Coma/Despertar. Año 2007.
Es un día lluvioso y yo me encuentro postrado en una cama de hospital, rodeado de algunos miembros de mi familia y un grupo de médicos. Logro escuchar a uno de los médicos diciendo que mi caso es un milagro, que debería estar muerto. En su afán de mostrarse como un excelente médico comenta a mi familia que no se explica como pude estar tanto tiempo en coma, diez años para ser exactos, debí haber muerto el día en que ingrese al hospital, según él, pues además del alto grado de intoxicación por antidepresivos y el alcohol ingerido, mi estado físico no era el más adecuado, pues presentaba un cuadro nada alentador, tenia heridas múltiples en mi cuerpo y por tanto en mi estado sería mas difícil la recuperación.
La explicación médica comenzaba a ser muy cruda, mi familia se escuchaba ya alterada, así que mi hermano le pidió siguiera con su explicación después y por favor saliera de la habitación ya que ellos querían estar a solas conmigo. Mientras, yo escuchaba sin atención la lluvia a través de la ventana, para mi el tiempo que mencionaban estuve en coma no me parecía tan largo y no daba crédito a lo que escuchaba, yo despertaba de un sueño de una sola noche, la anterior; cerré mis ojos con mas fuerza, si yo tenia razón estaba en aprietos y no planeaba enfrentar a mi familia en esos momentos, no quería contarles lo sucedido.
Aunado al temor de enfrentar a mi familia, tenia el de verme al espejo, ver mi cuerpo viejo y acabado después de tanto tiempo. Yo me recordaba un ser afortunado, poseedor de especial belleza a pesar de los cambios en mi cuerpo, y lo sucedido la noche en que llegué al hospital no era una situación que me enorgulleciera. El ruido de la lluvia fue más intenso, mi madre advirtió a mi hermano del peligro de manejar con ese clima en carretera, éste contesto que quizá deberían regresar al siguiente día y dejarme descansar, decidieron esperar en la cafetería del hospital a que cesara la lluvia un poco y marcharse. Me sentí aliviado con lo escuchado. Ahora tenia tiempo suficiente para inventar una historia diferente y convincente sobre lo que pasó aquella noche y evitar la cárcel, así lo haría…
Aquel día…
Aquel día, aquella nefasta noche. La noche en que lo maté, perdí la cordura, fui pasional y solo me preocupé por vengarme. A la mañana siguiente desperté en el hospital y mi escenario había empeorado más. Ahora era un asesino y correspondía afrontar mis actos. A pesar de tal escenario me sentía satisfecho, el imbécil con seguridad se encontraba seis metros bajo tierra e indudablemente sufriendo igual o mas que yo. No importaba nada, el fin justifica los medios, me dije.
Habían pasado algunos días después de que me dejó, y su ropa, libros, discos y muchas otras cosas permanecían en el departamento que compartíamos. Me aviso muy atento el cabrón que pasaría a recogerlas y quería saber si estaría ahí pues no encontrase conmigo y tener una discusión más sin sentido. Le mentí diciendo que no estaría, que iría a donde unos amigos y que podría pasar sin ningún temor. Que yo ya lo había dejado atrás y entendido que lo nuestro se acabó. No podría haberse terminado jamás, yo estaba enfurecido, lleno de odio. Había dado en esa relación y el papel de perdedor nunca me gustó.
Esa noche me vestí con mis mejores ropas, use el perfume que tanto le gustaba, encendí unas velas en la sala y la recamara, puse en el reproductor de discos a Chavela Vargas, Paloma Negra era su canción favorita. Enfrié una botella de vino tinto y decore la mesa del comedor como si tuviera cena para dos. Saqué una botella de tequila y me bebí un trago, necesitaba valor. Esperé pocos minutos y de pronto escuché que apagaron el motor de un auto, me asomé por la ventana y confirmé que era él, afortunadamente venía solo.
