Del inquieto mar.
Es mal de ojo lo que tiene el muchacho, decía mi nana cuando alguno de nosotros pasaba la noche intranquilo, llorando. El llanto que él profería esa noche de invierno fue muy diferente al que yo le conocía, no era como aquel que hubo la noche en que nos conocimos, y está muy lejos de ser parecido a aquél llanto que compartimos cuando terminamos lo nuestro. La nana, en su extensa sabiduría, también decía que el llanto de un hombre puede llegar a taladrar los odios de quien lo escuche y nunca salir de allí; entre muchas otras cosas, cuando el llanto viene de un dolor profundo su sonido es especial: como una música sin ritmo o el rugir de una bestia agonizante.
Llevo noches escuchando aún el rugir de esa bestia, han menguado mis ganas de salir y divertirme, mantengo las ventanas y cortinas cerradas, la oscuridad me reconforta como nunca antes, las paredes con signos que pretendes ser escritos en clave descifrando un mal augurio, todo anda mal estos días. Las noticias anuncian que en pocas horas un huracán tocará tierra, los lugareños debemos evacuar, creo que ya lo hicieron todos excepto yo. Nada tiene que ver con el eclipse de luna que está por ocurrir, según aseguran los meteorólogos, pero yo opino lo contrario. Encontré ayer por la mañana, junto con muchos recuerdos, la fotografía que nos tomamos en el muelle, nuestra última fotografía juntos.
De las alas de fuego.
Él no gustaba mucho de la fotografías, eso si lo teníamos en común, así que cuando se fue me las dejó todas. Las guardé con la intención de un día tirarlas al mar. Sería el día que me olvidara de él y no significaran nada para mí. Luego pensé que el mar no merecía ser contaminado con los recuerdos de un amor eclipsado. Quemarlo todo era una mejor opción. ¿Cómo se pueden acumular tantos recuerdos?
Aunque mi comportamiento, actualmente, dista mucho de los cánones de la “normalidad” he tratado mantener una rutina que me de cierto aire de estabilidad. Ese sonido que taladra mis odios deja poco tiempo para hacer planes de una vida futura. Malgasto mis días escudriñando entra las habitaciones la historia que me trajo hasta aquí. El crujir de las paredes me avisa de la cercanía de algunos recuerdos, y si tengo mejor suerte, de pronto encuentro uno que otro trozo de papel con contenidos como los siguientes:
“Si pensaba que todo cuento de hadas inicia de manera correcta con “érase una vez…” y termina con “vivieron felices para siempre”, pronto tuve que olvidarlo y cambiar toda idea al respecto para sustituirlas por frases que me vinieran mejor.”
“La vida no pinta bien, la situación es ya muy precaria y con el alza de los precios cada día se convertía en una lucha por sobrevivir. Las tiendas departamentales dejaron de ser destino turístico y la carne quedó fuera de mi menú por tiempo indefinido.”
“Una vieja libreta, un par de lápices y miles de ideas en la cabeza lo acompañaban, era un poeta. Poeta menor entre una lista interminable de aspirantes a ocupar el lugar de Sabines, Neruda, Borges o Benedetti; con una notable diferencia: los primeros pretenciosos y los segundos consagrados. Falsos y torpes poemas tratan de imitar lo ya escrito por los grandes, y mas allá de ser solo una mala copia, carecen de inspiración. Escasos recuerdos y una herida en la muñeca menguan la dedicación para escribir.”
“Fue donde a todo ocurrió tratando de encontrar solución, buscó entre las estrellas algunos recuerdos que ayudaran a renovar la inspiración y solamente encontró un cielo vacío. Pero en su pecho aún había cenizas, huellas de un amor aniquilado por el viento, y entonces recordó que para él en lunas pasadas, existió un “érase una vez…”.”
Sin explicación lógica para la razón los trozos de papel se incendiaban después de ser leídos, no sin antes volar por las habitaciones como mariposas con alas de fuego.
Es mal de ojo lo que tiene el muchacho, decía mi nana cuando alguno de nosotros pasaba la noche intranquilo, llorando. El llanto que él profería esa noche de invierno fue muy diferente al que yo le conocía, no era como aquel que hubo la noche en que nos conocimos, y está muy lejos de ser parecido a aquél llanto que compartimos cuando terminamos lo nuestro. La nana, en su extensa sabiduría, también decía que el llanto de un hombre puede llegar a taladrar los odios de quien lo escuche y nunca salir de allí; entre muchas otras cosas, cuando el llanto viene de un dolor profundo su sonido es especial: como una música sin ritmo o el rugir de una bestia agonizante.
Llevo noches escuchando aún el rugir de esa bestia, han menguado mis ganas de salir y divertirme, mantengo las ventanas y cortinas cerradas, la oscuridad me reconforta como nunca antes, las paredes con signos que pretendes ser escritos en clave descifrando un mal augurio, todo anda mal estos días. Las noticias anuncian que en pocas horas un huracán tocará tierra, los lugareños debemos evacuar, creo que ya lo hicieron todos excepto yo. Nada tiene que ver con el eclipse de luna que está por ocurrir, según aseguran los meteorólogos, pero yo opino lo contrario. Encontré ayer por la mañana, junto con muchos recuerdos, la fotografía que nos tomamos en el muelle, nuestra última fotografía juntos.
De las alas de fuego.
Él no gustaba mucho de la fotografías, eso si lo teníamos en común, así que cuando se fue me las dejó todas. Las guardé con la intención de un día tirarlas al mar. Sería el día que me olvidara de él y no significaran nada para mí. Luego pensé que el mar no merecía ser contaminado con los recuerdos de un amor eclipsado. Quemarlo todo era una mejor opción. ¿Cómo se pueden acumular tantos recuerdos?
