Contaba con menos de cinco años, según la memoria de mi madre, cuando por accidente prendí fuego a la sala de la casa. El hecho con el tiempo se convirtió en una anécdota familiar y dejó de pertenecerme, aunque yo no lo recordaba con exactitud, era mío, se había convertido en el único recuerdo de infancia con el que contaba pues no hay fotografías que documenten mi vida hasta esa edad. Me molestaba que con el pasar de los años confundieran al protagonista de aquella hazaña y se la adjudicaran a mi hermano dos mayor, ya cargaba yo con el estigma de ser el del medio y vestir la ropa que ya no le quedaba. No odiaba, ni odio, a mi hermano por eso, pero la historia me gustaba demasiado para compartirla.
La anécdota era contada por mi madre a las visitas, la escuché con mucha atención mientras bajaba las escaleras, no mencionó mi nombre en ningún momento. Aunque habría sido mejor pasar inadvertido hice un ruido con mis pies para ser visto, ellos sólo saludaron; correspondí al saludo y abandoné la habitación. Seguro que mi madre aclaró que era yo el incendiario, eso pensé. No fue el único incendio que provoqué a mi corta edad, existió otro.
La primera vez que “mentí gravemente” sentí que mi respiración se cortaba y mis mejillas se sonrojaban a tal grado que era evidente que mentía. Por otro lado, no recuerdo mi primer “mentira inocente” y menos los motivos que tuve para hacerlo; tampoco recuerdo que edad tenía y si mi conciencia entendía las consecuencias de ocultar la verdad. Después, de que a bajo mi conciencia mentí gravemente, me resulto fácil seguir mintiendo a los demás y a mi mismo.
Regresé a casa para encontrarme con una sala vacía y la pregunta sobre dónde había estado todo ese tiempo. Mejillas sonrojadas, corazón acelerado, respiración cortada y yo tratando de imprimirle firmeza a mi tono voz: jugando en la calle, sentencié. Me levanté del sofá, que años antes había quemado, y me fui a mi cuarto. Revisé mis bolsillos y encontré algo que no me pertenecía. El objeto aquel no era un buen augurio. Después lo supe.
Hasta el día de ayer los recuerdos tenían sentido por separado; los años en que sucedieron los distaban y cortaban cualquier relación circunstancial, por un lado un incendio accidental a temprana edad y por el otro una mentira conciente ya entrada la adolescencia. Sin embargo un tercer evento surge de entre mis recuerdos.
El robo no era una de mis cualidades, aunque debo confesar que jamás fui descubierto, y no lo hacia por necesidad pues en casa había lo suficiente, era una inclinación de la que ni yo conocía el origen. La mayoría de las veces lo hacia para llevar conmigo una pertenecía de la persona con la cual me había encontrado. Una manía que me servia para colección objetos pertenecientes a mis conquistas. Robé desde prendas de vestir, cinturones, relojes, cadenas, anillos y cualquier objeto personal hasta sonrisas, miradas, suspiros y corazones enamorados. También, por que igualmente lo robé, ilusiones y días soleados. El primer objeto en la colección fue un encendedor.
Desde que dejé la sala, después del interrogatorio de mi madre, la culpa por haber mentido me siguió como sombra, aunque mas tarde fue fácil seguir mintiendo, engañar por primera vez no me hizo sentir orgulloso. Así que durante un tiempo aprendí a vivir con la culpa.
-Ya lo hemos escuchado mucho, y no ha dicho como sucedieron los hechos ¿podría dejar de abundar en su vida, para proseguir con la declaración?
Para eso estoy aquí seños Juez. Yo me encontraba en casa, triste, muy triste. La vida ya no tenía un sentido para mí, buscando una navaja para quitarme la vida fue que encontré un caja con los objetos que fue coleccionado, ¿recuerda?, de allí tome el encendedor. La idea no vino de inmediato a mi cabeza, tardó un tiempo porqué yo recordé antes a quien pereció el encendedor, casualmente era de él. (Años antes fue él quien quemó parte de mí con ese encendedor) Fue entonces que lo planeé todo, por la tarde me presentaría en su casa y le prendería fuego. Es lo que hice.
-Señor Juez una señora que se dice la madre del joven quiere verlo.
¿Tu si me crees verdad? Tenia que hacerlo. El recuerdo me estuvo quemando por mucho tiempo, nunca me quejé de ningún abuso porqué yo ya no era un niño y también lo deseaba. ¿Pero no a pesar de ello, es un abuso? ¿Despertarle la sexualidad a un adolescente no es un abuso? ¿Es justa la venganza? Por eso lo quemé.
-Joven, tranquilícese, su madre ya nos ha dicho todo, acompáñela. [Pobre chico, tantas manías lo han vuelto loco, él nunca quemó la sala: fue su hermano]
La anécdota era contada por mi madre a las visitas, la escuché con mucha atención mientras bajaba las escaleras, no mencionó mi nombre en ningún momento. Aunque habría sido mejor pasar inadvertido hice un ruido con mis pies para ser visto, ellos sólo saludaron; correspondí al saludo y abandoné la habitación. Seguro que mi madre aclaró que era yo el incendiario, eso pensé. No fue el único incendio que provoqué a mi corta edad, existió otro.
