jueves, noviembre 29, 2007

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte II



Rojo y Bonito. Segundo Tercio: Las banderillas.

“…así pues hubieron de pasar los años para que yo entendiera el significado del sueño aquel de infancia. Los espejos, aunque ya soy unos años mayor, me siguen provocando reacciones diversas, no les temo como antes pero me es imposible observarme fijamente en ellos por un tiempo fijo. Inclusive me cuesta trabajo aceptar que lo me molesta de algunas personas no es más que lo que me molesta de mi mismo. Llegamos a desarrollar un sentido de observación tan agudo e incisivo que llegamos a conocer el punto exacto para dañar a los demás y…”. -Fragmento del diario de Leo.



[En el segundo tercio se ejecuta la "suerte de banderillas", en la que los "subalternos", "banderilleros" o "toreros de plata" como queramos denominarlos ponen al toro tres pares de banderillas.]



Rojo, él se puso ese sobrenombre y pidió a sus conocidos así le llamasen; el sobrenombre provenía del significado de su nombre real. A sus pocos años, catorce, sabia que el mundo era de él. Sus deseos carnales lo gobernaban, pero el gobernaba al resto de invitados a su vida. Caminaba por las calles seguro de que era objeto de deseo, se burlaba de quien podía y se negaba a ser la puta del barrio, él solo follaba con quien le apetecía. Su vida llena de superficialidad le era suficiente, años antes decidió bloquear el dolor en su vida, no crearía lazos con nadie mas, ya no habría miedo al abandono, nadie lo dejaría por que no tendría lazos con nadie. Solo un miedo invadía sus pensamientos: dejar de ser bello. Y sucedió lo que en la vida es inevitable. Su cuerpo sufrio cambios venidos de la adolescencia, ya no se sentía tan hermoso, hubo rupturas en su ego y sus emociones. Un rango que en adelante lo retraería emocionalmente quedo tatuado en su espalda.




“Cuando seas grande vas a estar rechulo, mi Bonito” eso le decía el pintor al joven que acaba de conocer… Bonito, como en adelante lo llamaría, y el pintor se conocieron en un cine porno. Bonito cursaba el último año de preparatoria y en el afán de explorar y definir su sexualidad acudió una tarde al cine, al que por los comentarios entre sus compañeros de clases se enteró que existía. Esa tarde, el pintor merodeaba como cazador en busca de una presa, Bonito fue el adecuado, conversaron y Bonito se sintió conquistado. La mirada del pintor, sus palabras y esa voz firme fueron la carnada que Bonito mordió. Desde entonces Bonito supo que en adelante para poder enamorarse debía admirar a la persona en cuestión como lo hizo con el pintor.

Meses después, mucho después de que las cosas para ellos no funcionaran, Bonito se presentó nuevamente en el cine, al entrar recordó que hace mucho no le llamaban por su nombre todos los conocidos en ese lugar, pues desde que conoció al pintor su nombre lo cambió por “Bonito”. Estando en el lobby del cine cruzó miradas a través del espejo con Rojo, se sintió intimidado por la seguridad que Rojo proyectaba y dudó en corresponder a sus coqueteos, cuando al final lo intentó Rojo ya no estaba. No había más imagen en aquel espejo que la propia. Recordó el día en que conoció al pintor y se encaminó a la sala de proyección. La oscuridad de la sala no le permitía Bonito una rápida búsqueda de un lugar en donde sentarse, espero a que la pantalla alumbrara un poco el lugar y cuando al fin sucedió fue sorprendente lo que pudo ver. La sala se encontraba totalmente vacía, no había rastro del chico que le coqueteó en el lobby. Confundido decidió abandonar el cine y regresar a casa. En el camino a casa, ya en un estado reflexivo, puedo reconocerse en el rostro de Rojo, la pesadez de una vida cargada de sinsabores Bonito ya la había experimentado. Tenía un pasado posiblemente parecido al de aquel extraño, pero a pesar de eso parecía que Rojo estaba conforme con su destino y Bonito no. Bonito luchaba por dejar atrás los miedos, los rencores pero los seguía cargando. Bonito luchaba día con día por ser mejor sin aceptarse del todo, permitía que otros, y lo peor, el mismo se flagélala por temas no resueltos. No entendió a tiempo que la aceptación era el camino correcto para el, decidió huir, comprar un boleto de tren y sentarse en una butaca a esperar…




