lunes, noviembre 03, 2008

Sin edad. Sin amor. Sin dinero. Sin ti y sin nada.




De pequeño juré no cometer pecado carnal hasta no cumplir con la edad apropiada. Cuando lo cometí, estoy seguro, no contaba con más del metro y medio de estatura. Ahora con edad suficiente para cometer excesos en la vida prefiero las caminatas por la tarde, los abrazos interminables y los besos dónde se entrega más que el alma. He olvidado el significado de un juramento y no prometo nada que no he de cumplir. Aunque, por contradictorio que parezca, juraré no jurar jamás.

La vergüenza, mas que la culpa, era el sentimiento que atormentaba mis días el verano que juré no cometer pecado carnal –menor dicho: no volver a cometerlo. La lluvia ya había cesado y yo regresaba a casa empapado no solo por el agua, por supuesto que no, bañaba a mi cuerpo un halo de suciedad. El primero había logrado, solo con su mirada, hacerme sentir un ser indigno; y por tanto desmerecedor de un hogar honorable. ¿Cómo vería a mi familia a los ojos? Sodomita era la palabra, que aunque desconocida entonces para mí, sentía llevar tatuada en la frente.

El pago por aquella sesión vouyerista fue un reloj al cual se le encendía la pantalla. La pantalla no fue lo único encendido por esos días, también lo fueron mi curiosidad y mis deseos por volverle a ver. Pasó tiempo antes de repetir el encuentro, cuando sucedió tomé la misma postura: de pie solamente observando mientras él se masturbaba. Sudé y el aroma que mi cuerpo expidió no era como aquel de mis tardes jugando, era un aroma peculiar, delatador. Apreté mis piernas como reflejo al miedo que estaba sintiendo. El pago fueron unos pesos y la promesa de no tocarme jamás. La cumplió.

A tan corta edad se entiende poco de la vida, sigo sin entender a decir verdad, de cualquier forma no volví a ser el mismo. Con mi curiosidad matándome cada noche del verano decidí buscar lo que mis instintos primarios demandaban. Vino un segundo nombre, fuerte a mis oídos y aun más a mis muslos. Sin penetración y con mal sexo oral entro a mi vida para asentarse por un buen tiempo. Después de esa primera vez, el segundo hombre debió esperar a que faltara a mi juramento para terminar lo que hasta hoy sigue inconcluso.

Nuevamente regresaba a casa avergonzado de mis actos, ni las albóndigas que a pesar de ser uno de mis platillos favoritos lograron tranquilizarme. Temeroso de ser castigado por mi conducta juré no cometerlo nunca más. Mis muslos temblaban yo no sé si de miedo o preguntándose cuando volverían a sentir lo que horas antes nos había hecho tan felices. Ya con otro año sumado a mi edad, pocos centímetros más a mi estatura, y mis primeros conflictos de conciencia social y religiosa, le busqué. Encontrándome frente a terreno desconocido hice lo que supuse correcto: encuentros ocasionales y enamorarme de quien no debía hacerlo. No por que no estuviera el segundo hombre disponible, llegó un tercero a mi vida.

Bisutería.




Recuerdo que mi primera intención al comenzar a escribir en un diario fue la de poder resolver algunos de mis tantos problemas existenciales. Todos provenientes de distintos conflictos: molares, emocionales, aceptación, autoestima, y otros tantos que se suman a una larga lista. Escribí todo lo que me causaba enojo, alegría, desamor e incluso repulsión. Dediqué varias páginas a eventos pasados que seguían lastimándome. No esperé poder superar algunos de mis temas pendientes como tampoco estaba en mis planes verme reflejado en mis propias letras. No pude seguir escribiendo, cada vez resulta ser más difícil expresarme y el miedo va en aumento, temo a no ser quien creo soy. Tanto o más como ser joyería de fantasía.

La noche anterior al día que nos mudaríamos decidí deshacerme del diario y todo lo escrito en él, aunque de momento me sentí aliviado al pasar de los días comencé a extrañar su olor, el amarillo de sus páginas y hasta las manchas que una que otra lagrima ocasionaron. Entonces fue que busque expresar todas y cada una de mis emociones, todo coincide con la creación de éste blog. Siempre he dicho que abrirme a los extraños me reconforta y me da una sensación de libertad.

No fue difícil escribir para que terceros lo leyeran, tampoco fue iniciar amistad con algunos. Lo difícil pasaba del otro lado del monitor, debajo de mi piel. El desnudarme frente a una maquina y contarme mis problemas a los extraños me desarrolló una adicción sumada a las otras que venia buscando tiempo atrás. En momentos parecía que mi vida tomaba una dirección para mi correcta. De pronto todo cae y me encuentro conmigo en un lugar donde me siento perdido. Un lugar para mi desconocido, no se si mejor o peor que el inicio de todo, simplemente desconocido.

He mentido a mis amigos al decirles que me encuentro bien, los extraño. Es una sensación que no puedo describir a la perfección pues no extraño su presencia física a mi lado, sus sonrisas o el amor que me expresaban. Extraño todo. Es complicado pues a pesar de que se escuchará egoísta extraño mucho la persona que solía ser al estar con ellos. Abanderado con la idea de ser quien pensaba ser en realidad me abandoné en una búsqueda de mis intereses y me perdí.

Me es difícil verme al espejo y no reclamarme a diario que me he convertido en una joya de fantasía. Temo acercarme a mi familia y amigos pues no se como pedir disculpas. Demasiado orgullo no me ha matado. En mis planes no se encontraba herir a tanta gente, se suponía buscaría solamente mi destino. Me niego a aceptar que lo que actualmente vivo sea el destino final. No quiero estar solo.

Es complejo, incluso para mí, tratar de entender todo lo que ahora vivo. Cuento con nuevas amistades pero sigo extrañando a los que por mucho tiempo me compartieron sus vidas. La idea de poner en primer lugar mis prioridades me sigue acompañando, igual que todos los conflictos que genera. ¿No entiendo porqué simplemente no puedo decidir vivir mi vida? Vivirla y no sufrirla como hasta ahora. Quisiera por fin levantarme un día y saber que todo va a estar bien.
Estoy cansado de no ser honesto conmigo mismo, de dar a los demás lo que de mi esperan o de ponerme una mascara para no creer ser juzgado. Hoy mas que nunca temo ser yo. No quiero mentir. Aceptarme tal cual soy. He creado una telaraña de mentiras. Me he refugiado en cuanto vicio puedo convertir en adicción, he matado mis ilusiones, dejado de lado mis intereses por pretender encajar en algo que ni siquiera disfruto. Evito a toda costa la soledad al grado de pagar con mi vida. ¿Y qué resulta? Que sigo sintiéndome igualmente vacío y engañando a los demás con el poco baño de oro que aun me queda. Reniego de no tener el valor para luchar por lo que para mi importa. Me escondo de todo y de todos. Huyo de cualquier oportunidad de felicidad. Es un vicio más que he adquirido.

jueves, mayo 15, 2008

En este post el título no importa y mucho menos su contenido.

Han pasado ya algunos meses, tres, y mi vida ha cambiado. Si soy condescendiente puedo decir que ha sido para mejor, y siendo objetivo prefiero omitir cualquier comentario. No todo fue una pesadilla pues vaya que me he divertido, el sexo imprevisto y un poco de drogas han salpimentado mis días. Los últimos.

Logré adelgazar tres kilos en un solo fin de semana con un menú a base de cigarros, alcohol y cocaína. Las primeras horas, de un último fin de semana, han sido cruciales pues nunca antes vomité sangre y sentí al mismo tiempo que por mi boca huía el corazón. Ahí le perdí.

Entonces siguieron un martes y las dos horas del mediodía de un viernes. Como años atrás, en el año del mono, en punto de las trece horas, ese viernes, moría y, por placeres sádicos de la vida misma, renací a bordo de un tren sin destino. Desnudo y bañado en sangre me encuentro esperando llegar a la estación correcta. Si es que existe.

B-side/Lado B(itch).

Y llegaste a un lugar dónde no fuiste bien recibido.

El origen de muchas de nuestras discusiones radicaba, por sobre todo, en el hecho de que siempre quise tener la razón respecto a lo acontecido el día que nos conocimos. Ese día lo tengo perfectamente grabado en mi memoria; desde el primer rayo de sol en mi rostro hasta el último aliento de luna. Puedo recordar claramente el cantar de las aves, el ruido de los automóviles en la calle, las gotas de lluvia y el frío que vino después.


Enlistar mis defectos es mi virtud. Quererme poco, mi peor defecto.

