacia daño, no se sentía merecedor del amor que el Otro le tenía. Él pensaba que engañándolo provocaría su desamor y le dolería menos el abandono, no imaginó que su corazón se partiría cuando el Otro lo dejara. En el primer semáforo en rojo se bajo del automóvil, corrió tan rápido como pudo y de pronto se vio frente al puerta del zoológico, entró, caminó por los pasillos y estando frente al estanque no lo pensó mucho y se arrojó a los cocodrilos”.

La sensación de perdida que invadió mi cuerpo mientras imaginaba la historia fue muy fuerte, como si yo mismo esa tarde hubiera perdido la pierna y al amor del Otro por culpa de mis inseguridades. Los sentimientos que le puse al desconocido no eran más que los míos. Sentí miedo. Era yo también quien sentía que mi pareja no me merecía estar con alguien como yo, un ser atormentado, una persona resentida con el mundo por el daño que cree le han hecho, un ser incapaz de amarse a si mismo. Temí cometer un acto similar pero ya era muy tarde, el dolor en mi pierna me hizo dirigirle la mirada y darme cuenta de que era yo el protagonista de tal historia. La tarde anterior no solo perdí mi pierna…

martes, octubre 09, 2007

Fin de temporada. (Time to celebrate)


Hoy cumplimos dos meses como parte de la blogosfera. Celebramos con este post, número 51, nuestra permanecía en cartelera. Agradecemos a todos y cada uno de los que nos han honrado con sus visitas y comentarios. Gracias...

El blog fue creado con un fin distinto, más personal, pero ustedes lo han hecho crecer y convertirse en esto que ahora es. Un espacio de expresión. Otra vez: Gracias…

Con este post cerramos la primera temporada, dos meses, y damos inicio a una nueva.

Esperamos sigan disfrutado de las funciones del Teatro Mágico.

lunes, octubre 08, 2007

Corazón y Vodka.

Vodka, Corazón y un par frases…

El primer viernes de cada mes lo escogimos como el día de reunión entre amigos. Recién terminamos la universidad y debido a nuestras nuevas ocupaciones laborales, la familia, nuestras parejas y un largo etcétera, decidimos que no habría mejor día para seguir frecuentándonos, así tales viernes serían en adelante sagrados para todos nosotros. No quedábamos obligados a una reunión semanal y el tiempo en dejar de vernos no sería tan largo, aprovecharíamos el tiempo en esas tertulias para actualizar las noticias acontecidas en nuestras vidas en ese lapso de tiempo. Pasó el tiempo y muchas de las veladas que pasamos juntos se hicieron clásicas de comentarse y recordar.

Refinamos el gusto por el alcohol que en la universidad poseíamos, ahora ya no era cerveza lo que acompañaba nuestras pláticas, sino tequila, vino tinto, vodka y en ciertas ocasiones uno de nosotros invitaba a una botella de nombre elegante y con un contenido llamado “güisqui”. Algunos nos manteníamos aferrados a la idea romántica del funcionamiento del mundo, otros, los que creían haber madurado, nos decían que siempre estuvimos equivocados y el mundo había resultado cruel, competitivo y difícil. A pesar de las diferencias de opinión seguíamos siendo amigos y contándonos sin tapujos nuestras penas y nuevas experiencias.

El primero en faltar a una reunión fue Vodka; lo hizo por que esa noche la conoció al salir de su casa. La reunión había sido programada en mi casa, viernes y a las nueve de la noche, como siempre. Solamente algo extraordinario lo haría faltar y al parecer fue lo que ocurrió.

Vodka, además de ser el galán del grupo, era el más impuntual, y no nos extraño que no llegara a tiempo. Solamente advertimos que no llegaría cuando no había más alcohol y faltaba la botella que traería.