Es un día lluvioso y yo me encuentro postrado en una cama de hospital, rodeado de algunos miembros de mi familia y un grupo de médicos. Logro escuchar a uno de los médicos diciendo que mi caso es un milagro, que debería estar muerto. En su afán de mostrarse como un excelente médico comenta a mi familia que no se explica como pude estar tanto tiempo en coma, diez años para ser exactos, debí haber muerto el día en que ingrese al hospital, según él, pues además del alto grado de intoxicación por antidepresivos y el alcohol ingerido, mi estado físico no era el más adecuado, pues presentaba un cuadro nada alentador, tenia heridas múltiples en mi cuerpo y por tanto en mi estado sería mas difícil la recuperación.
La explicación médica comenzaba a ser muy cruda, mi familia se escuchaba ya alterada, así que mi hermano le pidió siguiera con su explicación después y por favor saliera de la habitación ya que ellos querían estar a solas conmigo. Mientras, yo escuchaba sin atención la lluvia a través de la ventana, para mi el tiempo que mencionaban estuve en coma no me parecía tan largo y no daba crédito a lo que escuchaba, yo despertaba de un sueño de una sola noche, la anterior; cerré mis ojos con mas fuerza, si yo tenia razón estaba en aprietos y no planeaba enfrentar a mi familia en esos momentos, no quería contarles lo sucedido.
Aunado al temor de enfrentar a mi familia, tenia el de verme al espejo, ver mi cuerpo viejo y acabado después de tanto tiempo. Yo me recordaba un ser afortunado, poseedor de especial belleza a pesar de los cambios en mi cuerpo, y lo sucedido la noche en que llegué al hospital no era una situación que me enorgulleciera. El ruido de la lluvia fue más intenso, mi madre advirtió a mi hermano del peligro de manejar con ese clima en carretera, éste contesto que quizá deberían regresar al siguiente día y dejarme descansar, decidieron esperar en la cafetería del hospital a que cesara la lluvia un poco y marcharse. Me sentí aliviado con lo escuchado. Ahora tenia tiempo suficiente para inventar una historia diferente y convincente sobre lo que pasó aquella noche y evitar la cárcel, así lo haría…
Aquel día…
Aquel día, aquella nefasta noche. La noche en que lo maté, perdí la cordura, fui pasional y solo me preocupé por vengarme. A la mañana siguiente desperté en el hospital y mi escenario había empeorado más. Ahora era un asesino y correspondía afrontar mis actos. A pesar de tal escenario me sentía satisfecho, el imbécil con seguridad se encontraba seis metros bajo tierra e indudablemente sufriendo igual o mas que yo. No importaba nada, el fin justifica los medios, me dije.
Habían pasado algunos días después de que me dejó, y su ropa, libros, discos y muchas otras cosas permanecían en el departamento que compartíamos. Me aviso muy atento el cabrón que pasaría a recogerlas y quería saber si estaría ahí pues no encontrase conmigo y tener una discusión más sin sentido. Le mentí diciendo que no estaría, que iría a donde unos amigos y que podría pasar sin ningún temor. Que yo ya lo había dejado atrás y entendido que lo nuestro se acabó. No podría haberse terminado jamás, yo estaba enfurecido, lleno de odio. Había dado en esa relación y el papel de perdedor nunca me gustó.
Esa noche me vestí con mis mejores ropas, use el perfume que tanto le gustaba, encendí unas velas en la sala y la recamara, puse en el reproductor de discos a Chavela Vargas, Paloma Negra era su canción favorita. Enfrié una botella de vino tinto y decore la mesa del comedor como si tuviera cena para dos. Saqué una botella de tequila y me bebí un trago, necesitaba valor. Esperé pocos minutos y de pronto escuché que apagaron el motor de un auto, me asomé por la ventana y confirmé que era él, afortunadamente venía solo.
Toco a la puerta, antes de abrir encendí el reproductor y puse como fondo, del acto que estaba a punto de cometer, la canción de Paloma Negra; no le daría tiempo de explicaciones, dispararía de inmediato. Pondría su cuerpo recostado en su sofá preferido y me bebería el tequila, el tinto y unas cuantas pastillas. Moriríamos juntos como debía ser, como lo prometió en los tiempos de su falso amor.
