Un olor a putrefacción me persigue, aunque yo me escondo entre aromas robados de fragancias contenidas en pequeños envases con nombres de personajes conocidos por la televisión que me encuentro en el basurero, me es imposible no encontrarle a la vuelta de la esquina. Ya lo he intentado burlar vistiendo nuevas ropas, cambiando mi andar e inclusive la mirada en mis ojos. Solo la muerte es segura, susurran los fantasmas de mis recuerdos. La idea de la reencarnación ahora resulta reconfortante. Leí sobre el ave y un monje dice en su libro que todos lo somos una de esas, un ave fénix. De principio me causó risa, pues creí haber leído “feliz”.
Las pérdidas no siempre significan lo que la palabra en sí sugiere, también se gana perdiendo. No es lo que pierdo, es lo que me ahorro comentaba el abuelo. Así que la muerte bajo ese supuesto no siempre significa un desapego, un dejar de existir, una limitación al ser, el final de una emoción o sentimiento, si el ave fénix (mitológicamente) es capaz de resurgir de sus cenizas porqué no lo hemos de hacer nosotros en éste plano.
Estoy cansado, llevo tres semanas caminando sin rumbo, recordando amistades perdidas, alegrías y lagrimas de un pasado fracturado. Nunca estuve tan confundido, ni siquiera el día que escogí a la calle por hogar o el día que él me dijo que me quería y sin embargo al mismo tiempo amenazaba de muerte a mis ilusiones. ¿Por qué la gente no sabe querer?, ¿será que les falta cerebro?, yo creo que el corazón es un musculo tan simple al final que no es que el que nos da la capacidad de querer a los demás, te lo quitan y te mueres. Pero si amas de verdad puedes vivir para siempre, con o sin corazón. El señor que le dicen “el borrado” tiene un marcapasos, sí, es un aparato que le ayuda a su corazón; eso quiere decir que ya no le funciona o está muerto, y él sigue queriendo a su familia. Yo no entiendo. Pero sé muy adentro que un día entendí. No lo sabía todo, es lo que ahora sé, pero entendía que no se muere cuando de amor de trata.
Me pregunto si toda ésta gente que me lanza miradas esquivas se hará las mismas preguntas que yo, desearán recobrar a sus viejos amigos, familia y amores olvidados, y si la necesidad del perdón les roba el sueño como a mí. Al final quién soy yo, un simple limosnero. No siempre fue así, y no lo será para siempre. Estoy muriendo, lo siento ya cercano. El olor a muerte cada día está más presente, y no es culpa de los años que llevo peleado con el baño. Lo sé porque mi corazón se está recuperando, eso lo decía el libro del monje, del cual olvidé su nombre, pero en una frase resumía lo que ahora siento: “una luz que proviene del fondo de un rio revuelto calmará las aguas”.
Pobres mujeres, espero les haya servido la paga por sus lágrimas, no las merezco. Agradezco su intención, es el primer gesto fuera de falsedad que recibo sin importar haber pagado por ello. Sigo invisible a los demás, soy dueño de sus miradas esquivas. Tienen miedo a verme, a reconocerse en mí. No me provocan lástima, ni compasión. Deambularé por el mundo como antes lo he hecho, estoy vivo y voy a celebrarlo. Tal vez mañana me preocupe por recuperar lo perdido.
Y si no… no importa. Siempre queda la esperanza de ser visto.