Inesperadamente sucedió, sin aviso previo abriste la puerta a un mundo que no era el tuyo. Te obligaste a pertenecer, mudaste tus emociones a un cuerpo vacío y alquilaste, como se hace con un disfraz, una imagen de actor (protagonista) de telenovela en horario estelar. El papel de mártir te cansó y al vuelta de la historia, con bajo nivel de audiencia por cierto, cambiaste a ser el antagonista de un drama destinado al naufragio.

Quererte resultó tan complicado. Odiarte fue tan fácil que hasta olvidé como hacerlo.
No, dijiste con voz firme, y luego tajante terminaste mí relato añadiendo: el día que nos conocimos no hubo lluvia. Tampoco luna, respondí. Pintaba a ser nuestra ultima discusión en relación a lo no sucedido, pero no fue así. La verdad es que ambos mentimos, nos hemos ocultado de nosotros mismos que ahora es difícil reconocernos siquiera. Incluso siendo el mismo.

miércoles, marzo 19, 2008

Amor tras las rejas. (Novela corta) [Búsquese pañuelo antes de leerla]

Todo parecía unirles, el universo mismo conspiró para crearles un presente común, así pues fueron reunidos por una simple causalidad. La soledad que ambos compartían los llevaba por caminos un tanto distantes, siendo de esa manera hasta el día en que ella murió. Quién diría que la muerte de uno pudiera significar nueva vida para dos más.

Laura conoció a Ignacio desde infancia, aunque nunca fueron amigos, vivieron como vecinos en un unidad habitacional hasta que Ignacio abandono la casa de sus padres al cumplir la mayoría de edad. Laura e Ignacio tuvieron una adolescencia sin tantos avatares más que los atribuibles a dos jóvenes con hormonas en desarrollo. Laura no perdió la virginidad sino hasta después del matrimonio e Ignacio antes de los dieciocho años.

Rogelio está ahora en la cárcel, acusado de homicidio, purga una pena a cadena perpetua. Inocente, como muchas de las victimas del sistema penal de un país tercermundista, se ha resignado a pagar por un crimen que no cometió. La falta de recursos económicos en parte le han condenado, aunque a decir verdad son distintos los motivos por los cuales se ha confesado culpable.

La añoranza por años pasados que Ignacio sentía, sumada a la resiente ruptura de su relación, lo hicieron acudir al lugar que anos antes lo vio crecer. Buscarse entre las paredes del viejo edificio le resultaba mas útil que perderse en sí mismo tratando de encontrar explicaciones del porqué le habían abandonado. En el rencuentro con los recuerdos se encontró con Laura, ella ya no era la misma adolescente dulce y soñadora. Contó a Ignacio que se había casado con su único novio pero que el matrimonio había fracasado. Todo demostró a Ignacio que, cuando deliberadamente supuso que ella no era feliz, tuvo razón Aunque la curiosidad de Ignacio era mucha, mayor fue su prudencia y decidió no preguntar más.

Las visitas de Ignacio fueron cada vez mas frecuentes originando por consecuencia una amistad con Laura. Ella le habló de sus problemas con Rogelio y confesó que el final de su matrimonio estaba totalmente ligado a las preferencias sexuales de su exmarido. Laura encontró a Rogelio en la cama con otro hombre, aunque ella intento perdonarle no pudo hacerlo. Exigió el divorcio y ahora sufría una soledad desquiciante.

Rogelio no era ajeno para Ignacio, aunque solo por fotografías le conocía, pues tenía mucho en común con su expareja. Ignacio prefirió no contarle sobre sus preferencias a Laura. Pensando en que sería lo mejor ocultó su pasado nombrando a su expareja con nombre de mujer. La soledad de Laura la hizo confundir la amistad que Ignacio de brindaba, enamorándose de él y fijando todas sus esperanzas en una posible relación.

Ignacio recibió la llamada de Laura una tarde de sábado invitándolo a cenar, esa misma tarde recibió también una llamada de su ex pidiendo una segunda oportunidad. Ignacio pensó en revelarle a Laura la verdad y darse una nueva oportunidad. Cuando llegó a casa de Laura, ésta se encontraba muerta. Ignacio y Rogelio se encontraron por primera vez. La policía no tardo en acudir pues los vecinos avisaron de unos disparos. El arma se encontraba en manos de Rogelio, a pesar de que él no la había disparado. Ignacio describió lo visto a los policías: “cuando abrí la puerta me encontré con éste hombre con el revolver en mano y Laura muerta, tirada en el piso”. La declaración de Ignacio condenó a Rogelio sin derecho a investigación.


Dionisio e Ignacio pasaron la noche juntos, tratando de encontrarse y regalarse otra oportunidad. Los ojos de Dionisio reflejaban culpa, culpa que al pasar de los meses terminó nuevamente con la relación. Esta sería para siempre, se juró Ignacio, decidido a despojarse de todo lo relacionado con Dionisio vació los cajones y tiró todo lo relacionado a él. Sorpresa. En un libro encontró una fotografía de Dionisio y Rogelio. Laura sabía de la existencia de Dionisio y no por las conversaciones que con Ignacio mantenía…


Rogelio recibió la visita de Ignacio un lunes por la tarde. La revocación de la sentencia les ha sido negada por un par de veces. Ignacio no deja de visitarle, ahora son pareja. A Dionisio se lo ha tragado la tierra. Las campañas de Ignacio por conseguir un indulto y baja de pena, o el perdón total se ven ensombrecidas por la preferencia sexual de ambos. Ignacio y Rogelio se han convertido en una bandera para miles de personas que sufren de discriminación en un país en donde ser pobre o diferente significa ser un criminal.

jueves, marzo 13, 2008

De noches de luna (eclipsada), mariposas de fuego y otras imitaciones del amor…

Del inquieto mar.

Es mal de ojo lo que tiene el muchacho, decía mi nana cuando alguno de nosotros pasaba la noche intranquilo, llorando. El llanto que él profería esa noche de invierno fue muy diferente al que yo le conocía, no era como aquel que hubo la noche en que nos conocimos, y está muy lejos de ser parecido a aquél llanto que compartimos cuando terminamos lo nuestro. La nana, en su extensa sabiduría, también decía que el llanto de un hombre puede llegar a taladrar los odios de quien lo escuche y nunca salir de allí; entre muchas otras cosas, cuando el llanto viene de un dolor profundo su sonido es especial: como una música sin ritmo o el rugir de una bestia agonizante.

Llevo noches escuchando aún el rugir de esa bestia, han menguado mis ganas de salir y divertirme, mantengo las ventanas y cortinas cerradas, la oscuridad me reconforta como nunca antes, las paredes con signos que pretendes ser escritos en clave descifrando un mal augurio, todo anda mal estos días. Las noticias anuncian que en pocas horas un huracán tocará tierra, los lugareños debemos evacuar, creo que ya lo hicieron todos excepto yo. Nada tiene que ver con el eclipse de luna que está por ocurrir, según aseguran los meteorólogos, pero yo opino lo contrario. Encontré ayer por la mañana, junto con muchos recuerdos, la fotografía que nos tomamos en el muelle, nuestra última fotografía juntos.



De las alas de fuego.

Él no gustaba mucho de la fotografías, eso si lo teníamos en común, así que cuando se fue me las dejó todas. Las guardé con la intención de un día tirarlas al mar. Sería el día que me olvidara de él y no significaran nada para mí. Luego pensé que el mar no merecía ser contaminado con los recuerdos de un amor eclipsado. Quemarlo todo era una mejor opción. ¿Cómo se pueden acumular tantos recuerdos?

Aunque mi comportamiento, actualmente, dista mucho de los cánones de la “normalidad” he tratado mantener una rutina que me de cierto aire de estabilidad. Ese sonido que taladra mis odios deja poco tiempo para hacer planes de una vida futura. Malgasto mis días escudriñando entra las habitaciones la historia que me trajo hasta aquí. El crujir de las paredes me avisa de la cercanía de algunos recuerdos, y si tengo mejor suerte, de pronto encuentro uno que otro trozo de papel con contenidos como los siguientes:

“Si pensaba que todo cuento de hadas inicia de manera correcta con “érase una vez…” y termina con “vivieron felices para siempre”, pronto tuve que olvidarlo y cambiar toda idea al respecto para sustituirlas por frases que me vinieran mejor.”

“La vida no pinta bien, la situación es ya muy precaria y con el alza de los precios cada día se convertía en una lucha por sobrevivir. Las tiendas departamentales dejaron de ser destino turístico y la carne quedó fuera de mi menú por tiempo indefinido.”

