lunes, agosto 13, 2007

Intermedio 1.2


Estoy por cumplir años, uno más, y como cada año desde que tengo uso de razón esta fecha me pone muy melancólico pues han sido pocas las veces que recuerdo haber disfrutado el día de mi cumpleaños. Viene a mi memoria mi cumpleaños número 7 u 8, ese día tuve una infección en los ganglios llamada paperas, por obvias razones, yo me encontraba muy triste pues no habría festejo –de hecho no recuerdo haber festejado antes algún cumpleaños- pero algo paso que cambió el aire ordinario del día, hubo una persona que pinto de colores rosa, azul y morado la tarde: mi hermana. La tercera de mis hermanas dedicó parte de su tiempo en fabricar con una caja de galletas y papel de china una piñata para mí. ¿Cuál era el fin? Tiempo después lo supe, y ella lo logró, hacerme sentir mejor. Aunque no había invitados y era yo el único participe en romper esa “fabulosa” piñata me sentí contento, tal muestra de afecto me fue suficiente. En ese tiempo me bastó una caja de galletas hecha piñata para levantarme el ánimo y seguir siendo feliz pues cuando se es niño no hay otra obligación más que ser feliz. Excelente tarde la que viví. Si bien, aunque no sé porqué me recuerdo sólo, pues no estaba ninguno de mis hermanos presentes, no hubo invitados, a excepción de mi hermana quien me regaló la piñata, quiero recordar ese festejo como el presagio de lo que mas delante me pasaría. En adelante hubo más cumpleaños sólo, pintados de colores azules, rosas y morados, en algunas ocasiones acompañados por otros colores como el amarillo, verde, rojo incluso negro. Los colores por los que fueron pintados algunos de los siguientes cumpleaños lo he olvidado. Haciendo memoria recuerdo muy bien los colores de un cumpleaños más, se tratan del recuerdo de mi cumpleaños número 12, los clores presentes fueron todos los incluidos en el arco iris tristemente manchados por el negro. Ese verano el negro, color apropiado para vestir el luto, estuvo muy presente, tan presente como el resto de los colores, tan fuertemente pintado en mi piel como marca de las experiencias vividas. Ese verano el negro significó para mí abandono, pérdida, olvido, frustración, refugio y hasta consuelo. Ese año marcó un parte aguas en mi vida mi vida, a partir de ahí fui un arco iris manchado de negro. Ahora que llevo el arco iris como bandera trato en repetidas ocasiones de teñirlo de negro para ocultar que cada vez son menos intensos sus colores, se esta desvaneciendo…

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