Al salir de su casa y atravesar la calle para tomar un taxi, él no imaginó que su vida se cruzaría con la de Corazón en esa esquina…

- Taxi!
- Taxi!
- Tómalo tú por favor…
- Gracias eres muy caballeroso, podríamos compartirlo… ¿Hacia dónde te diriges?
- Ya no lo sé. ¿Tú?...
- Ja, ¿No me estarás coqueteando?...
- Sí, eso hago…
- Pues yo… justo lo olvidé…
- Te invito una copa, ¿aceptas?...
- Acepto…
- Vodka.
- Prefiero el tequila…
- Vodka es mi nombre…
- Perdón, yo soy Corazón…

Los ojos de Corazón eran una ventana de su alma, Vodka notó durante el tiempo que compartieron el taxi que ella no se encontraba del todo bien; de todos los pensamientos que navegaron en su cabeza, Vodka se inclinó más por la idea de que Corazón se hallaba huyendo de algo o de alguien. El corazón siempre huyendo, pensó y rió para sí. No le importó saber mas, pasaría la noche con ella, tendrían sexo y estaba seguro no la volvería a ver…

- Estando en el taxi reíste de algo sólo, ¿Qué fue?...
- ¿Yo?... Ah sí, ya recuerdo, parafraseé con tu nombre, fue tonto…
- ¿Puedo saber que fue lo tonto?
- Pensé: el corazón siempre huyendo…
- No me pareció tan gracioso, no al menos como lo que yo pensé…
- Ja, ¿Y qué fue más gracioso?
- Que no convendría mezclar a Corazón con Vodka…


La siguiente vez que nos reunimos todos carcajeamos mientras Vodka y Corazón nos narraban la historia.

Continuará…




… Continuación:


Vodka, Corazón y el silencio…


Como era de esperarse, terminaron, Corazón tenía razón: no debe mezclarse el vodka con el corazón. No si el corazón es frágil, se encuentra roto o huyendo…

Vodka también tuvo razón al dudar de Corazón y cuestionarla sobre su conducta, ¿de qué huía?...

Ella no quiso contestar excusándose siempre en que le dolía “hablar de eso”, solo había silencio…

Vodka sentía que solamente se refugió en él…

Vodka se sintió utilizado, como un escape…

Vodka ya no viene más a nuestras reuniones, está triste por que Corazón terminó con él. Nosotros lo extrañamos, las reuniones no son lo mismo sin él, era muy divertido antes de toparse con Corazón, esperamos pronto regrese con el tema ya superado. Mientras tanto hemos invitado con más frecuencia a nuestras tertulias a un conocido integrante, el señor: “Wisky”. Dicen mis amigos que tiene mucha clase, ¿les creo?...

viernes, octubre 05, 2007

La historia del pollo que no quería ser cocinado en mole.

La abuela de O. acostumbraba en los cumpleaños de sus hijos cocinar mole rojo e invitarlos a ellos y a sus familias a celebrar. Todo el año O esperaba paciente se llegara el cumpleaños de su padre, pues debido a su pobreza, ese era el único día que comían en su casa con un gran banquete. Lo cocinado por la abuela consistía en el tradicional mole rojo, arroz blanco, espagueti y unos patoles con chorizo, un manjar para O. En casa de la abuela ese día podía comer todo lo que quisiera, ella cocinaba basto y él era hijo único; el total de personas en la celebración era de cinco, incluyendo a los abuelos.

El menú diario en su casa eran frijoles, tortillas, chiles, huevo y uno que otro día un vaso de leche o queso. No renegaba de su situación, su padre estaba enfermo (alcoholismo) y su madre hacía lo que estaba en sus manos, lavando ropa ajena. No iba a la escuela ya que el dinero no alcanzaba, su madre que si asistió lo enseñaba a leer y escribir; para que no fuera un burro como su padre, le decía. Crecía jugando con una resortera y algunos juguetes viejos regalados por sus primos.

Se llegó el día del cumpleaños del padre, la gran celebración, el día en que su apetito era saciado por un delicioso manjar. Amaneció contento, felicito a su padre y de regalo le dio un abrazo más. Sus padres compartían con él la felicidad de comer como gente bien, según les pregonaba la abuela. Pero ninguno sospechaba lo que en casa de la abuela sucedía.