La primera vez que “mentí gravemente” sentí que mi respiración se cortaba y mis mejillas se sonrojaban a tal grado que era evidente que mentía. Por otro lado, no recuerdo mi primer “mentira inocente” y menos los motivos que tuve para hacerlo; tampoco recuerdo que edad tenía y si mi conciencia entendía las consecuencias de ocultar la verdad. Después, de que a bajo mi conciencia mentí gravemente, me resulto fácil seguir mintiendo a los demás y a mi mismo.
Regresé a casa para encontrarme con una sala vacía y la pregunta sobre dónde había estado todo ese tiempo. Mejillas sonrojadas, corazón acelerado, respiración cortada y yo tratando de imprimirle firmeza a mi tono voz: jugando en la calle, sentencié. Me levanté del sofá, que años antes había quemado, y me fui a mi cuarto. Revisé mis bolsillos y encontré algo que no me pertenecía. El objeto aquel no era un buen augurio. Después lo supe.
Hasta el día de ayer los recuerdos tenían sentido por separado; los años en que sucedieron los distaban y cortaban cualquier relación circunstancial, por un lado un incendio accidental a temprana edad y por el otro una mentira conciente ya entrada la adolescencia. Sin embargo un tercer evento surge de entre mis recuerdos.
El robo no era una de mis cualidades, aunque debo confesar que jamás fui descubierto, y no lo hacia por necesidad pues en casa había lo suficiente, era una inclinación de la que ni yo conocía el origen. La mayoría de las veces lo hacia para llevar conmigo una pertenecía de la persona con la cual me había encontrado. Una manía que me servia para colección objetos pertenecientes a mis conquistas. Robé desde prendas de vestir, cinturones, relojes, cadenas, anillos y cualquier objeto personal hasta sonrisas, miradas, suspiros y corazones enamorados. También, por que igualmente lo robé, ilusiones y días soleados. El primer objeto en la colección fue un encendedor.
Desde que dejé la sala, después del interrogatorio de mi madre, la culpa por haber mentido me siguió como sombra, aunque mas tarde fue fácil seguir mintiendo, engañar por primera vez no me hizo sentir orgulloso. Así que durante un tiempo aprendí a vivir con la culpa.
-Ya lo hemos escuchado mucho, y no ha dicho como sucedieron los hechos ¿podría dejar de abundar en su vida, para proseguir con la declaración?
Para eso estoy aquí seños Juez. Yo me encontraba en casa, triste, muy triste. La vida ya no tenía un sentido para mí, buscando una navaja para quitarme la vida fue que encontré un caja con los objetos que fue coleccionado, ¿recuerda?, de allí tome el encendedor. La idea no vino de inmediato a mi cabeza, tardó un tiempo porqué yo recordé antes a quien pereció el encendedor, casualmente era de él. (Años antes fue él quien quemó parte de mí con ese encendedor) Fue entonces que lo planeé todo, por la tarde me presentaría en su casa y le prendería fuego. Es lo que hice.
-Señor Juez una señora que se dice la madre del joven quiere verlo.
¿Tu si me crees verdad? Tenia que hacerlo. El recuerdo me estuvo quemando por mucho tiempo, nunca me quejé de ningún abuso porqué yo ya no era un niño y también lo deseaba. ¿Pero no a pesar de ello, es un abuso? ¿Despertarle la sexualidad a un adolescente no es un abuso? ¿Es justa la venganza? Por eso lo quemé.
-Joven, tranquilícese, su madre ya nos ha dicho todo, acompáñela. [Pobre chico, tantas manías lo han vuelto loco, él nunca quemó la sala: fue su hermano]
7 comentarios:
ke chistoso, hice una analogía parecida en mi post-el fuego kema o limpia?
Wow! He mentido, me he robado un par de cosas, quemé también una sala!! Lo juro! También está en mi blog, en un post llamado 'Historial Académico' (yo no lo hice de manera accidental)...
Pero jamás he ido a juicio! Soy un prófugo feliz, jaja. ;)
tenes que escuchar Robo , Incendio y Saqueo de un Corazón..me las has recordado tanto....
La vida es cíclica.
Cuantas sonrisas me abré robado yo???
Cuantas almas saqueado?
Cuantos hogares incendiado???
Ni tanto como parece, pero si lo suficiente para ahra yacer aqui.
Y los que faltan es la incertidumbre que me no me deja.
La mentira, un disrfraz de la verdad, una epopeya de la vida, palabras para enbellecer la triste realidad.
pero me pregunto hasta que grado la mentire transgrede la verdad?, o es quiza qeu la verdad diere mas que la mentira?...
Caso relativo en todo!!
Yo ando por aqui, mi querido El.. digo MIIII, por que es MIIIO!!!!
No es celos, es solo intinto de pertenencia..
:D
Saludos y Abrazos!!
Yo no te voy a mentir.
Me gusta.
....
hago y leo como me dijstes asi que te jodes y me esperas a poner un buen comment
te quiere la guayaba,embarrame por onde quieras papacito
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