{–De seguir así vas a terminar por quedarte solo. –Es tan asqueroso hacerse pasar por bueno como por malo. –No vas a encontrar a la persona que estas buscando.}

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte I.

Leo y María. Primer Tercio: Los picadores.

…y me dices que voy a quedarme solo, ¿qué sabes tú de mi?, ¿acaso dos frases robadas de un libro extraño, aprendidas de memoria, te dan el derecho a juzgarme?. Hace tiempo que estoy solo y no te diste cuenta, tu soledad solamente le ha hecho escasa compañía a la mía. Ya no quiero ser mas tu amigo, me haces y te hago daño, tenerte más que un bien resulta ser un mal. Pero no puedo dejarte, te quiero, me quiero en ti, a través de ti, eres un reflejo de mis miedos, siento odiarte en ocasiones, pero hay otras en que la luz de tu amistad me hace más fuerte. ¿Por qué fuiste tan cruel?, sabias muy bien que tus comentarios me dolerían. Me gustaría decirte que en el fondo te lo agradezco porque me haz forzado a crecer, pero la realidades que si tengo miedo a quedarme solo y sigo con tu amistad solo por esa razón. – Fragmento de una carta no enviada.

[La corrida se divide en tres partes denominadas tercios que se marcan con un toque de clarín. En el primero de ellos el diestro torea con el capote. Con un toque de clarín se indica que salgan los dos picadores al ruedo, situándose cada uno de ellos en un extremo de la plaza, pero sólo uno ejecuta esta "suerte".]





¿Recuerdas que te conté de un sueño lleno de espejos? Yo desperté con mucho miedo ese día, hizo mucho frío y amaneció lloviendo entonces y yo te abrazaba fuerte, muy fuerte y te contaba lo que había soñado, ¿si lo recuerdas, verdad?. Tú no me decías nada, te quedabas calladito, como siempre. Pero a mi no me importaba que no hablaras porque yo sabia lo que querías decirme. Has estado conmigo ya hace mucho tiempo y también has sido mi mejor amigo, ahora estas muy maltratado, como yo. ¿Será que no te he cuidado bien?. Aún me acuerdo de la clase donde la maestra nos pidió el estambre, yo no sabia para qué sería; ella nos pidió dos madejas de estambre de colores diferentes y yo las escogí de los colores que ahora tú estas usando. Sí, los escogí por que eran mis favoritos, rojo y azul. Uno como tus ojos: azules; y el otro solamente me gustaba mucho. ¿Sabes?... los espejos me siguen dando mucho miedo. – Contaba Leo a su muñeco de estambre, un payaso ya deshilachándose debido al paso del tiempo, mientras esperaba sentado en las butacas de una vieja estación de tren.



María, la madre de Leo, era una mujer callada de semblante triste, tan gris como su cabello. La vida no fue para ella lo que de niña soñaba, –no fue actriz, estrella de rock o súper modelo. Antes no fue nada y después solamente la madre de Leo.



Leo, único hijo de María, debió llamarse como su bisabuelo Leonardo pero por decisión del padre su nombre fue otro. Para él no importaba como haya sido nombrado, su sigo zodiacal fue Leo y le era suficiente para autonombrarse “Leo”, su verdadero nombre no le gustaba y cambiarlo por otro era la opción, aprovecho que además de su signo zodiacal él tenía un extraño parecido con los felinos: los ojos. Leo es inquieto, alegre y soñador, tal y como un día su madre lo fue.