La abuela salió al gallinero para escoger el mejor pollo, un pollo grande y gordo que fuera suficiente. Extrañamente todos, excepto uno, estaban muertos, destazados, inservibles para ser comidos. De inmediato avisó al abuelo de lo sucedido, debieron ser lo coyotes mujer, éste sentenció. “Malditos coyotes, olvidé que el compadre tiró su barda y seguro que por ahí entraron, pero no te apures vieja, ya compraremos más”. La abuela no pudo evitar mostrar tristeza y congoja.”Es el cumpleaños de P y al pequeño O le gusta mucho venir a comer en éste día, pobres, ya vez como les ha ido con nuestro hijo, pero quedo al menos un pollo” dijo la abuela. Don P no dijo nada más, caminó a la casa.

La abuela trato en muchos intentos de atrapar al pollo y no lo lograba, el pollo corría siempre en la misma dirección y regresaba a su lugar original. Trataba de decirle algo a la abuela, estaba escrito en la pared, pero la abuela no entendía, ¿quién habla con pollos?, ella pronto se dio cuenta de que siempre corría en la misma dirección y le puso una trampa, lo atrapó. El pollo hacia muchos ruidos y no paraba de aletear, era mucha su desesperación por avisar a la abuela que no habían sido coyotes los causantes de la desgracia en el gallinero. Desesperado el pobre pollo mordió a la abuela, ella molesta lo aventó contra la pared, el pollo murió al instante. No pudo advertirle a la abuela lo sucedido la noche anterior.

Había una imagen formada por sangre en la pared, sangre de los pollos muertos, que la abuela no advirtió. Para ella eran simples manchas de sangre tal vez causadas por los coyotes o de otras tantas veces que mato degollando a los pollos, no hizo caso y se fue a comenzar con la preparación de la comida.

Cocinó al pollo, durante toda la preparación tuvo problemas, se apagaba la estufa, quitar el pellejo resulto mas complicado, desaparecían ingredientes, en fin. Era el espíritu del pollo aún tratando de advertirle del peligro de cocinarlo.

Llegaron los invitados, muy limpios y parecía que con ropa nueva, era nueva por que la abuela no la había visto antes, pero estaban usando ropa de una clienta de la madre de O, la usaron sin pedirla, aprovechando que les quedaba a la perfección, se sentaron en la mesa y la abuela sirvió la comida. Un ojo de gallina en mi plato, dijo O. O se asustó mucho, trataron de calmarlo pero su histeria iba en aumento.

-Sabía que no deberíamos usar esta ropa que no es nuestra mamá, que tal que alguien nos ve. Eso quiere decir el ojo.

Salió corriendo de la cocina y se fue a esconder al gallinero, ahí vio la mancha de sangre semejando un ojo. Murió de un infarto, tan pequeño él y el susto fue mayor. Su ropa terminó manchada por la sangre en el piso. Entraron todos y no podían creer lo que sus ojos veían, todo fue llanto y arrepentimiento esa tarde. O no pudo ni siquiera probar el mole que tanto le gustaba…



P.d. Si se preguntan, los pollos se mataron ellos mismos. No querían ser cocinados.-Ja, Ja.

¿Mendigo?

Desapareció del pueblo una tarde de abril, en la familia dijeron que se fue al otro lado a seguir el sueño americano, no se la ha vuelto a ver desde entonces. ¿Qué es seguir el sueño americano? pregunté a papá; cuando la gente dice que se van al otro lado mi'jo, es por que para irse a trabajar a ese país cruzan un rió que divide el de nosotros, México, de Estados Unidos; y seguir el sueño americano es ir a ganar dinero allá. No me dejó conforme la explicación de papá y busque otras más, acudí a mi abuelo un antiyanki genial y me dijo que seguir el sueño americano no era más que irse anticipadamente al infierno, ir a buscar en un país el camino a la perdición, que no era sueño sino una pesadilla -le creí todo.

“A” era uno de mis primos mayores, bastante callado, introvertido. En los veranos o periodos vacacionales ayudaba a mi familia en los trabajos del campo. No lográbamos sacarle una palabra o hacerlo reír, siempre hermético y estoico, como era hijo me mi tía J. “la loca”, suponíamos él heredó la enfermedad. Traviesos como siempre, mi hermano y yo, le gastamos una broma: una tarde cuando ya habíamos terminado los quehaceres lo invitamos a jugar a las estatuas de marfil, no le hizo mucha gracia pero nosotros moríamos de risa –estatuas de marfil- él era una de carne y hueso. Otras veces cuando veíamos que se perdía en su pensamiento, a manera de juego inventábamos en que podría estar pensando. Notó nuestras burlas y por fin habló, que susto nos llevamos, prometió comernos si seguíamos molestando, eso bastó para calmarnos un buen tiempo.

