De mañana y en la cama, sin tener nada mejor que hacer, me puse a leer el periódico. Encontré una noticia en la sección policíaca (nota roja) que llamó mi atención de inmediato, dejándome intrigado y hasta cierto punto sobresaltado. La nota narraba los sucesos ocurridos a un sujeto hasta entonces para mi desconocido. El desconocido al parecer fue atacado por cocodrilos la tarde del día anterior, el periódico lo refería como un accidente, los hechos se desarrollaron en el zoológico. En las paginas ya maltratadas podía leerse: “Los guardias de seguridad del zoológico escucharon ruidos, específicamente en el área del estanque de los cocodrilos, al ir a percatarse de lo que sucedía se dieron cuenta de que el cuerpo de un hombre era arrastrado por un cocodrilo. De inmediato solicitaron ayuda, actuaron con rapidez pero sin buenos resultados, lograron rescatar al hombre aunque éste ya había sufrido severos daños en una de sus piernas”.
Aparte mi atención del periódico por instantes y lo primero que vino a mi mente fue la pregunta ¿de dónde venia mi fascinación por leer la nota roja? y recordé que el día que cumplí diez años recibí un regalo muy peculiar. No fue el regalo en sí lo que originó en mí aquel interés, pues resultaron ser unos calzones con la imagen de Mazinger Z (una de mis caricaturas favoritas junto con los Thunder Cats), lo distintivo del regalo era su envoltura. Los calzoncillos habían sido envueltos en papel periódico, casualmente por la sección policíaca, al abrir el regalo, y como parte de un ritual, conservé la envoltura. En una llena de ocio leí algunas de las notas impresas en aquella página que antes fue parte de mi regalo. Quedé cautivado con el estilo de narrativa que usaba el reportero y lo trágico de las historias, así pues solo les di algunos tintes románticos y heroicos a los personajes para recrear una historia que complaciera mi morbo.
La muerte me atraía de tiempo atrás y darle un toque de heroísmo siempre me gustó, siempre he creído que la muerte va más allá de ser nuestro último acto y no merece ser menospreciada. A veces en la muerte, pensaba y pienso, radica el propósito de nuestras vidas: todos venimos a morir de una manera gloriosa.
Retomé mi lectura de la nota ya sin atender del todo lo que leía pues mi mente se puso a trabajar. Comencé a imaginar lo que para mí había llevado a ese pobre hombre a arrojarse a los cocodrilos. En definitiva era un acto suicida, desesperación, un acto de un hombre desolado y triste que pensó encontrar solución a sus males en la boca de los cocodrilos. Me parecía que al darle un toque de romanticismo a la historia sería mejor que dejar en el olvido al pobre hombre que al final terminaría como una estadística más. Ya había perdido su pierna en la boca de un reptil, y no sé que otras cosas más, así que yo le daría una justificación a los hechos:
“Paseaban por la ciudad, Él, el desconocido, y Oscar, su amante. Oscar, su amante, hace tiempo se había dado cuenta que Él lo engañaba, dio tiempo para que lo confesara pero Él no nunca lo hizo así que esa tarde lo enfrentó. Él negó todo pero Oscar tenia fotografías que comprobaban la infidelidad, pruebas contundentes tomadas por él mismo. Él no supo que decir, como siempre, como todas las noches de silencio que vivía con Oscar. Todo lo dijo el Oscar, con entono de voz tranquilo: se termina aquí lo nuestro, no quiero verte jamás, adiós. Él sintió morirse, era verdad que lo había engañado, le mintió, pero solo a él le quería, solo de Oscar era su corazón. Oscar no entendía porqué Él se sentía asfixiado. Resultaba que a Él jamás nadie lo había querido como Oscar, jamás nadie se había preocupado por Él y al tener junto a él a una persona que lo amara, más que un bien le hacia daño, no se sentía merecedor del amor que Oscar le profesaba. Él pensaba que engañándolo provocaría su desamor y le dolería menos el abandono, no imaginó que su corazón se partiría cuando el Oscar lo dejara. En el primer semáforo en rojo se bajo del automóvil, corrió tan rápido como pudo y de pronto se vio frente al puerta del zoológico, entró, caminó por los pasillos y estando frente al estanque no lo pensó mucho. Se arrojó a los cocodrilos”.
La sensación de pérdida que invadió mi cuerpo mientras imaginaba la historia fue muy fuerte, como si yo mismo esa tarde hubiera perdido la pierna y al amor de Oscar por culpa de mis inseguridades. Los sentimientos que le puse al desconocido no eran más que los míos. Sentí miedo. Temblé. Era yo también quien sentía que mi pareja no merecía estar con alguien como yo, un ser atormentado, una persona resentida con el mundo por el daño que cree le han hecho, un ser incapaz de amarse a si mismo. Temí cometer un acto similar pero ya era muy tarde, el dolor en mi pierna derecha me hizo dirigirle la mirada y darme cuenta de que era yo el protagonista de tal historia. La tarde anterior no solo perdí mi pierna…
Aparte mi atención del periódico por instantes y lo primero que vino a mi mente fue la pregunta ¿de dónde venia mi fascinación por leer la nota roja? y recordé que el día que cumplí diez años recibí un regalo muy peculiar. No fue el regalo en sí lo que originó en mí aquel interés, pues resultaron ser unos calzones con la imagen de Mazinger Z (una de mis caricaturas favoritas junto con los Thunder Cats), lo distintivo del regalo era su envoltura. Los calzoncillos habían sido envueltos en papel periódico, casualmente por la sección policíaca, al abrir el regalo, y como parte de un ritual, conservé la envoltura. En una llena de ocio leí algunas de las notas impresas en aquella página que antes fue parte de mi regalo. Quedé cautivado con el estilo de narrativa que usaba el reportero y lo trágico de las historias, así pues solo les di algunos tintes románticos y heroicos a los personajes para recrear una historia que complaciera mi morbo.