Al abrir la puerta notó mi nerviosismo y se dio cuenta que tenía una pistola en mi mano. Me empujó, forcejeamos, por unos momentos no supimos que pasó con la pistola y peleamos a puños. Me golpeó muy fuerte, brutalmente, me insultó, tomó la pistola y me amenazó de muerte, reí a eso, quería morirme. No disparó, con su indiferencia hizo que mi odio creciera y como pude tomé un cuchillo de la mesa, corrí hacia él y el cuchillo terminó en su abdomen, murió en mis manos. Escuché con frialdad el disco completo, bebí el tequila, el vino, tome las pastillas…
¡No soy tu puta!
No soportaba verme al espejo, él había hecho un monstruo de mí, la imagen que suplantaba la de un hombre joven era la de una mujer maltratada, humillada. Qué digo mujer, ni siquiera a eso llegaba. Odiaba en lo que me había convertido y más le odiaba a él. Ya ni siquiera me tocaba, en su mirada solo veía repulsión hacia mi, en ocasiones decía que seguía siendo bella, ni siquiera bello, le daba miedo mencionar que alguna vez fui hombre. Que fui su hombre y fornicamos como tales.
Cuando aún conservaba mis caracteres masculinos era mas frecuente el sexo entre nosotros, gozábamos los dos con nuestros miembros, no hubo problemas en la alcoba si no hasta que entró a trabajar a ese estúpido lugar. En ese burdel estuvo mas en contacto con las mujeres, al principio no me afectó en lo absoluto, ni siquiera sentía celos, yo estaba seguro de su homosexualidad y pensar que tratara de tener relaciones con una prostituta me provocaba risa. No había un ser mas gay que él, eso me decía yo mismo. Pero, el pero de la vida, no siempre es lo que vemos, las personas nos tienen reservadas excelentes sorpresas.
Un día llego con cierta novedad, es información de una clínica donde te cambiaban el sexo, me dijo. Me burlé de él, no creí que estar tanto entre mujeres te convenciera de querer ser una, le dije en tono sarcástico. No es para mí, es para ti amor. Esa frase quitó toda sonrisa de mi rostro, esa noche discutimos sin llegar a ningún acuerdo. Habló del bien que le haría a lo nuestro, que él tenía algunos ahorros, repitió al cansancio su devoción y amor por mí, era una prueba, una mas, de mi amor por él.
No recuerdo como fue que me convenció pero al paso de los días yo tenía programada una operación para cambiar de sexo. Maldita la hora en que acepté y maldita la hora en que nos conocimos. Poco tiempo pasó y me vi en el espejo, abandonado, con un cuerpo que resultaba una imitación barata, una ofensa a las mujeres. Cambié para que el imbécil terminara por dejarme, por decirme que siguiera sin él, que encontraría al indicado, que no lo acosara más. Me cambió por otra puta. Se sintió machito y me dejó, que absurda es la vida. El regresaría a mi, eso era innegable, pero yo no sería más su puta. En efecto, me busco, mas no para regresar, le importaba recuperar sus pertenecías. Accedí a su visita al departamento compartido, lloré, planeé vengarme, me dije: ¡No soy tu puta!…
Noches sin dormir.
A nuestro primer encuentro le siguieron varios mas, varias noches las pasé sin dormir, contemplándolo, amándolo. Para ese entonces yo mismo ya me había convencido de que las historias de amor efectivamente si tienen finales felices. La mía tenía ya uno por escribirse. La relación fue perfecta, dos amantes viviendo un idilio amoroso, tardes de café y libros mal leídos, noches de pasión, días enteros pensándolo, poemas robados y dedicados junto con flores. Y una desesperante espera para el siguiente paso.
Después de un tiempo llegó el día, el gran día, me habló para decirme que me vistiera elegante y usara el perfume que me regaló en nuestro primer “San Valentín”. Mis sospechas seguro resultarían ciertas y en horas yo me hallaría frente a la proposición de vivir juntos. Así fue, en una atmósfera llena de romanticismo, su departamento decorado con velas aromáticas, una mesa puesta para dos, el disco de Chavela Vargas tocado por su reproductor de discos, el amor reflejado en sus ojos, mis piernas temblando, las manos me sudaron, el corazón agitado de emoción y al son de Paloma Negra me pidió me mudara a vivir con él, acepté de inmediato. No hacia falta ir por mis cosas el me regalaría nuevas prendas y cualquier cosa que necesitara.