“Una vieja libreta, un par de lápices y miles de ideas en la cabeza lo acompañaban, era un poeta. Poeta menor entre una lista interminable de aspirantes a ocupar el lugar de Sabines, Neruda, Borges o Benedetti; con una notable diferencia: los primeros pretenciosos y los segundos consagrados. Falsos y torpes poemas tratan de imitar lo ya escrito por los grandes, y mas allá de ser solo una mala copia, carecen de inspiración. Escasos recuerdos y una herida en la muñeca menguan la dedicación para escribir.”

“Fue donde a todo ocurrió tratando de encontrar solución, buscó entre las estrellas algunos recuerdos que ayudaran a renovar la inspiración y solamente encontró un cielo vacío. Pero en su pecho aún había cenizas, huellas de un amor aniquilado por el viento, y entonces recordó que para él en lunas pasadas, existió un “érase una vez…”.”

Sin explicación lógica para la razón los trozos de papel se incendiaban después de ser leídos, no sin antes volar por las habitaciones como mariposas con alas de fuego.


De las lunas.

El cielo ha sido muy egoísta y se ha negado a mostrarme a la luna, y últimamente mis conversiones han sido con un cielo gris obscuro que no hace más que llorar. Cuando había inspiración la luna acompañaba nuestras noches y velaba de nuestros sueños. Ahora que solo hay oscuridad los sueños mueren y el hedor a podredumbre es cada vez más fuerte. El olor a culpa no se quita ni con lejía, me dijo la nana cuando robé de casa de mi primo un par de juguetes, hoy el olor a culpa a desecho mis fosas nasales.

[Se escucha desde la T.V.: el huracán ha tocado las playas de…. crash…shhshh…]

Los finales siempre son inevitables. Ya no escucho ningún llanto, y por fin el cielo parase estar despejándose, desgraciadamente no podré ver jamás a la luna. Los gusanos se han comido mis ojos. El mar no me ha llevado con él, me volvió loco con ese llanto encolerizado, me enterró en vida en mi propia casa y se burló de mi cuanto pudo. ¿Qué daño hice al enamórame de él?

Los susurros que me negué a escuchar lo advertían, “ese hombre es del mar y un pacto en noche de luna han celebrado, y solo en noche de eclipse de luna podrán liberarse”, “primero al hombre han de matarle para que regrese libreado cuando el elipse esté consumado”. “El amante del mar a un hombre a encontrado y de él se ha enamorado, pobre del hombre aquel que sus ojos ha puesto en quien su vida ha condenado”.

He perdido toda cordura, y no sé si fui yo quien con el mar, una noche luna, amarle eternamente ha pactado.

miércoles, marzo 05, 2008

Vestido para mamar. (Recortes del diario de un desconocido)

Si, suena muy obsceno el titulo. La historia que les contaré lo es aun más. EL sábado pasado salí a bailar con un amigo, los dos nos aconsejamos sobre como vestirnos para hacer nuestra la noche. Me enfundé en pantalón DKNY ajustado, una camisa corte vaquero roja (no se la marca), mis tenis Puma rojos, un cinto blanco con un alacrán en la hebilla. Me sentía cómodo y eso lo reflejaba, a pesar de que al principio el atuendo me parecía de lo más gay pues un sombrero rojo completaba el atuendo. Recordé el look de Madonna en Music y decidí que le haría un homenaje. La actitud correcta me facilitó atrapar algunas miradas, sin embargo no me garantizó que el final de la noche saldría con ligue. No busqué conquistar a nadie, era “noche de chicas” según mi amigo.

La fiesta, por órdenes del municipio, se terminó a las dos de la mañana. Así que como buenas “lobas” nos fuimos de cacería. ¡Oh, error! En una esquina recogimos a este tipo que de lejos daba buena pinta. Se subió al carro bajo la advertencia de mi amigo que era solo placer por placer, no entendí. Existe gente que el dinero le hace placer, ese fue su caso. Antes de decidirse a decirnos que cobraba tuvimos un encuentro sexual. No penetración, jamás, sexo oral. Que asco.

Mi amigo me cambió el lugar, yo iba manejando y quien necesitaba el encontronazo o aventura sexual era yo, según él. Ya estando con este tipo en el asiento trasero de mi carro me arrepentí, ¿qué hacia yo ahí? Nunca me imaginé que terminaría buscando sexo en las calles, me dí asco, pero no me fui, me quedé y trate de pasarla bien por propio consejo. Además no me vería como un tonto ante mi amigo. El tipo me daba asco y traté de pensar se trataba de otra persona, no levanté la mirada y me dediqué a lo mío. Nada. Si resultados. Pasaron unos minutos y pare lo que hacia. El tipo aprovechó para sutilmente mencionar su tarifa, lo cual me causó mucha gracia, me reí, pedí a mi amigo parara el carro y lo bajara.

Tuvimos que dejar al tipejo ese en dónde lo recogimos, yo quise dejar ahí también mi vergüenza pero no pude. La cargué toda la noche y días después. No es que sea un mocho conservador y miembro de la liga de la decencia, pues estoy muy alejado de eso. La neta la aventura me parece cotorra y que mucha falta me hacia es cierto. Pero no es lo que busco, no es lo que quiero. Es posible que no sepa que quiero, la neta, pero lo que no quiero eso si lo sé y muy bien. No quiero andar de uno a otro, y que me importa no ser experto en la cama o contra historias de desenfreno sexual. Cambiaria todo por un cabrón que me abrazara en el cine mientras vemos una película de terror.

Hoy me río de aquella noche, y la cuento ya sin complejo alguno. Todo deja un aprendizaje y se que buscar amor fingido no es lo mío. Yo sigo buscando los “vivieron felices”, si, por que creo en ellos. Estoy seguro que un día voy a caminar con él por las calles que hoy transito a solas, pronto vamos a disfrutar las aburridas de las conversaciones y a compartir lo mas importante de nuestras vidas. ¿Sería el tipo ese mi destino?

Labios cereza.


La distancia que debía recorrer para dirigirse de su casa al panteón, fue por mucho tiempo mayor que la distancia que existía entre su locura y la razón. Las calles que había que recorrer para se encontraban ya relacionadas con muchos recuerdos, algunos de infancia y los mas tristes de días pasados. El cementerio es simple en su construcción; y además de los antepasados y demás familiares allí sepultados solo un recuerdo lo hacia visitarlo. Una noche antes dos oraciones mal recitadas, más por olvido que por falta de fe, fueron testigos de su arrepentimiento.

Castigarse por actos pasados no resulta sano, le dije en una de nuestras conversaciones. Hablar con él era una actividad que evitaba y una amistad nunca la tuvimos. Siempre fuimos tan diferentes, él tenía labios color cereza y sueños rosas, por mi parte puedo decir que nunca antes soñé sino hasta conocerle. Las diferencias radicaban en que ambos resultábamos ser el opuesto del otro, yo social y atrevido, él introvertido y aburrido. Lo recuerdo también confiado, infantil y despistado.

Corría como si tratara de escapar de alguien, la expresión de su rostro me quedó gravada como tatuaje y la agitación de su respiración aún puedo escucharla. En mi vida había visto a una persona tan asustada. El atardecer le daba un tono de tragedia a los acontecimientos que sucedían, recuerdo a la abuela comentar que los colores ocres y bronces del atardecer se deben a la sangre que tiñe al cielo; no recuerdo la justificación, no escuché la conclusión del comentario aunque después tuve mi propia explicación al respecto. Él seguía corriendo, yo sabía su rumbo, a dónde y porqué quería llegar, y no lo quise seguir.

En una de tantas noches juntos conocimos a Osiris, caminábamos por la calle y de pronto un auto nos alcanza, una invitación a dar la vuelta a la que le siguieron dos años de relación. Era una relación perfecta para un trío, y así lo fue. Pasado un año no enteramos que estaba casado, para mi no era un problema pues la aventura me resultaba mas excitante, en cambio para él la noticia venia a cambiar todo el panorama. Él estaba enamorado, claro, era de esperarse en un chico que todo el tiempo estuvo buscando pareja. Que tonto, pensé. Alguna vez me dijo que no tenia corazón, y es verdad, no lo tengo por que se él siempre lo tuvo consigo.

La noticia del accidente y muerte de Osiris nos llegó con semanas de retraso, de principio no lo buscamos por que se encontraba de vacaciones familiares, la nota del periódico informaba que el choque automovilístico sucedió en la esquina de la librería que visitábamos con frecuencia. Tan sorprendente como esa nota fue la visita de su esposa.
La señora vino a entregarnos un libro, destinatario: Labios cereza.

