El verano terminó, las lluvias las pasamos bajo un puente, la casa o mejor dicho sus restos siempre estuvieron visibles desde el puente recién construido. No sé si igual o más visible que las cicatrices de nuestros cuerpos y las heridas del alma. Entendía poco a mi padre, cada vez menos. Octubre vino. Todo viene a su tiempo, dicen los que creen saberlo todo, y así fue. Las lunas trajeron a unos hombres vestidos de falsa pureza que nos llevaron a una casa de asistencia social. Vagabundo, está hambriento, sucio y creemos que falto de sanas facultades mentales, dijo uno de ellos a una mujer de facciones tristes, cansadas y sueños vendidos al mejor postor.
A pesar de haber pasado las noches bajo el puente siempre me dio miedo cruzarlo. Ellos, mi padre y la tía Rosa, jugaban a cruzarlo corriendo o brincando en un solo píe, mientras tanto yo llenaba mis pulmones de un aire gris. Una fogata nos acompañaba todas las noches, ella velaba nuestros sueños y a vez, paradójicamente, carbonizaba los recuerdos, muebles viejos y vigas de la vieja casa. Entre el ruido de los grillos y el ruido de quienes cruzaban el puente me despertaba y echaba un vistazo al fuego que iba consumiendo mi vida.
La lucidez me visitaba con más frecuencia, y los recuerdos tejidos en el aire eran cada vez menos intensos. El miedo me hacia buscar el alcohol desesperadamente. Los tres compartíamos el poco dinero que la generosidad de los vecinos nos allegaba y con él nos era suficiente para obtener comida y alcohol; al menos para el alcohol nos hace mas ligero el frió, decía él, mi padre. Sus ausencias, de mi padre y la tía Rosa, me dejaban mucho tiempo a solas para recordar, para negarme a enfrentar un camino tejido con hilos transparentes.
La noche anterior a la que llegaron los hombres mi tía habló de un hombre que llegó al puente y sembró jazmines, según ella aquél hombre venía triste y cansado de pelear consigo mismo. Cuando llegaba la primavera, relató mi tía, ese hombre cazaba a las mariposas y se las comía, le hacían falta como alimento para el alma. Vivía de las mariposas y murió embriagado de ellas. Yo pensé que era un tonto, habiendo tantas cosas por comer quién comería mariposas, la tía y yo reímos juntos cuando se lo dije; papá no estuvo con nosotros esa noche.
El la habitación que me asignaron una compañía extraña, a la que pronto me acostumbré, generaba en mí toda clase de emociones. La falta de alcohol en mi cuerpo hacia que todo fuera más claro. Fui descubriendo al extraño y enamorándome de él, traía a mi vida un estado desconocido. Se convirtió en mi mejor amigo rápidamente, luego nos hicimos amantes y por las noches nos fundíamos en uno solo. Siempre honesto, nunca cobarde, a veces crudo. Ya no había un padre, ni la tía Rosa o su gemelo el tío Pedro.
Las historias de esquizofrenia donde vomitaba mariposas muertas terminaron cuando pude ver el rostro del hombre que sembró los jazmines bajo el puente: el mío. Ahora solo estaba él, el silencio. Mi último amante, tan generoso, tan mío.
A pesar de haber pasado las noches bajo el puente siempre me dio miedo cruzarlo. Ellos, mi padre y la tía Rosa, jugaban a cruzarlo corriendo o brincando en un solo píe, mientras tanto yo llenaba mis pulmones de un aire gris. Una fogata nos acompañaba todas las noches, ella velaba nuestros sueños y a vez, paradójicamente, carbonizaba los recuerdos, muebles viejos y vigas de la vieja casa. Entre el ruido de los grillos y el ruido de quienes cruzaban el puente me despertaba y echaba un vistazo al fuego que iba consumiendo mi vida.
La lucidez me visitaba con más frecuencia, y los recuerdos tejidos en el aire eran cada vez menos intensos. El miedo me hacia buscar el alcohol desesperadamente. Los tres compartíamos el poco dinero que la generosidad de los vecinos nos allegaba y con él nos era suficiente para obtener comida y alcohol; al menos para el alcohol nos hace mas ligero el frió, decía él, mi padre. Sus ausencias, de mi padre y la tía Rosa, me dejaban mucho tiempo a solas para recordar, para negarme a enfrentar un camino tejido con hilos transparentes.
La noche anterior a la que llegaron los hombres mi tía habló de un hombre que llegó al puente y sembró jazmines, según ella aquél hombre venía triste y cansado de pelear consigo mismo. Cuando llegaba la primavera, relató mi tía, ese hombre cazaba a las mariposas y se las comía, le hacían falta como alimento para el alma. Vivía de las mariposas y murió embriagado de ellas. Yo pensé que era un tonto, habiendo tantas cosas por comer quién comería mariposas, la tía y yo reímos juntos cuando se lo dije; papá no estuvo con nosotros esa noche.
El la habitación que me asignaron una compañía extraña, a la que pronto me acostumbré, generaba en mí toda clase de emociones. La falta de alcohol en mi cuerpo hacia que todo fuera más claro. Fui descubriendo al extraño y enamorándome de él, traía a mi vida un estado desconocido. Se convirtió en mi mejor amigo rápidamente, luego nos hicimos amantes y por las noches nos fundíamos en uno solo. Siempre honesto, nunca cobarde, a veces crudo. Ya no había un padre, ni la tía Rosa o su gemelo el tío Pedro.
Las historias de esquizofrenia donde vomitaba mariposas muertas terminaron cuando pude ver el rostro del hombre que sembró los jazmines bajo el puente: el mío. Ahora solo estaba él, el silencio. Mi último amante, tan generoso, tan mío.
10 comentarios:
quiero una docena de ellos, blancos.....
me quede pensando en muchas cosas....
besos mordelones y gracias por la vaca que me dejaste
lo extraño!!
Los jazmines, de nuevo, dan color, aroma y, sobre todo, amor y esperanza a tu vida. Su sembrador,instrumento para alcanzar todo ello, espacio y solaz, de ensoñación.
Yo también tengo un puente. Lo miro desde mi ventana. No hay jazmines. Sólo baldosas gastadas y un pretil que solía desandar cuando era niño. El incansable río que transcurre sin prisa desde entonces, me ha dejado acumular a sus aguas, una por una, mis lágrimas. También mis anhelos.
Por un sinfin de razones, tu puente, tus jazmines y tu amante, así como tu padre y tus tíos, me han incitado a asomar de nuevo...y heme aquí.
Boquiabierto, he terminado con emoción en los ojos! jeje. Mariposas, jazmínes, amantes, el silencio... wow!
Felicidades!!! :)
Recuperalo.
Yo ahí me quedo.
;)
Despues de todo, uno se quda tan solo, con su silencio su amante, que lo escucha, y que lo siente.. yo me pregunto ¿como sera la voz del silencio?...
AAAh me facino el relato!!
Abrazos!!
Cuidate mucho!!
Saludos!
:D
Es la primera vez que te leo y de verdad me encantò lo que escribes...me uno a tus lectores...
y si en lugar de jazmines, siembra alcatraces? y en lugar de silencios, me canta versos de sabines? y si sus brazos son amplios y cálidos y sus besos el nido de mi lengua?
Jajaja!!! gracias por tu comentrio me hiciste reìr muchìsimo!!! escribe pronto me encanta como lo haces...saludos
Hoy si te pido que me visites y me apoyes compadre.
Ya postea no te hagas...
Publicar un comentario