Estando viviendo juntos poco nos duró el gusto y al pasar de los días no resultó lo planeado. Fue despedido de su trabajo, él hacia la predicción de los horóscopos en un programa de radio, y no sabía hacer nada más. Yo seguía estudiando, tuve que dejar la escuela y ayudar en la casa. Trabajé de cajero en un centro comercial y él de seguridad. El gerente de dio cuenta de nuestra relación y lo despidió. Las relaciones entre el personal no son bien vistas en empresas corporativas, esa fue la causa del despido. Un amigo le consiguió poco después un trabajo como seguridad en un burdel…
Cuando conocí el amor.
La historias de amor nunca tienen finales felices, eso le dije el día en que lo conocí. Él aseguro lo contrario, incluso apostó a que él podría darme un final feliz. Conversamos durante tres horas sentados frente a la barra de un bar gay, él siendo mayor que yo dirigía la conversación, se notaba su experiencia en el tema y por mi actitud pudo bien darse de que aún era virgen y no solo en las relaciones personales estrechas (noviazgos) sino que también sexualmente. Mencionó que alguna vez se dedicó a leer las cartas, que incluso podría leerme la mano si lo deseaba, yo temeroso le contesté que no creía en eso pero que respetaba sus ideas. Me convenció de dejarme leer la mano, no hicieron falta muchos argumentos, mi gran curiosidad fue la que me hizo aceptar.
“Tu línea de la vida es muy corta, posiblemente sufras algún accidente; tienes dividida la línea del amor, eso quiere decir que encontraras al amor de tu vida, serán separados por algunos malentendidos pero terminarán juntos, morirán juntos. Mira, la línea del éxito en cambio es muy larga, serás rico, eso es seguro y…”
Creí todas y cada una de sus palabras, mucho más que los mandamientos que escuchaba todos los domingos en la iglesia. Había algo en su mirada que no me hacia desconfiar, posiblemente la firmeza en sus ojos o la seguridad con la que dijo todas esas frases. No importaba. Yo me estaba enamorando. Lo escuche hablar de su vida, su familia, su trabajo, amigos, y él me escucho hablar de lo mismo. El bar estaba por cerrar y surgió la invitación a su habitación, no era de la ciudad al igual que yo, y acepté acompañarlo. Ese fin de semana había mentido a mis padres y dicho que tenía mucha tarea pendiente que no podía irme el viernes como siempre sino hasta el sábado. Como en la terapia con el psiquiatra me estaba yendo bien, aceptaron y me creyeron. En la conversación en el taxi camino al hotel nos dimos cuenta que nuestros lugares de origen estaban a solo minutos de distancia, hicimos cita para la siguiente noche pero nos veríamos en su pueblo.
Esa noche en el hotel perdí mi virginidad, me entregué por primera vez a los brazos de un hombre, me sentí amado, deseado y que gozaban de mí, así como yo lo hacía con él y también conmigo. No pude dormir, me dediqué a contemplarlo, no podía creer lo que me estaba pasando; era yo quien se encontraba en un cuarto de hotel acompañado de un hombre. Goce con la imagen de mi familia enterándose de esto. Luego me sentí culpable, yo no era tan cínico ni tal malo como para provocarles ese dolor. Estuve mucho tiempo reprimido por ellos, pero ahora me encontraba donde muchas noches antes me soñaba. Vivía una felicidad envidiable y lo mejor: podía tocarlo y comprobarlo. Fue cuando conocí el amor…
“El látigo” y las muchachas.
El “látigo” era un personaje muy importante en mis días de juventud, a él le aprendí mucho de lo que después me ayudaría a relacionarme con los demás. Aparentaba ser un don nadie, rudo, sin modales y hasta un poco salvaje, pero en el fondo era muy bueno, para mí como un hermano mayor. A “el látigo” lo conocí recién llegado a la ciudad, vivía en uno de los departamentos de la misma vecindad en la que yo viviría, el resto de los cuartos estaba ocupados por “mujeres estudiantes”, la verdad es que eran prostitutas y “el látigo” su padrote, quien las cuidaba y llevaba en orden sus negocios, les conseguía la droga y quitaba de encima a clientes molestos. No supe jamás como fue que mis padres me dejaron vivir ahí, seguro que con tantas mujeres pensaron en que me haría machito, -ja.