La reunión fue de lo mas incomoda, basta con decir que la señora insistió en conocer detalles íntimos de quien dijo murió siendo un extraño para ella. Él se mantuvo inerte mientras yo en mi descaro enteraba a la viuda de las aventuras de su marido, era mi venganza por abandonarme, por olvidarme y preferirlo a él.

La distancia entre nosotros fue cada vez mayor, no lo seguiría al panteón. Jamás me ha gustado visitar los panteones. El origen del color rojizo del cielo ahora lo entendía. De pronto y sin explicación lógica el desgarre de mi pecho desaparecía y el sonido del llanto era mas fuerte, me vi en él, me sentí parte de él. Morir de desamor no me sucedería, siempre temí morir de esa manera, moriría de amor. Pero en la vida no siempre es lo que queremos. Labios cereza ha muerto, lo acepté hasta apenas ayer. Es extraño que no haya una tumba a la cual ir a visitarle.

Te preguntarás porqué estoy ahora aquí, en el panteón, visitando tu tumba. Han pasado ya quince años, lo sé. Créeme que lo sé. Han sido mis peores quince años, nadie los pasaría bien en cárcel, eso es seguro. Estuve en un hospital psiquiátrico, cuentan que me encontraron llorando aquí mismo, en tu tumba, que en mi arrepentimiento confesé que fui yo quien cortó los frenos de tu auto. Él siempre tan débil que debí hacerlo yo. ¿Pero qué crees?, nunca hubo un él, siempre fui yo. Trastorno de personalidad múltiple, según lo médicos. Yo digo que es no tener nada que hacer.


-Mujer desconocida: Joven, ¿Conoció a usted a mi hijo?
-Osiris: Perdón.
- Mujer desconocida: ¿Qué si usted conoció a mi Rubén?
-Osiris: ¿Rubén?
- Mujer desconocida: Ésta es la tumba de Rubén.
- Osiris: ¡Qué hermosos labios cereza tiene usted!

La razón es tan desconocida para el amor, como el amor para razón.

lunes, febrero 25, 2008

La triste historia de un corazón solitario y una tarde en agonía.


Parecía que el tiempo se detuvo, todo era silencio, le brillo que tenían los días huyó junto con el canto de los pájaros. Era una tarde mas de domingo, en el fondo diferente a las otras ya vividas, a simple vista era una más. La soledad más clavada a los huesos, restos de ilusiones tirados por la ventana y montón de hojas de papel con intentos de poesía.

-Yo: ¿Te ha pasado que te ves frente al precipicio y, en lugar de alejarte, te avientas?
-La tarde: Todas las puestas de sol.

No hubo mas preguntas de mi parte, esa tarde me senté junto a ella a esperar la puesta de sol. Los colores del atardecer no fueron antes mis favoritos, siempre preferí a la oscuridad de la noche, esperar junto a ella me daba una sensación de confort, pues de una forma inexplicable para mi, compartir la víspera de la noche me hacia sentir menos solitario.

-Yo: No recuerdo cuando fue la última vez que me senté a observar un amanecer ó atardecer, de hecho me he perdido muchos amaneceres. Me he acostumbrado a la noche, sabes, siempre traté de ocultarme y la noche me ofrecía muchas posibilidades de lograrlo. El día no me gusta, su luz es demasiado intensa para mis ojos. Sin embargo, si se encuentra nublado, en posible que salga a pasear un rato. Pensarás que mi gusto por la obscuridad y los días grises deben estar ligados a mi estado de ánimo pero no es así, mi tristeza y desgano no tienen nada que ver con todo esto. Si estoy triste es por que he estado pensando que últimamente no construyo nada en mi vida, creo que en lugar de hacer una vida la estoy deshaciendo. Quisiera ser como tú, qué sabes eres tarde, día y noche y te reconoces así; además de ello te tienes como amanecer y atardecer. En estos momentos no me reconozco a mi mismo, tal vez sea una tarde gris o una noche larga del polo norte. Es posible que a mis doce años haya tenido mas claro lo que quería. He tratado de ser un buen hijo, un buen hermano, estudiante ejemplar, mejor amigo y, ¿sabes qué?, no he sido nada. Lo que disfrutaba en la preparatoria o en la universidad dista mucho de lo que disfruto ahora, he cambiado, si, pero no bien. Me cuesta mucho aceptar que tal vez hayan tenido razón cuando me advirtieron me quedaría solo. Siempre ando con miedo, el miedo a quedarme solo, y luego por qué me quejo cuando me dicen que agarro puro chacal. La neta es que si estoy cansando de creer en todos y en todo, ¿Cuándo van dejar de decirme que soy demasiado bueno para ellos? Eso nadie lo cree, no es más que una excusa. No pueden saberlo si no se dieron la oportunidad siquiera de conocerme. También estoy cansado de jugar limpio y siempre tratar de hacer las cosas de forma correcta, ¿qué me garantiza hacerme el niño bueno y navegar con bandera de honestidad? Hay veces que siquiera sen tan “perra” como muchos otros y lo único que logro es hacerme daño. Otras veces pienso que no voy a lograr navegar en el “ambiente gay”, son tantas cosas las que no me gustan. Mi amigo dice que soy muy “fresa y rosa” para el círculo, que debo ponerme las pilas y decidir de qué lado quiero estar, “de los cazadores o los cazados”, no es suficiente con sentirse ya etiquetado por se gay ¿cómo para tener que elegir otra clasificación mas? Tengo muchas dudas sin resolver para mis veintisiete años y tantas ganas por encontrar a una sola persona que valga la pena. Por eso me siento mas cercano a la noche, la obscuridad que encuentro al ver en mi interior no me deja descubrir qué es lo que realmente estoy buscando. O si estoy buscando algo. También tengo de no encontrar nada y terminar siendo uno del montón, otro dañado emocional y socialmente que solo trata de vengar sus heridas. Te lo había dicho ya desde antes, no me gustan las tardes de domingo, no me gustan como las vivo por qué siempre las quise con compañía. Me dirás que debo a aprender a acompañarme yo mismo, tienes razón, pero ¿Qué sabes tú de soledad si siempre has tenido al sol contigo? Aún cuando mueres.

Entre líneas.

Era ya la quinta línea de coca, mis ojos se cerraban de cansancio, llevábamos treinta y seis horas sin dormir y la fiesta continuaba en tono. Esas dos noches las baile como no lo había hecho antes, bailar es una de mis cualidades y supe sacarle provecho, gracias a mis movimientos fue que él se fijó en mí. Como no quería ser yo quien terminara la fiesta fue que decidí drogarme hasta la segunda noche, solo para aguantar dije, estar bailando me mantuvo despierto la noche anterior.

La primera vez que consumí cocaína lo hice por curiosidad, nadie me ofreció probarla, yo la encontré por casualidad en el auto de mi hermano, de inmediato supe de que se trataba pues harina o carbonato no era lo contenido en ese billete. La inhale a hurtadillas y su efecto no resultó ser lo que esperaba, no volví a consumirla por un largo tiempo.

No conocimos por un amigo en común, la química no surgió de inmediato, anduvimos juntos por unos días y todo se fue dando con el tiempo. De inicio creí tener claro que el coqueteo era solo un juego, luego las cosas comenzaron a subir de tono y no quise que me vieran como un niño inexperto. Me confundían las señales y me presté al juego de ser yo el conquistado.

La segunda vez fue mas placentera, no lo niego, y fui yo quién la buscó. Inhalarla esa noche no era ya por curiosidad o quedar bien con los cuates, no. Esta vez buscaba abandonarme. Ver mis emociones reflejadas en una fotografía panorámica. Era tiempo de la vista panorámica del precipicio de mis emociones. Se que no es justificación, y no la busco.


Me dolía el lado izquierdo, él provocó el dolor. Yo me negué a creerle cada frase que me decía, lo evité cuanto pude sin lograr hacerlo, pero resultó ser una de seas noches que el corazón no me escucha. De principio creí que mi mirada fue totalmente transparente y él descubrió todas mis necesidades, y no solo eso, también creí que había descubierto la fórmula para conquistarme. Supo decir la frase correcta en el momento correcto. Le creí. Seguimos bailando, ahora mas pegaditos, tanto que su respiración se fundía en momentos con la mía. Inhalamos algo de coca.