Una mañana Leo amaneció con una noticia que cambiaría por completo su vida, las nuevas emociones experimentadas marcarían su corazón, ya no volvería a ser el mismo. Su primo, y mejor amigo, junto con su familia habían abandonado el pueblo durante la madrugada, el viaje no tenía planes de un pronto regreso. Leo y su primo fueron los mejores amigos en la infancia, estaban por comenzar la adolescencia y, la dependencia de Leo para con su primo era excesiva, parecía que Leo descubría el mundo a través de los ojos de aquel mejor amigo, así que la noticia recibida dejó desvastado a Leo. Al enterarse, no mencionó palabra alguna, sin más corrió a su cuarto, tomó el muñeco de estambre y subió a la azotea de su casa para echarse a llorar.



Antes de avisar a Leo lo sucedido, María pudo ver, a través del reflejo que el espejo le devolvía, que sus ojos denotaban una noche sin dormir acompañada de llanto y cansancio. En sus manos sostenía la sección de sociales de un periódico de meses atrás y en el obituario una noticia relacionada con un antiguo amor, su profesor de tercer año de primaria había muerto. Aunque el periódico se encontraba muy maltratado, pues con seguridad lo tuvo con ella toda la noche no lo dejó para dar la noticia a Leo. Bajó las escaleras para informar a Leo que su primo iba camino a encontrarse con su papá, en una ciudad muy lejana, que no sabia decirle cuando regresarían y lo mejor sería olvidarse de ellos. Subió nuevamente a su recamara, callada, sacó de un cajón unas viejas cartas y releyó su contenido, no hubo llanto, se abrazo a su almohada y durmió.



Leo, desde la azotea, alcanzo a ver la estación del tren, un impulso egoísta acompañado de un arrebatado pensamiento lo hicieron bajar de la azotea y caminar hasta llegar a la estación del tren. Estado en la estación, se sentó dispuesto a esperar…



{–No hablas mucho de ti. –Eres como la moraleja del payaso: alegre por fuera y triste por dentro. –Seguro tienes muchos amigos, ¿verdad?}

viernes, noviembre 16, 2007

Intermedio 3.6 / [...]


… y estoy desnudo, mi cuerpo lacerado, las heridas infectadas; los cuervos merodean colgados en el cielo, se escucha a lo lejos el aullido de las hienas, siento cercano el fin…


[El fin que ellos tanto desean.]



No daré tregua, -pienso,





¡No me jodan!, -grito,




...y entonces despierto.

martes, noviembre 13, 2007

Intermedio 3.5 / Es rojo.

Que hermoso cielo gris, -me dijiste.

El cielo no es gris, -refuté.

Te digo que el cielo es gris, -contestaste.

Lloré, me abrazaste y secaste las primeras lágrimas.

Es gris y no azul -aseguraste, imprimiendo poca seguridad a tu tono de voz.

Lloré mas fuerte, lo mas fuerte que pude, hasta desangrarme a través de los ojos.

Es rojo – afirmé, como quien con pruebas fehacientes descarta una equivoca teoría.
[Hoy debe ser rojo.]

Intermedio 3.4 / Un adios, dos actos...



Ella: ¿No en la intimidad de la alcoba me contestaste todos tus miedos?, ¿no en esas noches de lluvia consolé tu llanto?, ¿no fui yo quien…?


Yo: ¡Calla!, no me lastimes más con tus reproches…


Ella: ¡Vete!






De esa forma imagino que termina mi relación con ella, mi fiel compañera. Llevamos ya mucho tiempo acompañándonos, siendo amigos, queriéndonos; amándonos, siendo amantes. En ocasiones pienso que de tanto quererle he de terminar haciéndole un gran daño u odiándola, o viceversa tal vez. A pesar del tiempo juntos no logro conocerle y creo que ni ella a mi, nos hemos aceptado y tratado de sobrellevar. Ella tan egoísta y yo ególatra, ella sádica y yo masoquista, uno ciego y la otra cegadora, en ratos luz y en ratos oscuridad; todo en nuestras vidas son encuentros y desencuentros. A tiempo y tan a destiempo también. Le voy a extrañar una mañana, lo sé, y más que alegría me da temor, pues es ella con quien me desvelo, a quien le hablo de todos mis sinsabores y con la única que he tenido una relación duradera.






