lunes, diciembre 10, 2007

Mariana y Mariano (Serie: Todos son iguales... / Primer relato)

Ahora que ya estoy divorciada quisiera retomar mi vida, es algo que desde hace tiempo he querido hacer, pero tú sabes que con ese bulto que tenía por marido todo me resultaba imposible. ¿Sabes?, me alegra que no hayamos tenido hijos, el divorcio no fue más que un trámite, yo puedo seguir mi vida y sin tener responsabilidad encima. Aún soy joven, tenemos la misma edad ¿qué no?, con suerte encuentre el verdadero amor. Por fin podré acompañarte a todos lados, seremos los mejores amigos o “amigas”, como o quieras, ¿recuerdas nuestros días de universidad?, ja. Nos divertiremos por igual. ¿Tienes algún plan para este viernes?, no debemos perder tiempo, yo ya quiero volver a sentir la emoción de conocer a nuevas personas, ¿no es muy rápido verdad?. Digo, estoy recién divorciada, y no quiero que se vaya a ver mal mi conducta. La verdad, qué me importa verme desesperada, lo estoy. Quiero una noche de sexo, ja. No me has dicho si saldremos éste viernes, ¿si?, anda, dí que si y te prometo pagar yo la cuenta, que con lo que logré quitarle a ese imbécil bien podemos estar de parranda unos años, ja. Ya contesta hombre, por favor. – ¿Pero como quieres que conteste si no has cerrado el pico?, contesté en tono molesto a mi amiga Mariana.


Desde que salimos del bufete de su abogado no paró de hablar de los planes que tenía para su nueva vida de soltería. Entiendo que le emocionara de sobremanera, pero yo no me encontraba con ánimos de celebrar nada en absoluto. Además me sentía un poco culpable del fracaso de su matrimonio, ella no lo sabía y mis intensiones por enterarla era nulas. El imbécil del que se divorció era el hombre perfecto en la vida de mi amiga, lo fue hasta uno meses, y por mi culpa dejaba de serlo. Aunque yo no comente jamás nada de lo sucedido creo que su conciencia no lo dejo en paz y termino por solicitarle el divorcio. Mariana al principio lo tomó muy de sorpresa, y no se diga de mí, ambos no lo esperábamos. Esa tarde Mariana me llamó, perdida en un llanto incontrolable me pidió fuera a visitarla y sin decirme nada mas acudí. La encontré tirada en la cama, ebria y con una caja de cigarrillos por terminarse, aunque no lo sabia de sus labios ya me imaginaba la causa de su tristeza. Hablamos de lo extraño en el comportamiento de su entonces esposo y lo aún más sorpresivo de sus deseos por terminar la relación. No me fue difícil fingir la sorpresa, ya esperaba el fin de ese matrimonio, lo que no creía es que sucediera tan rápido y que aquél tuviera el valor de hacerlo. Como los motivos no estaban claros para Mariana, supusimos se trataba de otra mujer. Fue lo mejor, -pensé. Yo no tuve el valor para aclararle el porqué, del cual yo si tenia conocimiento.


El viernes por la tarde recibí la llamada de Mariana confirmando nuestra salida. No pude negarme, ella era mi amiga hacia muchos años, me necesitaba. Acudimos de inicio a un restaurante el cual frecuentábamos en nuestros años como universitarios, recordamos viejos tiempos, reímos sin motivos, bebimos en demasía y lloramos un rato. En el remover los viejos recuerdos, nuestra relación como pareja salió a colación. Nunca antes me había preguntado por que terminó, ni siquiera el día que le confesé que era homosexual, pero esa noche lo hizo. No tuve respuesta, me quedé callado y para aliviar la conversación le dije que ya no era necesario hablar de algo que ya los dos habíamos superado. Y que al parecer no fue así, ninguno lo superó. Yo me sentía culpable y ella necesitaba una explicación. Entonces accedí, se lo debía por lo pasado y por la relación que recién terminaba, era una buena oportunidad para librarme de culpas.


Le conté que la noche en que cumplíamos seis meses, después de haber estado con ella me encontré con un conocido de la universidad, su exmarido por cierto, nos fuimos de parranda y terminamos en un bar gay, me besé con un desconocido y él nos vio. No pude continuar con ella después de eso, el hecho de que él lo supiera no me dejó tranquilo. Mariana estuvo tranquila, aunque la decepción invadió su rostro, no hubo reproches ni reclamos. Me pidió la llevara a aquél bar. No me gustó la idea y no quería acudir con ella, había más sorpresas que pretendía evitarle esa noche. Su necedad me hizo llevarla.

- Me imaginaba un bar en condiciones no muy salubres. Comentó en un tono lleno de cinismo.
- También nos gusta la buena vida, respondí.
- El cartel de la entrada anunciaba un espectáculo de travestis, ¿ya lo has visto?. Preguntó con un rostro lleno de curiosidad.
- Llevo tiempo que no acudía al lugar, anteriormente no lo tenían. ¿Nos vamos?. Sugerí.
- Está por comenzar. Me dijo.


Las luces se apagaron y un reflector iluminaba a quien presentaron como: “Mariana, la Reina de la noche”. En realidad su nombre era Mariano, el exmarido de mi amiga. Yo ya sabía de su espectáculo. La escena que él presenció en la universidad la repetimos pero con los papeles inversos años después. Esa fue la causa del rompimiento de su matrimonio. Mariana no me volvió a dirigir la palabra, no después de sentenciarme con la siguiente frase: “todos son iguales”.

3 comentarios:

David dijo...

Si a determinadas cosas se les diera la justa importancia, mucha gente se ahorraría sorpresas que no tienen por qué desagradables... Un abrazo.

Champy dijo...

Este esta muy largo... lo imprimo y me lo receto en casita.

Champy dijo...

Ya lo leí.

Hay seres humanos que nos aferramos a objetos (eso representan) por necesidad de cubrir vacios.

Cuando se cae el tatro la primera reacción es buscar culpables, y si pegó el chicle de ahí se agarran.

No tolero el engaño, pero me parece aún mas deleznable el autoeñaño.

Contra ese esta cabrón, más si viene de adentro de la cabecita.

Cada quien es libre de buscar y luchar lo que cada quien considere necesario para encontrar lo buscado...quien se cruce de brazos es muy su pedo, y quien derrumbe muros a madrazos, aunque tarde, se admira y se respeta.