No sé que número sea esta vez, recuerdo que tomamos mucho alcohol y según dicen la coca te aliviana; así que lo hicimos. No me daba miedo convertirme en un adicto, lo hacia muy de vez en cuando y claro que lo controlaba. El siguiente día solo tenia que dormir hasta tarde para evitar el dolor de cabeza, me daba mucha hambre eso si.

Entre Madonna y Magos Herrera me dijo que solo quería estar conmigo, destacó los rasgos mas visibles de mi personalidad para decirse conquistado. Ahora no eran solo mis ojos y su mirada tierna, también eran mi desenfado, irreverencia y autenticidad, características adictivas. ¿Y qué?, me dije. Para cuando escuchamos a Chabela Vargas yo ya había resuelto que juntos no seriamos buena compañía.

Llevaba ya cerca de un año sin consumir coca, me había prometido no hacerlo pero soy débil de voluntad, bastó que llegara él para recaer, no lo culpo. Tuve miedo de enamorarme de él y hacerlo mi adicción. Se que la sustitución de una adicción por otra no es lo mas sano, es solo que siempre he necesitado de algo mas.

No recuerdo la música se escuchaba de fondo, mi memoria registro nada mas el momento en que toma mi mano y yo cedo a sus peticiones. Luego nos encontramos en la cama, me dice lo que he escuchado ya antes y la sensatez por fin aparece. Sin despedirme y aprovechando que dejó la habitación para ir al baño, abandoné el departamento.

Siempre he sido muy consiente de que soy débil de voluntad y un blanco fácil para las adicciones. Impulsivo-compulsivo sería una buena descripción. Lo hago en todo y con todos, un día comencé a armar un rompecabezas de mil piezas por la tarde y no me fui a dormir hasta no verlo terminado, hubo una vez que conocí a un tipo que me bajo la luna (eclipsada) y las estrellas en una sola noche: cuando me tronó fui a buscarlo hasta su casa mas de una vez para que me diera una explicación. No la hubo. Ya no creo en quienes te bajan las estrellas, pues vivo entre ellas, pero sigo creyendo en el amor tan compulsivamente que, en repetidas ocasiones, me duele el lado izquierdo.

Los siguientes días la idea de llamarlo no me dejaba en paz. Su compañía no era la mejor, pero mi soledad impuesta tampoco lo era. Siempre he buscado enamorarme y encontrar a la persona que pasará la vejez a mi lado. Además del alcohol, cigarros, cocaína y otras adicciones mas he consumido “amor en aerosol”. No voy a negar ahora que sigo esperando al “indicado”. ¿Será que ya lo he encontrado? No. Creo que no.

Solo esta vez, fue lo que me dije. Qué más da, me repetí mientras inhalaba la primera línea, quiero pasármela bien. Si el amor llega. Quiero que aparezca entre estas líneas. Solo que las borré al inhalarlas. Era ya la quinta línea, no hubo mas, ni coca; ni amor.

martes, febrero 19, 2008

Piromanía, Cleptomanía, Mitomanía y otros excesos del corazón…

Contaba con menos de cinco años, según la memoria de mi madre, cuando por accidente prendí fuego a la sala de la casa. El hecho con el tiempo se convirtió en una anécdota familiar y dejó de pertenecerme, aunque yo no lo recordaba con exactitud, era mío, se había convertido en el único recuerdo de infancia con el que contaba pues no hay fotografías que documenten mi vida hasta esa edad. Me molestaba que con el pasar de los años confundieran al protagonista de aquella hazaña y se la adjudicaran a mi hermano dos mayor, ya cargaba yo con el estigma de ser el del medio y vestir la ropa que ya no le quedaba. No odiaba, ni odio, a mi hermano por eso, pero la historia me gustaba demasiado para compartirla.

La anécdota era contada por mi madre a las visitas, la escuché con mucha atención mientras bajaba las escaleras, no mencionó mi nombre en ningún momento. Aunque habría sido mejor pasar inadvertido hice un ruido con mis pies para ser visto, ellos sólo saludaron; correspondí al saludo y abandoné la habitación. Seguro que mi madre aclaró que era yo el incendiario, eso pensé. No fue el único incendio que provoqué a mi corta edad, existió otro.
La primera vez que “mentí gravemente” sentí que mi respiración se cortaba y mis mejillas se sonrojaban a tal grado que era evidente que mentía. Por otro lado, no recuerdo mi primer “mentira inocente” y menos los motivos que tuve para hacerlo; tampoco recuerdo que edad tenía y si mi conciencia entendía las consecuencias de ocultar la verdad. Después, de que a bajo mi conciencia mentí gravemente, me resulto fácil seguir mintiendo a los demás y a mi mismo.

Regresé a casa para encontrarme con una sala vacía y la pregunta sobre dónde había estado todo ese tiempo. Mejillas sonrojadas, corazón acelerado, respiración cortada y yo tratando de imprimirle firmeza a mi tono voz: jugando en la calle, sentencié. Me levanté del sofá, que años antes había quemado, y me fui a mi cuarto. Revisé mis bolsillos y encontré algo que no me pertenecía. El objeto aquel no era un buen augurio. Después lo supe.

Hasta el día de ayer los recuerdos tenían sentido por separado; los años en que sucedieron los distaban y cortaban cualquier relación circunstancial, por un lado un incendio accidental a temprana edad y por el otro una mentira conciente ya entrada la adolescencia. Sin embargo un tercer evento surge de entre mis recuerdos.

El robo no era una de mis cualidades, aunque debo confesar que jamás fui descubierto, y no lo hacia por necesidad pues en casa había lo suficiente, era una inclinación de la que ni yo conocía el origen. La mayoría de las veces lo hacia para llevar conmigo una pertenecía de la persona con la cual me había encontrado. Una manía que me servia para colección objetos pertenecientes a mis conquistas. Robé desde prendas de vestir, cinturones, relojes, cadenas, anillos y cualquier objeto personal hasta sonrisas, miradas, suspiros y corazones enamorados. También, por que igualmente lo robé, ilusiones y días soleados. El primer objeto en la colección fue un encendedor.

Desde que dejé la sala, después del interrogatorio de mi madre, la culpa por haber mentido me siguió como sombra, aunque mas tarde fue fácil seguir mintiendo, engañar por primera vez no me hizo sentir orgulloso. Así que durante un tiempo aprendí a vivir con la culpa.

-Ya lo hemos escuchado mucho, y no ha dicho como sucedieron los hechos ¿podría dejar de abundar en su vida, para proseguir con la declaración?

Para eso estoy aquí seños Juez. Yo me encontraba en casa, triste, muy triste. La vida ya no tenía un sentido para mí, buscando una navaja para quitarme la vida fue que encontré un caja con los objetos que fue coleccionado, ¿recuerda?, de allí tome el encendedor. La idea no vino de inmediato a mi cabeza, tardó un tiempo porqué yo recordé antes a quien pereció el encendedor, casualmente era de él. (Años antes fue él quien quemó parte de mí con ese encendedor) Fue entonces que lo planeé todo, por la tarde me presentaría en su casa y le prendería fuego. Es lo que hice.

-Señor Juez una señora que se dice la madre del joven quiere verlo.

¿Tu si me crees verdad? Tenia que hacerlo. El recuerdo me estuvo quemando por mucho tiempo, nunca me quejé de ningún abuso porqué yo ya no era un niño y también lo deseaba. ¿Pero no a pesar de ello, es un abuso? ¿Despertarle la sexualidad a un adolescente no es un abuso? ¿Es justa la venganza? Por eso lo quemé.

-Joven, tranquilícese, su madre ya nos ha dicho todo, acompáñela. [Pobre chico, tantas manías lo han vuelto loco, él nunca quemó la sala: fue su hermano]

miércoles, febrero 13, 2008

Cocodrilos (Extended version)

{He reescrito este anterior post}




De mañana y en la cama, sin tener nada mejor que hacer, me puse a leer el periódico. Encontré una noticia en la sección policíaca (nota roja) que llamó mi atención de inmediato, dejándome intrigado y hasta cierto punto sobresaltado. La nota narraba los sucesos ocurridos a un sujeto hasta entonces para mi desconocido. El desconocido al parecer fue atacado por cocodrilos la tarde del día anterior, el periódico lo refería como un accidente, los hechos se desarrollaron en el zoológico. En las paginas ya maltratadas podía leerse: “Los guardias de seguridad del zoológico escucharon ruidos, específicamente en el área del estanque de los cocodrilos, al ir a percatarse de lo que sucedía se dieron cuenta de que el cuerpo de un hombre era arrastrado por un cocodrilo. De inmediato solicitaron ayuda, actuaron con rapidez pero sin buenos resultados, lograron rescatar al hombre aunque éste ya había sufrido severos daños en una de sus piernas”.