Por su amenaza de comernos vivos confirmamos su demencia. Es por eso que el día que nos enteramos que desapareció nos alegramos, ya no había peligro. Pero en las vacaciones de semana santa, como él ya no estaba, nos ayudó su hermano mayor en los trabajos. Otra personalidad en extremo distinta, éste no paraba de hablar y era muy activo, terminó por fastidiarnos. No se notaba preocupado por no tener noticias del hermano, cosa que me pareció muy extraña. Mi curiosidad no se hizo esperar y que le preguntó. No se, me contestó. Luego habló un poco mas de su hermano, “A, siempre fue muy callado, incluso con nosotros en la casa, yo no sé que haya esta pensado para irse así nomás, mi ‘apa le dijo que se esperara, pero también era muy atrabancado y desesperado, ya quería irse. Yo creo que porque no le gustaba vivir aquí, a veces decía que aquí vivía pura gente mala y mediocre, que vivían del chisme y que no viviría envuelto entre esa gente”. Fue demasiada información que por mi corta edad no comprendí del todo, -a mí qué, me dije.

Un día caluroso, después de haber escuchado a mi primo hablar de su hermano, lo comenté con mi hermano mayor, sus comentarios fueron los siguientes: “ese A está loco, que te apuras, la verdad no sé ni a que se fue, el trabajo no le gusta, seguro allá va a andar mendigando”. Me quedé igual. Mi abuelo de seguro me aclararía todo.

Por un tiempo me olvide del tema, yo creo que porque así somos los niños y me entretuve haciendo que se yo. Ese mismo año falleció mi abuelo, en el mes de noviembre, y ese mismo mes hubo noticias de A. Recordé que no le pregunté a mi abuelo, qué era mendigar y si A terminaría haciéndolo. Las noticias que llegaron confirman lo dicho por mi hermano, A era un mendigo y vivía debajo de un puente. Lo escuché en una de esas pláticas a voz baja de los funerales, la sostenían una tía y una desconocida. Mi tía se lamentaba de la terrible fortuna de su sobrino, pobrecillo, terminar como su madre, que vergüenza para mi hermano, fueron sus comentarios.

Me entristeció la noticia, y ya no tenía un abuelo al cual recurrir. Estuve triste por los dos eventos un largo tiempo, era muy notorio mi estado, y mi madre preocupada me cuestionó, le dije lo que me pasaba y trató de consolarme. “No llores más por tu abuelo el debe estar mejor, y en el caso de tu primo A, también debe estar mejor, si es verdad que es un mendigo, ojala haya perdido la razón. Mira los mendigos son gente que viven en la calle de las limosnas de la gente, de la ayuda que la gente le da, es muy triste vivir así me imagino, además de que está solo. Pobre, siempre vivió aquí muy triste cargando la enfermedad de su mamá, él la quería mucho y la cuidaba, a veces cuando trabajaba aquí con nosotros platicaba conmigo y me contaba que no quería vivir más aquí, que sentía que la gente era muy cruel con él, se burlaban de su mamá. Él la quiere mucho y le molestaba que la gente se burlara de ella, era mucha carga para él por eso huyo, huyó de sí mismo”.