¿Qué voy a hacer sin ti, Soledad?...





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Aletargado, mis pensamientos fluyen libremente, la razón no los advierte; etéreos, eternos.

Abandonan mi cuerpo.

Parte de ellas los siguen en el camino a la nada.

Ojala no vuelvan y perezcan en el olvido.

Ellas…

¿Fueron mías ó eran tuyas?

Dímelo tú…

Sí, ellas, las obsesiones.

miércoles, noviembre 07, 2007

Sin título...


Eres como una noche de invierno, me decías. Y te perdías bajo las sabanas buscando mi calor; desesperado al no encontrarlo, te ponías en pie, te acercabas a la ventana y arrojabas al viento tu amor.

Yo seguía en la cama, disipándome con la noche, esperando el amanecer. No te dabas cuenta, siempre tan egoísta, solo pretendías que amara el reflejo que ti veía en ese espejo; ese que la luna nos regalaba.

¿Podrás amarme? Susurraste.

Yo callé, y me uní al silencio de la noche.



Soledad y abandono.

martes, noviembre 06, 2007

La casa de la muerte

[Seguimos celebrando a los muertos...]


Despertó en la calle, desnuda, sin conciencia de lo sucedido, los pies salpicados de lodo y las manos manchadas de sangre. No fue abusada, ni golpeada; no esa noche. La sangre era suya y de él, eso lo sabía.

Su cuerpo temblaba a causa de las bajas temperaturas, logró acercarse a un bote de basura y tomar papel periódico para arroparse un poco. Se reclinó en una esquina del viejo callejón. Triste y confundida tomó una posición fetal para calmar el hambre que su estomago gritaba. ¿O era su vientre el vacío?

Ya no había voces en su cabeza, su atención estaba en el epicentro de su dolor: el vacío en su cuerpo. Hambre en su corazón. Sed en su alma. Durmió por fin, embriagada por el dulce sabor del arrepentimiento, anestesiada por la falta de recuerdos, encontró en su locura la calma a su dolor.

Su realidad se reveló en un sueño, así lo creyó, en el que ella corría, escapaba de unos hombres de blanco que querían atraparla. Ella llevaba dentro de sí al hijo de mal. Al hijo del señor de la casa de la muerte. En el sueño ella corre sobre nubes grises, es más ligera y un líquido rojo es expulsado de su cuerpo dejándole la sensación de liberación del cuerpo; las nubes la liberan de los hombres: tragándolos.

Duerme. Despierta y llora. La claridad regresa a su cabeza. Llora. Recuerda y llora. Fue violada por su padrastro, el hombre de la casa de la muerte, ella es esquizofrénica y escapó del manicomio. Abortó a causa del esfuerzo físico de la huida. Los hombres cayeron en una fosa en el asfalto provocada por el terremoto ocurrido la noche anterior.

La noticia no salió en los periódicos, ella no regresó al hospital psiquiátrico, la fosa sigue sin ser cubierta y la casa de la muerte sigue en pie en una ciudad colapsada.

Ríe, sueña despierta. Se burla de todos y todo lo que nunca existió.

viernes, noviembre 02, 2007

Los ojos negros, el baile y el tequila…

[Veneno, mi relato de día de muertos]



Día de muertos; la clientela acostumbrada en el burdel está muy disminuida, ni siquiera los clientes más fieles se ha presentado, todo indica que será una noche tranquila. Veneno llegó temprano, las cosas en casa no están bien, el estado de embriaguez de su compañero José y la violencia que le desata son mejor evitarlos. Se ha maquillado y mudado de ropa en el pequeño cuarto que la dueña les renta; es un cuarto de tres por tres metros, con una cama que lleva sabanas sucias, una lámpara, un pequeño mueble que sirve de cómoda y un espejo. Espera sentada en la cama la hora de salir a la pequeña sala que funge como pista de baile.