Aparte mi atención del periódico por instantes y lo primero que vino a mi mente fue la pregunta ¿de dónde venia mi fascinación por leer la nota roja? y recordé que el día que cumplí diez años recibí un regalo muy peculiar. No fue el regalo en sí lo que originó en mí aquel interés, pues resultaron ser unos calzones con la imagen de Mazinger Z (una de mis caricaturas favoritas junto con los Thunder Cats), lo distintivo del regalo era su envoltura. Los calzoncillos habían sido envueltos en papel periódico, casualmente por la sección policíaca, al abrir el regalo, y como parte de un ritual, conservé la envoltura. En una llena de ocio leí algunas de las notas impresas en aquella página que antes fue parte de mi regalo. Quedé cautivado con el estilo de narrativa que usaba el reportero y lo trágico de las historias, así pues solo les di algunos tintes románticos y heroicos a los personajes para recrear una historia que complaciera mi morbo.

La muerte me atraía de tiempo atrás y darle un toque de heroísmo siempre me gustó, siempre he creído que la muerte va más allá de ser nuestro último acto y no merece ser menospreciada. A veces en la muerte, pensaba y pienso, radica el propósito de nuestras vidas: todos venimos a morir de una manera gloriosa.

Retomé mi lectura de la nota ya sin atender del todo lo que leía pues mi mente se puso a trabajar. Comencé a imaginar lo que para mí había llevado a ese pobre hombre a arrojarse a los cocodrilos. En definitiva era un acto suicida, desesperación, un acto de un hombre desolado y triste que pensó encontrar solución a sus males en la boca de los cocodrilos. Me parecía que al darle un toque de romanticismo a la historia sería mejor que dejar en el olvido al pobre hombre que al final terminaría como una estadística más. Ya había perdido su pierna en la boca de un reptil, y no sé que otras cosas más, así que yo le daría una justificación a los hechos:

“Paseaban por la ciudad, Él, el desconocido, y Oscar, su amante. Oscar, su amante, hace tiempo se había dado cuenta que Él lo engañaba, dio tiempo para que lo confesara pero Él no nunca lo hizo así que esa tarde lo enfrentó. Él negó todo pero Oscar tenia fotografías que comprobaban la infidelidad, pruebas contundentes tomadas por él mismo. Él no supo que decir, como siempre, como todas las noches de silencio que vivía con Oscar. Todo lo dijo el Oscar, con entono de voz tranquilo: se termina aquí lo nuestro, no quiero verte jamás, adiós. Él sintió morirse, era verdad que lo había engañado, le mintió, pero solo a él le quería, solo de Oscar era su corazón. Oscar no entendía porqué Él se sentía asfixiado. Resultaba que a Él jamás nadie lo había querido como Oscar, jamás nadie se había preocupado por Él y al tener junto a él a una persona que lo amara, más que un bien le hacia daño, no se sentía merecedor del amor que Oscar le profesaba. Él pensaba que engañándolo provocaría su desamor y le dolería menos el abandono, no imaginó que su corazón se partiría cuando el Oscar lo dejara. En el primer semáforo en rojo se bajo del automóvil, corrió tan rápido como pudo y de pronto se vio frente al puerta del zoológico, entró, caminó por los pasillos y estando frente al estanque no lo pensó mucho. Se arrojó a los cocodrilos”.

La sensación de pérdida que invadió mi cuerpo mientras imaginaba la historia fue muy fuerte, como si yo mismo esa tarde hubiera perdido la pierna y al amor de Oscar por culpa de mis inseguridades. Los sentimientos que le puse al desconocido no eran más que los míos. Sentí miedo. Temblé. Era yo también quien sentía que mi pareja no merecía estar con alguien como yo, un ser atormentado, una persona resentida con el mundo por el daño que cree le han hecho, un ser incapaz de amarse a si mismo. Temí cometer un acto similar pero ya era muy tarde, el dolor en mi pierna derecha me hizo dirigirle la mirada y darme cuenta de que era yo el protagonista de tal historia. La tarde anterior no solo perdí mi pierna…




viernes, febrero 01, 2008

Saldos insolutos. Parte III. ¿La salvación?



San Sebastian no solo era un protector contra la peste, investigando me enteré que también es un ícono de la cultura gay; lo cual me dio mucho gusto. Ya con el tiempo la atracción al arte sacro cambió sin darme cuenta, ahora no lo veo como algo que detone mi libido sino como lo qué es, arte. A las moscas no les volví a soñar, no hasta hace unos días atrás. El mismo sueño, pero con circunstancias personales distintas.

Luchar, aún en mi contra, me recordaba las grandes batallas libradas por los soldados ilustrados en mis libros de historia o a los personajes que años atrás conocía ilustrados en la biblia familiar. El papel de mártir heroico me fascinaba, morir luchando, aunque fuese en batallas perdidas, era un deseo/ilusión personal.

Las moscas significan conflictos internos, fue lo recordé unas mañanas atrás. El recuerdo no vino solo, un inquietante remolino de emociones y sentimientos encontrados junto con memorias del pasado se presentaron; todos venían a recordarme la lucha por definir mi identidad. En esos años San Sebastian me liberó de la plaga de moscas (conflictos internos), ahora ya no creo en él como antes, ni siquiera creo en la salvación. No sé si sea porqué me siento ya condenado.

No se me ha dado el privilegio de escoger mi muerte pero la idea de morir como San Sebastian me resulta atractiva. ¿O será que ya estoy muriendo? Las flechas las siento clavadas.

Definirme homosexual y mejor, aceptarme, como tal libero mi alma de muchas inquietudes. Los días fueron mejores. No resulté ser el único en el pueblo, estaba también él. Y ahora me sigue acompañando. Le conté de mi sueño aquella mañana, la siguiente a la primera noche que pasamos juntos, entendió de inmediato que algo pasaría. Antes de advertirlo resolvió que posiblemente por mi familia, que es en extremo religiosa, yo había tomado como salvador a un santo pero nadie sino yo había sido mi salvador. Yo me negué y le dije que el era mi salvación. Ya no le he visto, espero antes de morir verle por última vez.

Debo prepararme, ya se escucha la algarabía de la muchedumbre.

jueves, enero 31, 2008

Saldos insolutos. Parte II. Acto de contrición.

El hecho de haber soñado con moscas (insectos) alteró mi semana. Desde pequeño los sueños me inquietan sobremanera, y no es por que crea en ellos ciegamente, lo cierto es que siempre he creído que en ellos se encuentras ciertas claves que bien podrían ayudar a esclarecer algunas dudas. A los ocho años soñé que unos de mis tíos fallecía y me pedía rezara por su alma, la siguiente mañana recibimos la noticia de su muerte; los sueños se volvieron importantes. Con anterioridad había tenido sueños extraños donde corría por un canal lleno de víboras, mataba alacranes o era perseguido por hienas; no que orinaba a una plaga de moscas.

Se está cayendo el cielo, sentenció mi abuela. Esa tarde todos asistimos a la iglesia debido a una celebración por la muerte de mi tío, ya había pasado tiempo y como cada año acudíamos a recordarle. Mi relación con la religión ya se encontraba por demás fracturada, abandoné el templo y me adentré en salón de reuniones adjunto al mismo. Colgando en las paredes había cuadros de arte sacro de varios mártires y santos del catolicismo. San Sebastian, el más impresionante a mi parecer. Debajo del cuadro de aquel hombre una leyenda: “Patrono de los ejércitos y protector contra las pestes”.

Mi curiosidad y afán por entender el sueño de orinar moscas me empujó a buscar su significado. Pude enterarme que la orina significa que de desharás o perderás sobre lo que estas orinando el sueño y las moscas significan impulsos internos que nos resultan molestos y deseamos terminar con ellos. Resumí entonces que al orinar sobre las moscas el significado de mi sueño era el siguiente: yo estaba tratando de deshacerme de mis impulsos internos (entiéndase mis impulsos homosexuales) yo trababa a toda costa de no ser homosexual. Lo cual era cierto.

Saldos insolutos. Parte I. La peste.

Yo no quería soñar nuevamente con los rostros sombríos y carentes de expresividad en los ojos, tampoco quería soñar con las miradas lascivas de los cuervos que rondándome aguardaban mi caída; esos días prefería no soñar. Pero a pesar de mis deseos (aunque nunca antes había sido lo que yo que quería y menos esos días) tuve un sueño donde había una habitación plagada de insectos, -moscas. Ocurría en los baños públicos del templo menor de mi pueblo.