Aunque mi comportamiento, actualmente, dista mucho de los cánones de la “normalidad” he tratado mantener una rutina que me de cierto aire de estabilidad. Ese sonido que taladra mis odios deja poco tiempo para hacer planes de una vida futura. Malgasto mis días escudriñando entra las habitaciones la historia que me trajo hasta aquí. El crujir de las paredes me avisa de la cercanía de algunos recuerdos, y si tengo mejor suerte, de pronto encuentro uno que otro trozo de papel con contenidos como los siguientes:
“Si pensaba que todo cuento de hadas inicia de manera correcta con “érase una vez…” y termina con “vivieron felices para siempre”, pronto tuve que olvidarlo y cambiar toda idea al respecto para sustituirlas por frases que me vinieran mejor.”
“La vida no pinta bien, la situación es ya muy precaria y con el alza de los precios cada día se convertía en una lucha por sobrevivir. Las tiendas departamentales dejaron de ser destino turístico y la carne quedó fuera de mi menú por tiempo indefinido.”
“Una vieja libreta, un par de lápices y miles de ideas en la cabeza lo acompañaban, era un poeta. Poeta menor entre una lista interminable de aspirantes a ocupar el lugar de Sabines, Neruda, Borges o Benedetti; con una notable diferencia: los primeros pretenciosos y los segundos consagrados. Falsos y torpes poemas tratan de imitar lo ya escrito por los grandes, y mas allá de ser solo una mala copia, carecen de inspiración. Escasos recuerdos y una herida en la muñeca menguan la dedicación para escribir.”
“Fue donde a todo ocurrió tratando de encontrar solución, buscó entre las estrellas algunos recuerdos que ayudaran a renovar la inspiración y solamente encontró un cielo vacío. Pero en su pecho aún había cenizas, huellas de un amor aniquilado por el viento, y entonces recordó que para él en lunas pasadas, existió un “érase una vez…”.”
Sin explicación lógica para la razón los trozos de papel se incendiaban después de ser leídos, no sin antes volar por las habitaciones como mariposas con alas de fuego.
De las lunas.
El cielo ha sido muy egoísta y se ha negado a mostrarme a la luna, y últimamente mis conversiones han sido con un cielo gris obscuro que no hace más que llorar. Cuando había inspiración la luna acompañaba nuestras noches y velaba de nuestros sueños. Ahora que solo hay oscuridad los sueños mueren y el hedor a podredumbre es cada vez más fuerte. El olor a culpa no se quita ni con lejía, me dijo la nana cuando robé de casa de mi primo un par de juguetes, hoy el olor a culpa a desecho mis fosas nasales.
[Se escucha desde la T.V.: el huracán ha tocado las playas de…. crash…shhshh…]
Los finales siempre son inevitables. Ya no escucho ningún llanto, y por fin el cielo parase estar despejándose, desgraciadamente no podré ver jamás a la luna. Los gusanos se han comido mis ojos. El mar no me ha llevado con él, me volvió loco con ese llanto encolerizado, me enterró en vida en mi propia casa y se burló de mi cuanto pudo. ¿Qué daño hice al enamórame de él?
Los susurros que me negué a escuchar lo advertían, “ese hombre es del mar y un pacto en noche de luna han celebrado, y solo en noche de eclipse de luna podrán liberarse”, “primero al hombre han de matarle para que regrese libreado cuando el elipse esté consumado”. “El amante del mar a un hombre a encontrado y de él se ha enamorado, pobre del hombre aquel que sus ojos ha puesto en quien su vida ha condenado”.
He perdido toda cordura, y no sé si fui yo quien con el mar, una noche luna, amarle eternamente ha pactado.
6 comentarios:
He leído dos veces este posteo , y le agarre mejor sabor (no es porque la primer no lo tuviese) mientras escuchaba con toda intención “Como Solucionar Problemas del Corazón en Condiciones Atmosféricas Adversas”.
Bueno van mis comentarios:
Del Inquieto mar: tíralas ya, el mar los llevara a otro puerto y esas fotos serán, tal vez, la muestra de que los amores acaban en cualquier latitud y serán tu mensaje a otra tierra a otro corazón.
De Las Alas de Fuego: Los recuerdos son como el tetris hay que acomodarlos bien para que no se acumulen y te echen a perder el juego y así vayan poniéndose en su lugar dejando espacio para nuevos…
De Las Lunas: solo se requiere que algo empiece para que el final, nos guste o no se empiece a escribir, solo nos queda tratar de hacerlo a nuestro modo..
besos, besos besos
susurros ruidos y zumbidos en mi cabeza......varias cosas que aun estan ahi
querido, los recuerdos no se olvidan, solo se tranforman.
:D
Cuidate mucho que tengas bonitas vacaciones.. nos vemos!!
Abrazos!
Los eclipses de Luna son merecidas treguas para ella.
Qué lata ser hermosa, inspiradora, pulimentada, argentina, gitana, siempre, todo el tiempo. Qué flojera estar siempre arregladísima, en espera de que los amantes atolondrados y los poetas enfermos de versos se pongan a contemplarla y escribir sobre ella.
Las noches de Luna nueva se oculta, sí, pero no deja de ser de una belleza oscura y misteriosa. Pero en los eclipses se nos muestra abotagada, roja, llena de ira, nada de pretenciones ni de apariencias.
Habría que permitirle a la Luna más de esos arranques de merecida locura. No nos extrañe que algún día, cansada, decida tomarse unas vacaciones por tiempo indefinido.
Esta es la tercera vez que leo este... y aun no me cae de todo el 20. ñuego va mi coment oficial...
perame a mañana.
Wow! Recuerdos, Memorias desacomodadas, eclipses, historias que comienzan, culpas, el amor dañando...y el mar...el MAR! ufff!
Qué buen post! ;)
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