Mientras se cuestionaba su relación con José un impulso la hace ponerse en pie y dirigirse al espejo, nota una expresión diferente en sus ojos, descubre que no los ha maquillado. Antes pintó sus labios de un color rojo, ocultó las marcas de los golpes con suficiente maquillaje, ruborizó sus mejillas, pero los ojos lo dejó intactos; a pesar de eso lucían perfectos, el color negro intenso y la expresión nueva en su mirada era suficientes, decidió no maquillarlos y dejar que lucieran por si mismos. Su mirada obscura, intensa, reflejaba el abismo donde se perdían sus emociones.


La hora llegó, los clientes aguardaban a las prostitutas, el tocadiscos con un ruido estruendozo anunciaba que la noche de seducción y placer había comenzado. Ella, Veneno, calzó un zapatillas con brillantes de fantasía, dió unos golpes contra el piso a los tacones y abandonó el cuarto. Antes de cerrar la puerta suspiró profundamente, sonrió y alzó la mirada, esa mirada altiva que la hizo por mucho tiempo la mejor entre todas las mujeres del burdel. Ahora era la mayor, pero no le desmerecía, conservaba algunos clientes y con las artimañas desarrolladas, después de tantos años dedicándose al negocio, bien podía robar algún prospecto a las compañeras.


Entró a la sala haciendo un pequeño baile; seductor, provocativo y sugerente. Se sentó en la mesa del centro, ordeno tequila y prendió fuego al cigarro. Absoluta quietud, caras tristes entre las compañeras, susurros entre ellas y los pocos clientes presentes. El cantinero vestía en su totalidad de negro. Veneno desconcertada, el mesero, único mesero, no le prestaba intención, parecía no escucharla. Lanzó un comentario a la mesa de al lado y no surgió efecto, estaba siendo ignorada por todos. Se preguntó si el incidente ocurrido la noche anterior tendría algo que ver con la actitud de todos.


La noche anterior ella debía quedarse mas allá de la hora normal de salida para atender a un cliente, José acostumbraba pasar por ella para luego trasladarse a la casa, esa noche José llegó antes de lo establecido. Su estado no era de lo mas aceptable, llego borracho el borracho, y la dueña del burdel se molestó pues no dejaba a Veneno trabajar con libertad. Los celos y las miradas inquisidoras de José distraían a Veneno, mientras ella bailaba con un cliente a José le pareció que aquél se estaba propasando demasiado, inicio un riña que derivó en un pleito callejero. La dueña pidió a Veneno dejar el lugar y solucionar sus problemas con su amante, mientras viviera con éste seria mejor no se presentara el desgraciado por allí.


En casa, José y Veneno, discutieron excesivamente, el calor de la discusión rebasó los límites de la cordura, entre golpes y reclamos Veneno quedó muy lastimada. La golpiza con seguridad provocaría la muerte…


Aturdida por la actitud se acerca a una de las mesas, escucha atenta el final de un relato: “el desgraciado la golpeó con saña, como a un animal indefenso, pobre Veneno, ella…”. Entendía ahora la actitud de sus compañeras, clientes y demás presentes. Lástima, le tenían lástima por lo sucedido y por eso temían acercársele, esa fue su conclusión. Se negó a escuchar el final del relato, donde aquella compañera que tanto la estimaba profería su muerte, “…ella, mi querida Veneno, murió.”.


Desde esa noche y cada año, en la noche de día de muertos, ella deja sin maquillar sus ojos, entra a la sala haciendo su pequeño baile, ordena tequila, repite la misma situación de indiferencia y se complace pensando que le tienen lástima…

jueves, noviembre 01, 2007

Después…


Después de dos años fuera de la ciudad Ernesto regresa para encontrarse con una nueva realidad; Daniel ya no está, ha pasado un año desde su muerte y dos años, los mismos que Ernesto estuvo viajando, que su relación terminó. El clima de la ciudad es frío, un halo de color gris la envuelve, puede que se deba a la contaminación o las nubes que cubren el cielo y prometen una nevada muy fuerte. Es medio día y Ernesto espera en la estación del tren a Gustavo, ellos cuentan con ocho meses juntos, un pasado no manifiesto en su totalidad y un cúmulo de planes por cumplir.