Qué bonito sería estar loco y ser mendigo, pensé en aquel tiempo, no trabajar, vivir de los otros y no tener preocupaciones de gente grande, ser libre, vivir libre. Lo externé a mi mamá y santa regañada que me puso, prohibió que lo pensara siquiera. En fin, hoy estoy un poco loco y me atrae la idea de ser un mendigo, pero recuerdo las palabras de mamá sobre la huida de A y yo no quiero huir, quiero estar loco, me reconozco loco, pero quiero que los demás lo vean y así lo acepten. Qué puedo hacer…


Muy sabias fueron las palabras de mi madre, "A" huyó, puso distancia terrestre, físicamente entre él y gente del pueblo, la que le hacia daño, lo que le hacia daño. Evadió en su locura todo dolor y ahora vive libre. No creo que nos recuerde y me siento aliviado por que yo fui parte de las burlas. Él es feliz, ¿quién se atreve a decir lo contrario? Quizá sea un mendigo, y haya perdido la razón, pero la felicidad que ahora debe tener no creo se compare con la mía. Encontró su sueño en América, ser libre –un sueño universal- y encontró el camino, y no a la perdición…

Abuelo, estuviste equivocado, el camino del sueño americano no siempre lleva al infierno…

jueves, octubre 04, 2007

Amor, delirio y tacones altos.

No se cuando perdió la razón, ni como o por que pasó. Era una loca, eso es lo único que sabia, además de que era mi tía; política, esposa de un hermano de papá. Durante mi infancia, junto con mis primos, acostumbrábamos ir a tocar a su puerta pues la idea de ser raptados por la loca era muy divertida, nos inyectaba adrenalina y hacia de los días de ocio mejores días.

Mi madre nunca estuvo de acuerdo con esa travesura y en alguna ocasión me reprendió por molestar a mi tía, está enferma de los nervios, dijo como si yo entendiera la dimensión de lo que informaba, te pido por favor no vuelvas a molestarla, sentenció. En realidad molestarla no era el fin con el que yo acudía a casa de mi tío, el aire de misterio que ella le imprimía al tener siempre cerrada su casa es lo que me atraía.



La casa de mi tío no tenía puerta principal o ventana que diera a la calle, su frente era solo un portón viejo y destartalado que dejaba ver a través de sus grietas un patio bien cuidado y las puertas de todos los cuartos alrededor de aquel jardín. Cuando por suerte lográbamos ver a mi tía me sentía en extremo emocionado; era una mujer alta, de tez blanca, cabello negro, ojos grandes y obscuros, una voz aguda y una firmeza al caminar siempre en tacones altos.

Un tarde de verano, después de la lluvia acostumbrada, pasó caminando frente a mi casa. Ahí va J.. la loca, me dijo mi hermano, salí a verla y su imagen me conquistó. No parecía una mujer que haya perdido la razón, saludaba con la seguridad de quien conoce a todo el pueblo, vestía muy elegante, quizá su ropa estaba precisamente a la moda, pero era ropa elegante. Era un traje combinado de dos piezas en color azul rey, un sombrero –como de encaje- del mismo tono que sus prendas, zapatillas blancas, por su puesto, de tacón alto. Me quedé frió.

A la hora de la cena interrumpí, con una pregunta que acusaron de imprudencia, pues quería saber porqué decían que estaba loca si yo la veía como gente normal. Mi madre muy atenta espero a que mis hermanos salieran y me contó la historia del porqué mi tía J. perdió la razón.

“Tu tío la conoció en un pueblo que se llama V.G., a tu tío siempre le gusto hacerse pasar por rico y a las fiestas que acudía invitado por sus amigos en ese pueblo tu tía J. también se presentaba. En una de esas fiestas se conocieron, ella se enamoró de inmediato, decía que tu tío parecía doctor, ja. Pobrecita. Tu tío conocedor de que ella pertenecía a una buena familia no le importaron los rumores de la enfermedad de ella, él quería su dinero. Se casaron y cuando ella se dio cuenta de las mentiras tu tío comenzó a enfermarse mas, a él no le importó hacer algo por ella, la abandonó, se fue al otro lado y la dejo aquí con los niños, tus primos. La pobre, llena de niños, con su enfermedad de los nervios, el abandono de tu tío y sin saber que hacer, pues se volvió loca.”

Fue la primera vez que escuche a mi madre llamarla loca, pero no me importó. Me fascinó la historia, era muy romántica, mi tía a mis ojos se volvió loca de amor, por amor. Las siguientes veces que estuve espiando por el portón imaginaba como habría sido el amor entre ellos que la llevo a al locura. Demencia por amor, era mi veredicto. Con atención observaba sus movimientos, maestra en el arte de andar en tacones, no tenía ataques de delirio, vivía en una realidad alterna pero esta realidad no alteraba sus emociones, siempre tranquila, en paz.

