Tarde de lunes, manejo por las calles de una ciudad que me parece desconocida; el ruido generado por el tráfico y las conversaciones de desconocidos se confunden con la canción tocada en el reproductor de discos del auto y juntos forman una única melodía. Siento las notas, son tristes, reflejan melancolía, desamor: mismas emociones que yo siento. Mis ojos se pierden en el gris del asfalto, copian su color, y como nubes que a punto de llover contienen las primeras gotas, éstos aguantan las primeras lágrimas de un llanto innecesario. La frase leída por la mañana, durante el desayuno, en un periódico local viene a mi memoria, “Leo: decepción de esa personita, recuerda que has sido tú quien la ha idealizado. Pronto llegará ese ser especial.”, una forzada sonrisa disfraza lo que debería ser una expresión de pesadumbre.
Los pendientes laborales, los quehaceres del hogar, los pagos por realizar, las llamadas a los amigos, el disfraz para celebrar día de muertos, el libro sin leer, el disco por comprar, la película por ver, la canción escuchada por la mañana, las noticias leídas, la sección de horóscopos…
Todas las ideas, todos los pendientes, lo olvidado; todo brota en mi memoria como un torbellino, se acompañan también de las ganas de olvidar, de dormir sin soñar, de amar. Todo es confusión y contradicción en mi cabeza. De pronto recuerdo que llevo en el bolsillo de mi chamarra una receta medica: ansiolíticos.
Días antes, que digo días, semanas antes de conocerle, los trastornos de sueño se habían ya convertido en fieles compañeros, así que visité al medico para que me prescribiera un medicamento que no pretendía tomar. No soy muy dado a consumir pastillas, les temo igual o más que a las inyecciones, y como además tengo la mala costumbre de investigar sus efectos colaterales, pues lo hago aun más complicado. Los ansiolíticos pueden causar adicción, según mi consulta en Internet, esa fue la causa para que decidiera no tomarlos. Solo quería dormir, no había nada que olvidar al contrario, y ese objetivo lo conseguí alejándome unos días del trabajo y el ajetreo de la ciudad, después regresé a mi rutina y el tema del mal dormir quedó atrás.
La idea de comprar los ansiolíticos resultaba muy atractiva ahora, la semana comenzaba y la noche anterior no concilié el sueño. La sensación de abandono clavada en mi pecho era mayor que mis intentos por dormir, y por otro lado mis ganas de dormir se veían disminuidas por el miedo a soñarle, a extrañarle también en ése estado que debiera ser de reposo. Decliné tal idea y continué conduciendo por una de las calles principales.
Mientras conducía con el torbellino en mi cabeza disminuyendo intensidad, mis ojos ya secos y un nuevo “CD” en el reproductor, un pensamiento* sobresalió del resto, fue como si de repente hubiese sido iluminado, el presente gozaba de una claridad jamás antes vista, esa idea cambió incluso mi estado de ánimo. Reí y giré el volante para tomar orientación hacia mi departamento. No compraría ninguna clase de pastillas pensé en el trayecto, ¿qué importaba haberme ilusionado?, si fue así, fue por que yo lo quise; para bien o para mal. Tenia razón el periódico: yo me ilusioné, pues bien, ni modo. Lo he hecho infinidad de veces, muy cierto y posiblemente es una locura. Pero ya no debía afectarme más…
Los pendientes laborales, los quehaceres del hogar, los pagos por realizar, las llamadas a los amigos, el disfraz para celebrar día de muertos, el libro sin leer, el disco por comprar, la película por ver, la canción escuchada por la mañana, las noticias leídas, la sección de horóscopos…
Todas las ideas, todos los pendientes, lo olvidado; todo brota en mi memoria como un torbellino, se acompañan también de las ganas de olvidar, de dormir sin soñar, de amar. Todo es confusión y contradicción en mi cabeza. De pronto recuerdo que llevo en el bolsillo de mi chamarra una receta medica: ansiolíticos.
Días antes, que digo días, semanas antes de conocerle, los trastornos de sueño se habían ya convertido en fieles compañeros, así que visité al medico para que me prescribiera un medicamento que no pretendía tomar. No soy muy dado a consumir pastillas, les temo igual o más que a las inyecciones, y como además tengo la mala costumbre de investigar sus efectos colaterales, pues lo hago aun más complicado. Los ansiolíticos pueden causar adicción, según mi consulta en Internet, esa fue la causa para que decidiera no tomarlos. Solo quería dormir, no había nada que olvidar al contrario, y ese objetivo lo conseguí alejándome unos días del trabajo y el ajetreo de la ciudad, después regresé a mi rutina y el tema del mal dormir quedó atrás.
La idea de comprar los ansiolíticos resultaba muy atractiva ahora, la semana comenzaba y la noche anterior no concilié el sueño. La sensación de abandono clavada en mi pecho era mayor que mis intentos por dormir, y por otro lado mis ganas de dormir se veían disminuidas por el miedo a soñarle, a extrañarle también en ése estado que debiera ser de reposo. Decliné tal idea y continué conduciendo por una de las calles principales.
Mientras conducía con el torbellino en mi cabeza disminuyendo intensidad, mis ojos ya secos y un nuevo “CD” en el reproductor, un pensamiento* sobresalió del resto, fue como si de repente hubiese sido iluminado, el presente gozaba de una claridad jamás antes vista, esa idea cambió incluso mi estado de ánimo. Reí y giré el volante para tomar orientación hacia mi departamento. No compraría ninguna clase de pastillas pensé en el trayecto, ¿qué importaba haberme ilusionado?, si fue así, fue por que yo lo quise; para bien o para mal. Tenia razón el periódico: yo me ilusioné, pues bien, ni modo. Lo he hecho infinidad de veces, muy cierto y posiblemente es una locura. Pero ya no debía afectarme más…
*El pensamiento: “Ya lo sé. No entiendo de razones, ¿y qué esperaban?, si ya la he perdido”.
3 comentarios:
tengo una idea:operdamonos en nuestro mundo y negemonos a que existen los demas,hagamos el amor y demosle amor a nuestros cuerpo, dejemos que el mundo se pierda y negarnos a salir del nuestro, tengo una idea, dejame hacerte mio, niegame pero dame lo quemas he buscado durante tanto tiempo, dejame saborearte y dejame amarte, niegame tu beso para desearlo con locura, dejame perder la razon entre tus brazos, para olvidarme que solo es un sueño....
le dejo miles de besos mordelone y creo que ando inspirada con lo poeta....
primisssssssssss,primissssssssss
negarse es bueno algunas veces, cuandop no queremos es nooooooo y nooooo
ledejo mas besos mordelones para todo su lindo cuerpo
que es ansiolíticos?
no, no.. me identifique bastante.. me ha pasado, y no soporte esa etapa, era como yo mismo matarme, en mis recuerdos, era insultarme en mis razones, era estar despierto, para no saber de los sueños, por que sabia que hiban a entrar esos recuerdos...
es desesperante. pero a la vez, es audaz, por que de alguna manera, buscas por si solo, el remedio para sacarlo.. por que no se puede olvidar las cosas, las que te dejan marcado, noo. Es una penitencia de nuestras responsabilidades.
Amado eres!.
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