Si bien recuerdo, la última vez que soñé con el templo, específicamente una escultura implantada en su atrio, fue cuando yo tenía diez años. La impresión que de inicio me produjo marcó un antes y después mi vida como adolescente. Su color gris, de piedra fría, quedó reflejado en mi estado de ánimo. Hubo días, y hoy no voy a negarlo, que quería ser como esa estatua: inerte, ecléctico, dueño de una respetable parsimonia; afectado en mi exterior solo por los cambios climáticos –lluvias y ventarrones, y con interior de roca. Otros días, tan llanamente, mis pensamientos se arraigaban a la idea del no ser.

Al abandonar el templo, después de haber recitado un par de oraciones (recién memorizadas) la primera imagen que se revelaba a mi vista era la aquélla escultura, un ángel custodio que con su mano derecha sugiere se guarde silencio y con la izquierda sostiene una tabla o códice. El sueño dejo de ser brillante, el toque sombrío que tomaba despertó mi inquietud. Estoy seguro de haber temblado y de que mi sudoración fue quién instantes mas tarde mojaría la cama. Contemplé el ángel con la misma mirada curiosa y provocativa que lo hice a mis diez años, ingresé a los baños y cuándo apunto de orinar aparecen las moscas. No cien, miles de ellas. Traté de defenderme orinándolas, ¡que absurdo!, como si con mi orina las pudiera exterminar. La guerra en pleno y suena el despertador.

El ser homosexual causaba conflictos en mi conciencia religiosa y más conflicto causaba la escultura del gallardo y varonil ángel. Mordía mis labios e imaginaba las proporciones del cuerpo que se escondía bajo una tunica que llegaba hasta las rodillas, ¿cuántas veces? ya lo olvidé, fantasear con él me acercaba a ser un sodomita. No importaba. En la sala de casa mis padres me encontré con un libro, la biblia, todo un descubrimiento. De entre todas sus páginas lo que atrajo mi atención fueron sus imágenes. Hombres y mujeres de perfectas facciones y proporciones representando cada pasaje bíblico. Héroes y heroínas de una antigua religión deleitaban mi vista. Fui descubriéndome y descubriéndoles, yo despertando mi sexualidad y ellos inspirando mis primeras pasiones. El camino me llevó buscar más imágenes del arte sacro. Una tarde de cielo gris me topé con una sorprendente imagen.

martes, enero 22, 2008

(3), el hombre que sembró los jazmines.


El verano terminó, las lluvias las pasamos bajo un puente, la casa o mejor dicho sus restos siempre estuvieron visibles desde el puente recién construido. No sé si igual o más visible que las cicatrices de nuestros cuerpos y las heridas del alma. Entendía poco a mi padre, cada vez menos. Octubre vino. Todo viene a su tiempo, dicen los que creen saberlo todo, y así fue. Las lunas trajeron a unos hombres vestidos de falsa pureza que nos llevaron a una casa de asistencia social. Vagabundo, está hambriento, sucio y creemos que falto de sanas facultades mentales, dijo uno de ellos a una mujer de facciones tristes, cansadas y sueños vendidos al mejor postor.

A pesar de haber pasado las noches bajo el puente siempre me dio miedo cruzarlo. Ellos, mi padre y la tía Rosa, jugaban a cruzarlo corriendo o brincando en un solo píe, mientras tanto yo llenaba mis pulmones de un aire gris. Una fogata nos acompañaba todas las noches, ella velaba nuestros sueños y a vez, paradójicamente, carbonizaba los recuerdos, muebles viejos y vigas de la vieja casa. Entre el ruido de los grillos y el ruido de quienes cruzaban el puente me despertaba y echaba un vistazo al fuego que iba consumiendo mi vida.

La lucidez me visitaba con más frecuencia, y los recuerdos tejidos en el aire eran cada vez menos intensos. El miedo me hacia buscar el alcohol desesperadamente. Los tres compartíamos el poco dinero que la generosidad de los vecinos nos allegaba y con él nos era suficiente para obtener comida y alcohol; al menos para el alcohol nos hace mas ligero el frió, decía él, mi padre. Sus ausencias, de mi padre y la tía Rosa, me dejaban mucho tiempo a solas para recordar, para negarme a enfrentar un camino tejido con hilos transparentes.

La noche anterior a la que llegaron los hombres mi tía habló de un hombre que llegó al puente y sembró jazmines, según ella aquél hombre venía triste y cansado de pelear consigo mismo. Cuando llegaba la primavera, relató mi tía, ese hombre cazaba a las mariposas y se las comía, le hacían falta como alimento para el alma. Vivía de las mariposas y murió embriagado de ellas. Yo pensé que era un tonto, habiendo tantas cosas por comer quién comería mariposas, la tía y yo reímos juntos cuando se lo dije; papá no estuvo con nosotros esa noche.

El la habitación que me asignaron una compañía extraña, a la que pronto me acostumbré, generaba en mí toda clase de emociones. La falta de alcohol en mi cuerpo hacia que todo fuera más claro. Fui descubriendo al extraño y enamorándome de él, traía a mi vida un estado desconocido. Se convirtió en mi mejor amigo rápidamente, luego nos hicimos amantes y por las noches nos fundíamos en uno solo. Siempre honesto, nunca cobarde, a veces crudo. Ya no había un padre, ni la tía Rosa o su gemelo el tío Pedro.

Las historias de esquizofrenia donde vomitaba mariposas muertas terminaron cuando pude ver el rostro del hombre que sembró los jazmines bajo el puente: el mío. Ahora solo estaba él, el silencio. Mi último amante, tan generoso, tan mío.

jueves, enero 17, 2008

(2)…no quiero que tejas más caminos si los voy a andar solo.

-No. Ésta tarde no. Estoy ya muy agotado, mis fuerzas han menguado. Sí, como la luna. ¿Recuerda lo que decía la abuela cuando menguaba la luna? Yo no lo recuerdo del todo bien, era una canción, ¿o no?, ella cantaba algo así: “De las lunas, la de Octubre es más hermosa” y algo le seguía de las almas de dos enamorados. ¿Dónde está mi padre, tía?

Mi tía no recordaba ya nada relacionado con los abuelos, resultaba molesto hablar con ella cuando le venían los dolores en el lado izquierdo; resultaba que no se soportaba ni ella misma, se perdía en los recuerdos de experiencias jamás vividas y algunos tragos de licor barato. El olor a mezcal se colaba por mi nariz para llegar a mi estómago y provocarme una nauseas que terminaban en vomito, es la cruda decía mi tía, la cruda realidad y reía. Vieja loca.

El día fue avanzando y nosotros decidimos no abandonar la casa, aunque ya estuviera en ruinas, era el único lugar donde nos sentíamos seguros. Recuerdo que una noche invierno mi padre nos contó en esa casa sobre la muerte de mi tío Pedro, hermano gemelo de la tía Rosa, la historia llena de detalles de heroísmo y valentía no desmerecía la muerte gloriosa de mi tío. Según palabras del viejo el tío era un joven inquieto, no dormía por las noches y tenia un extraño talento. Era perseguido y murió tratando de salvarse, de liberarse. La libertad de decidir es lo más valioso, dijo mi padre.

Papá regresó, por fin, y trajo con él las sobras de comida que le regalaron unos vecinos. Vaya que teníamos hambre, durante el día estuvimos removiendo los escombros y tratando de rescatar algunos recuerdos familiares, personales y otras cosas más, como asuntos de la cordura y la desazón. Nunca creí que al paso de los años tres personas llegáramos a recopilar tantas cosas en común. Mientras comíamos mi tía me observaba fijamente, con una mirada inquisidora que daba miedo, dejé de comer. Lo hice no nada mas esa tarde, dejar de comer, si no también los siguientes días y la semanas subsecuentes, así por un par de meses. Mengüé, como la luna. A mi padre las lunas de octubre le lastimaban los ojos, para él estaban muy cercanas y luminosas.

La tía Rosa me acusó de haber tomado la ración mas grande de alimentos, por eso no me quitaba la vista. Vieja zorra, todo lo quiere, que coma lo que quiera, pero la atención del viejo es mía, es mi padre. Y la tuve, me miró y dijo: pareces un venadito asustado, acorralado por su cazador, corre, corre hijo. Mis ojos son pequeños y de color verde, nada tienen en común con los de un venado pero corrí. La voz de papá me acompaño en el camino, no era la mas fuerte pero la escuchaba sobre todas las otras voces.

