jueves, mayo 15, 2008

En este post el título no importa y mucho menos su contenido.

Han pasado ya algunos meses, tres, y mi vida ha cambiado. Si soy condescendiente puedo decir que ha sido para mejor, y siendo objetivo prefiero omitir cualquier comentario. No todo fue una pesadilla pues vaya que me he divertido, el sexo imprevisto y un poco de drogas han salpimentado mis días. Los últimos.

Logré adelgazar tres kilos en un solo fin de semana con un menú a base de cigarros, alcohol y cocaína. Las primeras horas, de un último fin de semana, han sido cruciales pues nunca antes vomité sangre y sentí al mismo tiempo que por mi boca huía el corazón. Ahí le perdí.

Entonces siguieron un martes y las dos horas del mediodía de un viernes. Como años atrás, en el año del mono, en punto de las trece horas, ese viernes, moría y, por placeres sádicos de la vida misma, renací a bordo de un tren sin destino. Desnudo y bañado en sangre me encuentro esperando llegar a la estación correcta. Si es que existe.

B-side/Lado B(itch).

Y llegaste a un lugar dónde no fuiste bien recibido.

El origen de muchas de nuestras discusiones radicaba, por sobre todo, en el hecho de que siempre quise tener la razón respecto a lo acontecido el día que nos conocimos. Ese día lo tengo perfectamente grabado en mi memoria; desde el primer rayo de sol en mi rostro hasta el último aliento de luna. Puedo recordar claramente el cantar de las aves, el ruido de los automóviles en la calle, las gotas de lluvia y el frío que vino después.


Enlistar mis defectos es mi virtud. Quererme poco, mi peor defecto.

Inesperadamente sucedió, sin aviso previo abriste la puerta a un mundo que no era el tuyo. Te obligaste a pertenecer, mudaste tus emociones a un cuerpo vacío y alquilaste, como se hace con un disfraz, una imagen de actor (protagonista) de telenovela en horario estelar. El papel de mártir te cansó y al vuelta de la historia, con bajo nivel de audiencia por cierto, cambiaste a ser el antagonista de un drama destinado al naufragio.

Quererte resultó tan complicado. Odiarte fue tan fácil que hasta olvidé como hacerlo.
No, dijiste con voz firme, y luego tajante terminaste mí relato añadiendo: el día que nos conocimos no hubo lluvia. Tampoco luna, respondí. Pintaba a ser nuestra ultima discusión en relación a lo no sucedido, pero no fue así. La verdad es que ambos mentimos, nos hemos ocultado de nosotros mismos que ahora es difícil reconocernos siquiera. Incluso siendo el mismo.