martes, septiembre 22, 2009

Del perdón al olvido; y otras batallas perdidas.

Después de algunas batallas perdidas por fin conozco el sabor de la victoria. Es amargo, sobre todo si viene acompañado del dolor, raspa en la garganta como un trago de mezcal; emborracha el ego y disfraza cualquier sentimiento de culpa. Así es como la siento.

Durante muchos días me dediqué a buscarle, y no menos noches le soñé, estuve consagrado a la idea de alguna tarde no verme rendido. Mala la hora en que me encapriché contigo. Nunca fuiste tan importante, siempre tan imprescindible y veme ahora: dependiente de ti.
No hice caso a las estrellas que anunciaban nuestro fatídico destino. Ignoré toda señal de desdicha, abandono o desesperación. Imité expresiones de felicidad y diluí los amargos sabores de la soledad en infusiones de falsos remedios para el amor.
Lo supe en principio y continué en batalla. Ésta vez ganaría, lo sabía. Mi intuición no pudo ser más acertada. Gané por primera vez (y no entiendo porqué me siento derrotado). Ahora me encuentro libre para enamorarme.

2 comentarios:

Muegano. dijo...

"Mala la hora en que me encapriché contigo"...que desde ahi ya está todo jodido! Y lo que duele no es el capricho, sino la raíz...
Abrazos señor Él!!!

Erranteazul dijo...

A veces, ganando se pierde. Otras más, perdiendo se gana. Acaso por eso, señor Él, vos sentís ese sabor agridulce...?

En todo caso, perder o ganar, no es la vida lo suficientemente hermosa como para pasar por ella?

Y cuando al fin nos encaminemos por el último sendero, será tiempo de ganar?...o de perder?

Ganando se pierde, perdiendo se gana...qué más da?

ABRAXO!