“El látigo” se convirtió rápidamente en mi mejor amigo, bromeábamos con toda libertad con las muchachas y una que otra se ofrecía a acostarse conmigo. Un día pregunté por el sobrenombre de “el látigo” y solo rieron señalando su entrepierna, desde entonces me obsesioné con la imagen de “el látigo” desnudo. Me reprimía frente a “el látigo” pues era mi amigo y si notaba mis miradas seguro tendría problemas. En el pasado ya había tendido problemas por una situación similar. Era un niño y prometidamente le metí la mano aún tercero donde no se debe. Menuda regañada la que me dieron, valió la pena.
Con “el látigo” la confianza era mucha y si quería podría pedirle un poco de droga, para probar, eso me decía. Yo no lo tenía en mis planes pero un día prometí a mis amigos que “el látigo” no conseguiría un poco de hierba, fue por el problema de la aceptación de los adolescentes y me quise ver aventado con mis amigos. Ése día llegó y después de todas las advertencias que mi buen amigo y hermano me propinó, avisé a mis amigos que llevaría la marihuana esa tarde, pues nos veríamos en casa de F para discutir un tarea de la clase de literatura.
Mi plan estaba hecho con anticipación, me presentaría a discutir la tarea, me drogaría y esa noche saldría a buscar un acostón, ya estaba muy cansado de las burlas sobre mi virginidad y de andar con chavitas solo por aparentar. Estaba cansado de aparentar ser lo que no era y con el pretexto de que la hierba me ayudaría a romper mis límites –impuestos por mí- esa noche bien podría arriesgarme. El plan consistía en irme de casa de F a un bar gay, no tenía la edad pero por mi apariencia no era problema. Era mi noche, tendría sexo y si llegaba a tener suerte encontraría al hombre de mis sueños…
Las habichuelas dijeron que no.
Lo conocí en un antro gay en 1997, él era solo dos años mayor que yo, y yo tenia diecisiete años. No era edad permitida para entrar a los antros pero aparentaba ser mayor por la barba en mi rostro. Ese día yo me encontraba un poco drogado, ya que antes de decidir ir al antro estuve fumando marihuana con unos amigos, nos encontrábamos en casa de uno de ellos discutiendo un ensayo que debimos escribir para la clase de literatura sobre una de las tragedias griegas; el homicidio cometido por Medea sobre sus hijos. La discusión se puso muy loca y hubo quien la comparó con el mito de “la Llorona”, todos reímos un largo rato y yo decidí abandonarlos para ir a seguir la fiesta.
Estaba cansado de reuniones heterosexuales y necesitaba dar rienda a mis impulsos sodomitas. El tipo en la entrada del bar dudo un rato en dejarme pero como era viernes, y los viernes no acude mucha gente, me dio el pase. Ya dentro del bar me senté en uno de los bancos de la barra y ahí me arribó él. Él inició la conversación, el coqueteo y el juego de la seducción, yo solamente accedí. Habló del poder de las cartas, tarot, de la adivinación, de la energía cósmica, del destino y de unas habichuelas mágicas; del cómo las habichuelas le habían avisado que ese día encontraría al a persona indicada.
Todo lo creí, me enamoré y me puse a sus pies. No le costó trabajo convencerme de que lo acompañara a su hotel y pasáramos la noche juntos. En la mañana nos despedimos como dos enamorados que disfrutaban de sus cuerpos desde hacia mucho tiempo, no dijimos adiós, sino que planeamos vernos la noche de ese mismo día. Vivíamos cerca, no en la ciudad, en nuestros pueblos de origen. Por la tarde marqué a su celular y una grabación contestó diciendo que no se encontraba disponible o estaba fuera del área de servicio, le envié un mensaje de texto el cual si contestó. Me decía que lo nuestro no podía seguir, que siguiera mi vida sin él, que encontraría al indicado; entre tantas otras cosas y que las habichuelas habían dicho que no…
¡No eres mi hijo!