Después de que Gustavo dejó la clínica de rehabilitación fue que conoció a Ernesto, ambos asistían a un grupo de ayuda para adictos en rehabilitación. Durante el tiempo libre compartido en las sesiones fue que comenzaron a entablar su relación, al principio una amistad que a ambos convenía para hacer mas ligera su carga, luego y sin darse cuenta compartieron más que sus soledades. Gustavo habló de la cuidad de la cual provenía, misma ciudad que fue el hogar de Ernesto hasta hace dos años, ese hecho estrechó su relación aún mas. Gustavo era el motivo por el cual Ernesto regresaba a la ciudad que lo vio crecer.

Después de un tiempo Gustavo debió regresar a la ciudad de origen, los negocios de la familia requerían de su presencia debido a la grave enfermedad que padecía su padre. Juntos, Ernesto y Gustavo, decidieron que era tiempo de regresar y comenzar su vida como pareja ya establecida en un lugar conocido por los dos. Tenían un pasado marcado en esta ciudad y el futuro que vislumbraban a su relación solo sería perfecto si aquí ocurría. No se discutió mucho, Gustavo regresó y un mes después Ernesto llegaría.

Después de hora y media de espera Gustavo recogió a Ernesto, excuso su retraso argumentando una junta importante para el negocio, en el camino al departamento que compartirían Ernesto recordó a Daniel, el recuerdo de la llamada donde le informaron de su muerte fue muy claro y cercano como si en ese mismo momento hubiera recibido tal llamada. No dejaría pasar mucho tiempo antes de ir a visitar a la familia de Daniel, fue lo que se dijo en silencio. Gustavo notó que la expresión del rostro de Ernesto se tornó un tanto triste. Inicio una pequeña conversación para enterarse de los motivos.

-Después de que lleguemos a casa tendré que regresar a la oficina, espero no te moleste. Así podrás descansar y desempacar todo.
-Está bien, en realidad si necesito descansar, son muchas emociones.
-¿Muchas emociones?, ¿se debe a alguna de ellas tu tristeza?
-Melancolía…
-Ya pasará, deja que te acostumbres, lo harás pronto. Ya antes habías vivido aquí…

Después de ver la reacción de Ernesto a sus preguntas, Gustavo pudo darse cuenta que lo mejor sería no presionar, en el tiempo juntos los problemas se debieron a su carácter posesivo y celos enfermizos. No quería perder a Ernesto por una tontería, lo que sea que haya pasado fue hace dos años, se reconfortó con ese pensamiento.

Después de una semana y ya instalado en la ciudad Ernesto visitó a los padres de Daniel, lo recibieron con el cariño que se recibe a un familiar cercano y querido, después de todo Ernesto y Daniel pasaron cinco años juntos. La madre de Daniel contó a Ernesto que la muerte de su hijo fue muy confusa, ellos aseguran que se trató de un homicidio pero la policía lo declaró suicidio. Refirió que Daniel estaba saliendo con una persona muy extraña, no le conocieron debido a que nunca quiso presentarse ante ellos, solo recordaba que Daniel lo describía como un ser solitario, pasional, entregado en extremo, muy celoso y posesivo. No era la única persona con la cual se veía, según la madre, Daniel no soportó la depresión por la separación y sostenía encuentros ocasionales con mas de uno, se vació y solo hasta que conoció a ese extraño personaje fue que dejo un poco la promiscuidad, y ella creía que aún después de conocerlo no respetaba su relación y continuaba teniendo encuentros sexuales con mas personas.