La muerte me atraía de tiempo atrás y darle un toque de heroísmo siempre me gustó, siempre he creído que la muerte va más allá de ser nuestro último acto y no merece ser menospreciada. A veces en la muerte, pensaba y pienso, radica el propósito de nuestras vidas: todos venimos a morir de una manera gloriosa.
Retomé mi lectura de la nota ya sin atender del todo lo que leía pues mi mente se puso a trabajar. Comencé a imaginar lo que para mí había llevado a ese pobre hombre a arrojarse a los cocodrilos. En definitiva era un acto suicida, desesperación, un acto de un hombre desolado y triste que pensó encontrar solución a sus males en la boca de los cocodrilos. Me parecía que al darle un toque de romanticismo a la historia sería mejor que dejar en el olvido al pobre hombre que al final terminaría como una estadística más. Ya había perdido su pierna en la boca de un reptil, y no sé que otras cosas más, así que yo le daría una justificación a los hechos:
“Paseaban por la ciudad, Él, el desconocido, y Oscar, su amante. Oscar, su amante, hace tiempo se había dado cuenta que Él lo engañaba, dio tiempo para que lo confesara pero Él no nunca lo hizo así que esa tarde lo enfrentó. Él negó todo pero Oscar tenia fotografías que comprobaban la infidelidad, pruebas contundentes tomadas por él mismo. Él no supo que decir, como siempre, como todas las noches de silencio que vivía con Oscar. Todo lo dijo el Oscar, con entono de voz tranquilo: se termina aquí lo nuestro, no quiero verte jamás, adiós. Él sintió morirse, era verdad que lo había engañado, le mintió, pero solo a él le quería, solo de Oscar era su corazón. Oscar no entendía porqué Él se sentía asfixiado. Resultaba que a Él jamás nadie lo había querido como Oscar, jamás nadie se había preocupado por Él y al tener junto a él a una persona que lo amara, más que un bien le hacia daño, no se sentía merecedor del amor que Oscar le profesaba. Él pensaba que engañándolo provocaría su desamor y le dolería menos el abandono, no imaginó que su corazón se partiría cuando el Oscar lo dejara. En el primer semáforo en rojo se bajo del automóvil, corrió tan rápido como pudo y de pronto se vio frente al puerta del zoológico, entró, caminó por los pasillos y estando frente al estanque no lo pensó mucho. Se arrojó a los cocodrilos”.
La sensación de pérdida que invadió mi cuerpo mientras imaginaba la historia fue muy fuerte, como si yo mismo esa tarde hubiera perdido la pierna y al amor de Oscar por culpa de mis inseguridades. Los sentimientos que le puse al desconocido no eran más que los míos. Sentí miedo. Temblé. Era yo también quien sentía que mi pareja no merecía estar con alguien como yo, un ser atormentado, una persona resentida con el mundo por el daño que cree le han hecho, un ser incapaz de amarse a si mismo. Temí cometer un acto similar pero ya era muy tarde, el dolor en mi pierna derecha me hizo dirigirle la mirada y darme cuenta de que era yo el protagonista de tal historia. La tarde anterior no solo perdí mi pierna…
6 comentarios:
So cacho este tipo....mejor tiras al otro a los cocodrilos y ves con insana satisfaccion como te pide por ayuda ..mientras a cada pedido le tiras amablemente una de las fotos prueba de la infidelidad...ESO hubiese sido poetico
Estoy hasta la madre de cansado.
Mañana chateamos por msj si?
mandame por cel tu numeor y te marco...
0458115319319
Yo te marco, solo dame tu numero...
Ya te imprimí...
Yo tengo terror a los cocodrilos...que fuerte!!! Un beso.
Lo supe desde que lo empecé qa leer...
Te entiendo perfectamente.
No somos únicos.
A través de los años vamos perdiendo todo, nos vamos mutilando, y lo que es peor, con conciencia.
Ahora bien.
Porque cocodrilos?
Porque no jabalíes?
Como escondemos nuestros, probelmas bajo historias fluas, es como una cura a nuestra mente, a la concienca transnorchada de tantas inseguridades, despechos, miedos,`pero esto conlleva a un cura,lenta pero segura.
Saludos MI!!!!! querido él!!
Adios MIIIII!!!! amado venus.
Buen dia.
:D
Me huele tanto a Almodóvar... porqué sera?
Abrazos!
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