Al iniciar mis estudios de preparatoria dejé el pueblo y por consiguiente de tener noticias de ella. No podía seguir mi costumbre vouyerista, ya me daba pena agacharme en ese portón. Mi tío regreso, acabado por la diabetes, y enfermo de gravedad, vivía en la misma casa solo que en otro cuarto. No duró mucho tiempo enfermo como era de esperarse y falleció. Nos preparamos para su funeral. En los pueblos aún se acostumbra que sea en casa del difunto. Aunque suene muy frío, lo primero que pensé es que al fin conocería la casa de “la loca”, después de tantos años de imaginármela tenia una posibilidad en frente.

Llegamos al funeral y la casa resultó ser tan normal como la que yo habitaba junto con mi familia, decepción. Nos encontrábamos en el cuarto de mi tío, rezando cuando escuché su voz, aguda y penetrante, la misma voz que escuché de niño, J. mi tía, mi tía loca, estaba quejándose de la invasión a su casa. Pedía que toda la gente se saliera, dejo de pedirlo de manera educada para hacerlos a gritos. Se encontraba en el patio, otras voces mas le pedían calma, suplicaban se comportara, eran mis primos –sus hijos- y unos de mis tíos. Se negó, escuche los tacones, caminaba de prisa y se dirigía al acuarto donde nos encontrábamos rezando. Por recato no levantaba la mirada, no quería delatar mi curiosidad creciente ante los presentes.


El sonido de los tacones fue cada vez mas cercano, desvié mi cabeza hacia la puerta aún agachado, escuche los últimos pasos. Se detuvo en la puerta, el silencio era total ya nadie rezaba, todos abrevaban, mis ojos fijos en sus pies. Calzaba unos tacones altos de color rojo, el pantalón negro. Levante la mirada atraído por lo ya visto, sorprendente, blusa negra y accesorios en rojo, sus labios pintados con exageración en rojo, su cabello suelto su piel tan joven como la recordaba. Además de loca, bruja, pensé. Fue dueña de todas las miradas, todos los oídos eran suyos, todas las voluntades las gobernó esos instantes. Y solo dijo: buenas noches, ¿quién murió?.

Recuerdos.


Las tardes en casa de mi primo “J” eran definitivamente únicas, fuera de este mundo, sin comparación con las subsecuentes. A pesar de que éramos solo unos niños nuestra imaginación nos era suficiente para explorar otros mundos, tener otras vidas o simplemente ser los héroes que en televisión veíamos.
Los juegos siempre variaban, podríamos jugar nosotros dos solos o con mas niños que conocíamos, todos teníamos juegos propios en los que nos hacíamos participes, pero había un juego en especial que me hacia muy feliz jugarlo, se podía jugar a solas si así lo deseabas, mucha imaginación era el requisito principal. Se trataba de tirarte boca arriba a observar el cielo, de preferencia el la azotea, pasar el rato tratando de desvanecer una nube, imaginar como sería la vida en la luna o las estrellas o simplemente perderte en la tranquilidad de un cielo azul.
Cuando alguno se aburría enteraba al resto de lo que había imaginado, la nube que logró disipar o si observó alguna nube con una forma en especial. Siempre fui el último en hacerlo y en ocasiones aprovechaba los comentarios de todos para hacer los míos. Otras tantas veces yo mentía sobre lo observado, no era que no tuviera imaginación o no pudiera concentrarme en el juego, si no todo lo contrario. Soñaba e imaginaba demasiadas cosas que me daba pena decirles, el juego llegó a convertirse en una ventana para mí, aprendí a soñar despierto y cada oportunidad que se me presentaba la aprovechaba para dejarme llevar por el mundo de sueños al que entraba a mi antojo.
Conservo recuerdos en donde mi padre me llamó la atención por mi distracción, por que me enajenaba en nada. En los trayectos de un pueblo a otro mientras trabajaba con mi papá soñaba despierto, en la escuela, en las tardes libres, antes de dormir, al despertar. Sin imaginarme convertí un juego de niños en una ventana de escape a una realidad que siendo adolescente no pude sobrellevar.
El verano que cumplí los 12 años mi primo se fue del pueblo, siendo yo muy apegado a él resentí mucho su ausencia. En adelante yo me convertí en un ser introvertido, me daba miedo relacionarme y perder otro amigo, así que recurrí a mi juego de manera mas constante, paso el tiempo y empecé a vivir en dos realidades: una alterna-mi vida perfecta- y una realidad cruel-mi vida real-. A ratos perdía noción de lo que vivía, no lograba distinguir si fue un sueño o en realidad lo viví. Nacieron en mí múltiples personajes venidos de todas mis historias inventadas, se reflejaban en mi comportamiento, es como si sufriera un trastorno de personalidad múltiple, que afortunadamente no fue el caso; deje mi vida (la real) en manos del destino y me dediqué a crear una más placentera en mi cabeza.
Como en la vida no es siempre lo que uno quiere no tardé en darme cuenta que vivir de esa forma era absurdo, no era vivir, estaba evitando vivir. Me arriesgué a dejar de soñar con la vida perfecta para involucrarme con el mundo real, y el primer signo que llega a mí de que estaba viviendo es el dolor; sufrimiento, ese sentimiento que tanto traté de evitar. Crecer es sufrir. Amar es Sufrir. Y yo deseaba con toda el alma las dos cosas: crecer y amar.