Robé el auto de mis padres, él no iba a dejarme, no a mí. El día siguiente perdería mucho por mi arranque y no medí las consecuencias, por la noche solo pensaba en que si no actuaba de acuerdo a mis impulsos perdería el amor ya encontrado. Al menos yo merecía una explicación, no me bastaba con su estúpida justificación de lo que las habichuelas le dijeron. Que tonto es uno. Así que la noche en que decidió terminar lo nuestro la pase muy mal, no pude dormir, estuve bebiendo tequila y entre mi inconciencia se me ocurrió el ir a buscarlo, caerle de sorpresa la siguiente mañana para decirle que nuestro futuro no podría depender de unas habichuelas, yo lo amaba, no era un obsesión, aunque el tiempo fuera corto, una noche, nunca antes había entregado mi corazón con tal intensidad.
Dejé de tomar tequila mientras esperaba amaneciera, aproveché el tiempo para pensar lo que le diría y como lo convencería de volver. Llegó la mañana, fui a la cocina por las llaves del auto de mamá, siempre se quedaba afuera era viejo y no había espacio para él en la cochera, regresé a mi cuarto por mi mochila, revisé su contenido, todo en orden. Aún no despertaban, lo que hacia más fácil mi escape en el auto, arranque el motor y me lance al encuentro con mi entonces único y verdadero amor.
El camino fue muy corto, le mandé mensaje a su celular para avisarle que estaba de visita en su pueblo, no lo contestó. Le marqué y con voz fría me dijo que no podría atenderme, nuevamente me dijo que no quería saber nada de mi, que lo nuestro había terminado y que lo mejor que podía hacer era dejarlo en paz o enteraría a mi familia de mi acoso. No lo creí capaz. Y a los pocos minutos recibí una llamada de mi casa, era mi padre, exigiéndome regresar en ese instante con el auto, amenazándome con golpearme por mi atrevimiento, y diciendo que ya estaban enterados de lo había hecho, él se los dijo todo o al menos era lo que yo creí, para mi todo era confuso. La cabeza se me lleno de ideas locas, no presté atención a lo me que decía mi papá por el teléfono, lo último que le escuché por el teléfono: ¡No eres mi hijo!
Manejé muy alterado por las amenazas de mi padre y hundido en la depresión por la traición de ese idiota, paré en el camino para tomarme de tajo un frasco repleto de pastillas antidepresivas, las tragué con tequila. Reanudé la marcha y en el camino imaginé como habría sido mi vida con él. Al llegar al pueblo el sonido de una llamada en mi celular me distrajo, una camioneta se atravesó…
Las malas noticias.
Avisaron a mi familia del accidente.
El parte medico señalaba intoxicación por antidepresivos y bebidas alcohólicas, además de los traumatismos causados por el choque.
Las palabras que escuchó mi familia reunida: el joven cayó en “Koma”…
7 comentarios:
hola señor amante mio, visitando,y re-leyendo...le dejo miles de bsitos mordelones...
Hola.
Ya regresé y no voy a poder leer todo.
Será lueguito.
Besos!
Señor autor de tu blog tu yo de ti..
Magnifica Historia!!!.. seremos capaces de morir de amor, de matar de amor, de suicidarnos de amor!!.. yo creo que si.. peor hay veces que el suicidio es interno y llegamos al koma inconciente.. donde solo piensas en él/ella..
cosas del "amor".
Saludos!! y abrazos
oye te seré sincero, kasi nunka leo kompeltos los posts tan largos pero este estuvo genial, felicidades...
aparte estaba oyendo unfinished simpathy de Massive Attack y nunka le encontré mas sentido ke hoy...
saludos
Morgan: saludos y besos mordelones.
VYV: ya habrá tiempo para que se actualice. Contentos por su regreso. Besos!!
Diego: Don Diego, que le decimos a usted… Si es el conse. Un abrazo de oso no muy apretado por eso de los suspiros del estomago, ja ja
Manuelkawamas: Gracias por la visita, acá estamos…
hola señor mio, que passa con aste, nos ha dejado olvidados, ya no nos quere???
ando chipi,extrañandola y sin leer mas de aste....
no sea malo,y deme señal de usted....
ledejo besos cogelones y mordelones
Wow! Ciertamente es un post largo, pero poca madre es como un subibaja emocional, jajajaja! Me encantó! :)
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