Después de pasar la tarde con la madre de Daniel, Ernesto tendría una cena en casa de los padres de Gustavo. La hora de despedirse había llegado, las emociones que Ernesto tuvo todo ese tiempo lo perturbaron, no creía lo que le contaron de Daniel, no era la persona que el conoció. Para él, Daniel era un ser amoroso, tierno, incapaz de suicidarse, amaba a la vida; no concebía a un Daniel triste y derrotado. El final de su relación no era excusa para que tratara de hundirse. Además era Daniel quien decidió terminarla, ese fue el motivo de que Ernesto dejara la ciudad. Nada correspondía y todo parecía un cuento surrealista. La señora irrumpió sus pensamientos:

-Después de que sepultamos a Daniel, limpiamos el departamento y encontramos una caja con tu nombre, dame un minuto y te la entrego.
-Bien, espero…

Después de que tuvo en sus manos aquella caja se despidió, salió a la calle y tomó un taxi. En el trayecto a la casa de los padres de Gustavo reflexionó sobre la muerte de Daniel. Las dudas de la familia lo contagiaron, Daniel no consumía drogas, no lo hacia con él y le molestaba en cantidad que él lo hiciera. Según el parte policíaco fue una sobredosis de heroína lo que le mató. Era imposible de creerlo para él. Recordó una noche en una bar donde él se drogó y Daniel lo descubrió haciéndolo, esa fue la última noche juntos, si ese hecho llevó a Daniel a terminar con él ¿cómo sería posible que Daniel consumiera drogas?...

Después de un rato en el taxi pide se detenga, está frente a un parque y prefiere calmarse antes de llegar a su cita con Gustavo. Sentado ya en una banca abre la caja con su nombre. Dentro encuentra un diario, en cuyas páginas centrales de puede leer:

después de la fiesta en casa de Caro lo conocí, yo no tenia ganas de llegar a mi departamento. El cansancio de estar solo me fastidia y que mejor que dar la vuelta. Ya me habían dicho que en la plaza central acudían mucho gay, por eso fui y cual fue mi sorpresa: lo conocí. No se cómo, pero animé, deje atrás mi timidez y ándale, que se sube al coche. Yo temblando como tonto, él se reía pero al mismo tiempo se mostró comprensivo, supe de inmediato que era el indicado. Ya llevamos dos meses Ernesto y yo, me encuentro muy feliz…”

después… eso me dice. No entiendo por que no me tiene confianza y le cuesta decirme que le pasa, entiendo que no le guste lo penetre. A veces me pregunto si habrá sido abusado, noto muchas cosas extrañas en su comportamiento y creo que está drogándose…”

después de los años que llevamos juntos, como cinco, no logro entenderlo. No quiero entenderlo sino comprenderlo, que es mas complicado. No se si soporte mas la situación, lo de las drogas llegó a mi límite…”


Después de leer esas líneas Ernesto estuvo seguro que no fue un suicido, la sobredosis alguien se la debió aplicar. El diario contenía más páginas posiblemente reveladoras, Ernesto continua la lectura.

Después de que Ernesto se fue he tratado de mitigar su ausencia, y no logro hacerlo. Ningún cuerpo me da el calor que él me daba. Extraño sus besos, su respiración, el olor de su cabello. Conocí a un tipo, bastante guapo, yo creo que me voy a dar oportunidad con él, no se si sea el tiempo. Ni creo reconocerlo, pero quiero salir de esto lo antes posible. El dolo me mata. Aunque debo confesar que tengo miedo de entablar una relación con él, es muy celoso, posesivo y creo que tiene el mismo problema que Ernesto, ¿qué hacer?...”

Después, después de un rato de leer el diario cae una fotografía que se encontraba dentro del mismo. La imagen es de una pareja, aparentemente feliz, Daniel y Gustavo…

Inmediatamente después, suena el teléfono celular:

-Diga…
-Ernesto, soy Gustavo, te estamos esperando, ¿dónde estás?, ¿vas a venir, verdad?
-Después…