martes, octubre 02, 2007

Intermedio 2.9/(¿Secretos?)



Transparente, palabra que incluyó una de mis mejores amigas para describirme. Me pareció de principio un poco fuerte pues a pesar de que soy capaz de decir lo que me viene en gana y no ocultar, la mayoría del tiempo, lo que siento; no me considero una persona transparente del todo. Tengo mis secretos, como muchos, algunos inconfesables, otros muy divertidos y unos tantos algo dolorosos. El asunto es que con el tiempo algunos de mis “secretos” ya no fueron tan “secretos”, he superado algunos temas y dejado al descubierto cierta información a terceros, eso es cierto, sin embargo existen algunos “secretos” que jamás quisiera revelar, no porque sean verdades muy duras o que al decirlos puedan causar algún daño. No, al contrario. Es solo que son esas pequeñas partes que me hacen disfrutar al saber que solamente yo las conozco y me divierte tener un cierto aire de misterio. Pero resulta que en ocasiones esos “secretos” salen a la luz sin que seamos capaces de darnos cuenta como para evitar exponerlos.

Les platico, pues resulta que el día de ayer acudí al cine a ver una película de suspenso, genero que no me gusta mucho, con mi amiga B. Ella al parecer disfruta de pagar por ir a recibir una tortura psicológica con esa clase de películas, entramos a la sala y fuimos las únicas personas ahí, de inicio yo ya me sentía aterrorizado. Comenzó la proyección y en la primera escena de suspenso, donde un tipo acosa a la pareja protagonista, yo pegue de brincos dejando al descubierto el porque no veo esa clase de películas. La reacción de mi amiga no se hizo esperar, carcajadas al por mayor, no creía que aún a nuestra edad, veintisiete años, yo pudiera ser tan susceptible de asustarme con ese genero de películas. Pues si, sigo sin poder dormir si llego a ver alguna película de terror o suspenso. No las veo y menos si me encuentro solo, si por error lo hago, tengo que aplicar lo que desde niño hacia: ver un rato mas la televisión, y de preferencia caricaturas o algún programa de comedia

Un secreto mas al descubierto…

lunes, octubre 01, 2007

La Huida / El Duelo



















Tomé el tren a la ciudad del olvido.
Paradójico destino, absurdo viaje emprendido.
Ahora me encuentro en un hotel viejo y vacío,
abandonado en una extraña habitación,
esperando lleguen los recuerdos,
al menos para conocer los motivos
de una huida que no me ha servido.
















Debo dejar la habitación,
un nuevo huésped ha llegado.
No lo hicieron mis recuerdos,
sólo una nota su retraso me ha informado:
“han muerto, olvidados”.
Mi alma se encuentra en Duelo,
esperando resignación por lo perdido,
los recuerdos de un pasado
que quizás ni haya existido.