jueves, enero 31, 2008

Saldos insolutos. Parte I. La peste.

Yo no quería soñar nuevamente con los rostros sombríos y carentes de expresividad en los ojos, tampoco quería soñar con las miradas lascivas de los cuervos que rondándome aguardaban mi caída; esos días prefería no soñar. Pero a pesar de mis deseos (aunque nunca antes había sido lo que yo que quería y menos esos días) tuve un sueño donde había una habitación plagada de insectos, -moscas. Ocurría en los baños públicos del templo menor de mi pueblo.

Si bien recuerdo, la última vez que soñé con el templo, específicamente una escultura implantada en su atrio, fue cuando yo tenía diez años. La impresión que de inicio me produjo marcó un antes y después mi vida como adolescente. Su color gris, de piedra fría, quedó reflejado en mi estado de ánimo. Hubo días, y hoy no voy a negarlo, que quería ser como esa estatua: inerte, ecléctico, dueño de una respetable parsimonia; afectado en mi exterior solo por los cambios climáticos –lluvias y ventarrones, y con interior de roca. Otros días, tan llanamente, mis pensamientos se arraigaban a la idea del no ser.

Al abandonar el templo, después de haber recitado un par de oraciones (recién memorizadas) la primera imagen que se revelaba a mi vista era la aquélla escultura, un ángel custodio que con su mano derecha sugiere se guarde silencio y con la izquierda sostiene una tabla o códice. El sueño dejo de ser brillante, el toque sombrío que tomaba despertó mi inquietud. Estoy seguro de haber temblado y de que mi sudoración fue quién instantes mas tarde mojaría la cama. Contemplé el ángel con la misma mirada curiosa y provocativa que lo hice a mis diez años, ingresé a los baños y cuándo apunto de orinar aparecen las moscas. No cien, miles de ellas. Traté de defenderme orinándolas, ¡que absurdo!, como si con mi orina las pudiera exterminar. La guerra en pleno y suena el despertador.

El ser homosexual causaba conflictos en mi conciencia religiosa y más conflicto causaba la escultura del gallardo y varonil ángel. Mordía mis labios e imaginaba las proporciones del cuerpo que se escondía bajo una tunica que llegaba hasta las rodillas, ¿cuántas veces? ya lo olvidé, fantasear con él me acercaba a ser un sodomita. No importaba. En la sala de casa mis padres me encontré con un libro, la biblia, todo un descubrimiento. De entre todas sus páginas lo que atrajo mi atención fueron sus imágenes. Hombres y mujeres de perfectas facciones y proporciones representando cada pasaje bíblico. Héroes y heroínas de una antigua religión deleitaban mi vista. Fui descubriéndome y descubriéndoles, yo despertando mi sexualidad y ellos inspirando mis primeras pasiones. El camino me llevó buscar más imágenes del arte sacro. Una tarde de cielo gris me topé con una sorprendente imagen.

2 comentarios:

Dídac Muciño dijo...

oooh esto si suena interesante, descubriendo el horizonte sexual por medio del arte sacro, del arte divino, de la religiosidad y el exvoto...

Que dios nos amapare jejeje

SAludos!!

Muegano. dijo...

Hmmm! Había ya pasado por la fantasía cargada de figuras griegas y romanas...pero arte sacro? Alguna vez contemplando un Jesús tamaño real, con sólo girones de ropa me pregunté si la tendría grande? jeje.
¡Qué bueno que soy budista! ;)
Saludos!