“Tienes el mismo talento que tu tío, puedes escuchar las voces del mundo, no hagas caso de ellas. No es bueno ponerles atención, te pondrán triste, te pedirán hacer cosas que te dañan. Ellas no son mas fuertes que tú, no les regales tu voluntad, pelea, pelea como tío, corre, corre hijo”

Las voces, dulces y malvadas, confortantes y alentadoras, simples voces viajando en mi cabeza. Les encontré al tiempo melodiosas, arrullaban mis sueños. Dos meses pasé sin comer, corriendo. Eso creo. Ya no quiero seguir corriendo, quiero comer y descansar. Llevar conmigo la locura que me regaló la tía fue muy acertado, a veces, cuando vomitaba algunas mariposas las echaba a la bolsa llena de jazmines y locura para divertirme. Pobres mariposas. Aprendí que para qué no me siguieran destrozando el estómago era mejor provocarme el vomito y ver como en su afán de disfrutar los jazmines terminaban consumidas por mi locura.

-¡No me gustan las lentejas, y menos los garbanzos!, tía. No me has dicho dónde está papá._____ ¡¿Qué?!_____. No, no quiero que tejas más caminos si los voy a andar solo.



viernes, enero 11, 2008

(1)…y otras cosas del estómago.

Fue hace dos años y medio, la tía Rosa estaba de visita en la casa, la casa estaba ya cayéndose, la humedad del verano carcomía las paredes y las gotas de sangre eran solo visibles por la noche. Entonces yo no sabía lo que quería a ciencia cierta, no lo supe hasta la noche en que la casa nos cayó encima, fue muy larga esa noche. Yo ya le había dicho a mi padre que corríamos peligro si nos manteníamos viviendo allí, él junto con su terquedad no me escucharon.

Heredé de él el carácter testarudo, y más que de defecto lo he visto como virtud, me ha servido para mantenerme firme en algunas decisiones. Nos encontrábamos cenando en la vieja cocina cuando escuchamos un crujir de las paredes, el techo del pequeño zaguán había caído. Sentí mi esquizofrenia en el estómago, ésta buscaba refugio, se mezclaba con un poco de mezcal y café de olla, mientras los restos de las mariposas muertas me destrozaban cuál navajas filosas el estómago, vomité sangre esa noche.

Mi padre ocultaba el dolor que le producía ver su casa en ruinas, yo no quería llorar porque podía empapar el resto de las paredes y la humedad las derribaría. No lloré. Reí a carcajadas, burlándome de nuestra desgracia, del futuro. Fue entonces que le pedí a mi tía Rosa me regalara su locura y el ramo de jazmines amarillos que llevó cuando se casó.

En los minutos que logré dormir antes del amanecer tuve un sueño muy placentero, soñé con un jardín lleno de jazmines amarillos, era el día de mi boda, yo vestía de blanco y llevaba azares en la cabeza; la recepción de la boda era en casa de papá. Una casa chica, de color blanco, con paredes de adobe y teja de paja.

La mañana fue muy cruda, habíamos dormido en la calle. La ruinas que vimos al abrir los ojos nos hicieron recordar lo allí vivido, las pérdidas terminaban con el derrumbe de la casa. Nuestros muertos, los fantasmas, los rencores al fin desaparecían. Mi tía encontró los jazmines muertos, abandonos en un baúl de madera apolillado. Todos nos encontramos ausentes de la misma realidad.

Caminé por el jardín, no eran jazmines y no eran amarillos, los azares se soldaron a mi cabeza como las ideas románticas del amor a mi corazón. Ya sabía lo que quería, siempre lo supe. Caminar por un jardín y entender que puedo plantar jazmines amarillos si no los hay.

Cuando regresé de la caminata las paredes de la casa crujían, era como un lamento lejano que pedía contara sus historias de esquizofrenia, males cardiacos, insomnios y otras cosas del estómago.





(El escrito está muy confuso, lo sé, es el fin. En un siguiente post aclaro ideas. Les aviso)

jueves, enero 10, 2008

Puedo mentir...


Puedo hacerlo.
Nada me cuesta decírtelo
o facilitarte una lista,
interminable quizá,
que te guíe
para conquistarme.

Puedo a bien confesarme ante tí
y descubrirte mis miedos,
regalarte mis silencios,
dormir en tus pensamientos.

Puedo no darte nada
y negarme a que hurgues
mis vacíos
en tus ratos de ocio.

También puedo, y lo sé,
no hacer nada.

lunes, enero 07, 2008

Cuando las noches no me son suficientes...

Siempre hay alguien que lo ve todo, hasta lo que llevamos dentro. (María Félix, “Vértigo”).


Hoy es una de esas noches en las que el fuerte frío de invierno me cala en los huesos, los recuerdos revuelven mi estómago y la soledad de mis pensamientos me roba el sueño. La añoranza de tiempos pasados hace que el lado izquierdo de mi pecho sienta una contracción inusual, que mis ojos sientan la necesidad de llorar para dar alivio al alma y las manos se llenen de ansiedad por arrancar toda muestra de desesperanza. Es en estas noches cuando me visita la extraña, y tan conocida a la vez, sensación de desear correr a la calle y contarle al primer desconocido mi vida; hablarle de mi días felices, de mis temores, manías, gustos y los detalles que me hacen reír o llorar. ¿Cuántas noches he sentido el impulso? Ya no lo recuerdo.

Esta noche las calles han estado desiertas, el frío mantiene a la gente recogida en sus casas. No hubo descocido a quien contarle, regresé a casa en la misma situación que salí hace unos minutos.

Un momento… sí, es el olor a tierra húmeda el que estoy recordando. Es en casa de mis padres, algunos años atrás en una tarde de verano, estoy frente a la ventana y ya ha dejado de llover. El cielo se mantiene gris y el agua corre libremente por la calle. Una voz me llama desde el exterior y me oculto tras las cortinas, me mantengo allí por unos segundos… Se ha ido el resto de la imagen.

Acerqué una manta para amortiguar el frío, no poder recordar el resto de esa tarde me ha inquietado sobremanera. La voz me fue familiar durante mucho tiempo, juntos descubrimos años después un nuevo mundo. Un mundo escondido del cuál él pudo huir y yo me mantuve atrapado.

Como esa tarde hubieron de ocurrir otras tantas más, donde escondido tras la ventana observaba pasar una vida a la que cada día renunciaba. Me sentí culpable por ser quien soy y avergonzando de mí prefería alejarme de toda posibilidad de luchar por ser feliz. Y es ahora, en estas noches, cuando me encuentro solo, que recuerdos como éste me acompañan. Un día el desconocido aparecerá y podré contarle esto y más, entonces sabrá de mi vida lo que aún yo desconozco de ella.

viernes, enero 04, 2008

Ciao, Doscerocerosiete.

No comí doce uvas esa noche y tampoco hice propósitos o pedí ningún deseo. Son doce, lo sé, es un buen número; es solo que no pienso proponerme nada, no deseo nada – y no por qué tenga todo lo que necesito, no. No me gustan las semillas de las uvas, no quiero hacerme propósitos que no pienso cumplir y desear otra vez lo mismo. Para mí el año no ha comenzado. Voy a sumarle los días que sean necesarios para que vengan a mí las ganas de desear, de proponerme nuevos retos y el gusto por guardar las semillas de las uvas en mi cartera a modo de recordatorio. Hasta entonces resumo veintisiete años en uno solo. Fragmento, “Del autoengaño a la desolación”.

Doscerocerosiete.

-¿Seguro que te sientes mejor? Deberíamos descansar, te noto muy agotado y no quiero te enfermes. Mira que yo no tengo problema con bajar el paso y esperarte un poco. La jornada ha sido larga y sé que no lo has pasado del todo bien, eso lo sé por tu rostro: llevas clavados la tristeza y el hastío. Pero anda, que no todo es malo en esta vida, ya lo decía la abuela “no hay mal que por bien no venga”, y la vida a de tenerte muchas y mejores sorpresas. “Lo mejor siempre está por venir”, dicen por ahí… Hombre, ¡camina!, ¡levanta ese ánimo!, ya nos falta poco, solo unas horas y será año nuevo.

-¡Deja de joder!, lo dije antes y ahora te lo repito: no me gustan las semillas de las uvas.

-Si serás terco… yo me voy y te quedas solo. Ya veré como enfrentas un nuevo año tu solo.

-Ja. Acá te lo muestro: