lunes, diciembre 17, 2007

Doce de Diciembre.

Recordó que, desde pequeño, gustaba de observar pacientemente a la gente e imaginarles historias cercanas a su propia realidad. Apoyando la cabeza en el vidrio de la ventana de su cuarto, tirado boca arriba en la azotea, sentado en el asiento trasero del automóvil, recostado en su cama instantes antes dormir o en la lejanía misma de sus pensamientos encontraba un espacio ideal para abandonarse y vivir a través de la historias concebidas para los demás. La chica de los zapatos altos, la señora del bolso de mimbre, los niños vagos del barrio, el borracho de la esquina e inclusive la madre prostituta de su mejor amigo servían de inspiración, todas las historias eran diferentes y tan parecidas a la vez. Él siempre fue protagonista, aunque a veces silencioso, y junto con el resto de los personajes que entretejían sus historias desenlazaban sus vidas en finales felices. El ritmo de las historias dependían del estado de ánimo en el que se encontrara, siendo éstas, en a mayoría de la ocasiones, comenzadas y desarrolladas has el clímax con un evento triste que desencadenaba la trama en un final pintado de felicidad.

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Desconocida, mujer morena de complexión mediana y piel morena, se encontraba a tan solo un metro alejada de nosotros. Ninguno advertía su presencia, no por la insignificancia que le impuse, si no por lo atareados que nos encontrábamos por dedicar nuestros ánimos a divertirnos sin enfado. Entre burlas, carcajadas y miradas de menosprecio le vi observándonos con delicadeza, escondiendo su mirada bajo el poco pelo que sus negras trenzas dejaron fuera; esa mirada, huraña e indagadora, me hizo desconfiar. Ella se encontraba sola, con aspecto de quien se ha abandonado a si mismo, insociable en instantes y en otros mordaz, intuí que prestaba basta atención a nuestros comentarios y reía con nosotros, - quiere estar acá con nosotros esa zorra, pensé. Dejé que la noche y la diversión transcurrieran, y a ella le permití que se mantuviera próxima.

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Le parecía que la vida de esos jóvenes tan superficiales, aunque parecía ser más interesante y relajada que la propia, debía ser mucho más triste e infértil. Ella se encontraba perdida entre la multitud, esperando encontrar un poco de esperanza, una frase que aliviase su dolor, un milagro que calmara el sufrimiento de hijo. En casa su marido cuidando del pequeño, un niño enfermo de gravedad; necesitaba un transplante de riñón. Ella, la mejor madre según palabras del pequeño, evadiendo la realidad que le quema en el alma, luchando por ausentarse al menos por instantes del cruel destino que vive; ellos, el grupo de amigos que observa, un montón de muchachos que juega a burlarse de la vida. En ellos se encontraba a sí misma, su mente acudió un pasado lejano, ella perteneció a un grupo parecido pero el amor, por su ahora marido, la hizo renunciar a esa vida de lujos. Advirtió que uno de los jóvenes se dio cuenta que los observaba y hubo que disimular aún más su inquietud por sentirse perteneciente. Quería olvidar a la familia que aguardaba en casa su regreso, perderse entre los recuerdos del pasado y ver reflejada un poco de felicidad en las caras de aquellos jóvenes desconocidos.
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Era la noche de doce de diciembre y en el pueblo se celebraba la fiesta patronal en honor de la Virgen de Guadalupe, yo junto a un grupo de amigos salimos a divertirnos, frente al templo, no en el atrio sino en la calle, montaban un escenario donde una banda estilo sinaloense (música regional mexicana), amenizaba la clausura de la celebración. Nunca he sido muy religioso pero devoto guadalupano sí. Tengo mucha Fe en ella y creo, sin cuestionamientos, en su poder de interceder por los necesitados y regalarles los milagros más maravillosos. A mí me hizo un milagro: cuando nací, cuenta mi madre, tuve algunas complicaciones cardiovasculares y me encomendaron a ella, después de unos meses sané en totalidad y por eso es que mi segundo nombre es en honor a ella. Junto con mis amigos nos plantamos frente al escenario y comenzamos con las burlas hacia los que se animaron a bailar, las bromas fueron cada vez más fuertes y más despectivas. Nuestra posición económica nos permitió salir del pueblo para estudiar el capital de estado, eso nos hacia sentir superiores del resto y con el derecho de ironizar sus vidas. Qué equivocados estábamos. Abusamos del alcohol y cuando salimos a buscar más bebidas tuvimos un accidente.
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Lástima fue lo que sintió al ver alejarse a aquellos jóvenes en ese estado de ebriedad, y luego la desolación y la falta de esperanza llenaron su corazón, el tiempo tan apremiante como nunca le robaba el suspiro. A su mano derecha el atrio de la iglesia, lugar donde minutos antes había estado rezando e implorando a la Virgen el milagro para su hijo. Se dejó caer entre la multitud, derrotada, sin fuerzas para continuar desfalleció. Despertó el siguiente día en una cama de hospital, su hermana estuvo acompañándola, esperando despertarla para darle la nueva noticia. Su hijo había recibido la donación de riñón, el donante era uno de los muchachos accidentados. No podía creerlo, bendijo a todos los rostros desconocidos que observó con recelo la noche anterior, preguntó el nombre de aquel joven y resultó ser el mismo que llevaba la Virgen a la que rezó con tanto fervor.




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Los gritos y carcajadas de su mejor amiga lo hicieron darse cuenta que por instantes se ausentó de su propia realidad, dirigió nuevamente su mirada a una mujer bajita, de trenzas negras y piel morena que se encontraba a un metro de él. Los fuegos artificiales y el volumen de la música tocada por la banda hacían imposible la comunicación, así que se comunicaban con lenguaje de señales y a gritos, trató de decirle a su amiga que se distrajo pensando en la mujer que tenían al lado, ella no lo escuchó y él no insistió mas. Bailaron y cada cierto tiempo volteaba para ver que aquella mujer se divertía a sus costillas y que en realidad no estaba tan llena de bondad y no tenía una vida tan compleja como él la había imaginado.

viernes, diciembre 14, 2007

La escena final.

Se escucha en los altavoces de la sala del cine una triste canción que acompaña a los créditos finales de la película que recién terminamos de ver. Yo llevo restos salinos en mis mejillas, huellas de lágrimas, testigos mudos del llanto que la última escena me arrancó, él por su parte muestra una sonrisa forzada para mal disimular su enfado. Abandonamos la sala y caminamos por los pasillos en absoluto silencio.

Rompe el silencio; -tienes unos muy expresivos, dice mientras me observaba por el espejo retrovisor. Hace frió y éste mismo se me claba ya en los huesos, tardo en contestar a su comentario-halago, cuando al fin puedo responderle solo digo “¿sí?, ya me lo habían dicho antes”. Con una mueca que dejaba ver una sonrisa correspondemos al comentario, después nuestra mirada se desvía hacia un automóvil que sale del estacionamiento del centro comercial.

Siento un escalofrío y regreso la vista al retrovisor, solamente mis ojos se reflejan, aprovecho para buscar la expresividad encontrada en ellos por otros, pero no hay nada más que restos de sal. En breve concluyo que la expresividad ha desaparecido segundos antes, en el instante mismo en el que él se fue. Clavo la mirada al espejo retrovisor y allí le abandono; es el lugar donde él apareció por primera vez.

************



Camino a ningún lugar escucho en el automóvil la misma canción triste que acompañaba la escena final de aquel filme, evoco las imágenes llenas de colores proyectadas en la pantalla, las tengo enfrente. La canción taladra mis oídos, las lágrimas acuden al llamado de los recuerdos y nuevamente aparece él…

Acelero, se disipan los recuerdos. Acelero, ya no está. Acelero, ninguno existe. Acelero…

…y muero.

Bajo velocidad, no estoy muerto. Bajo velocidad, respiro. Mantengo el paso, sigo en el camino…


…hacia algún lugar.

lunes, diciembre 10, 2007

Intermedio 4.1 / Mañana de sábado.

“Las cartas no debes romperlas por es de mala suerte”.
Posiblemente sea lo último que escribo en éste diario.
“Debes esconder tus cartas en un lugar que nadie sepa, así no las van a leer”.
Estoy cansado de repetir historias y solo cambiar el nombre de algunos personajes.
“Mi mamá leyó tus cartas”.
Me siento solo y no ser que hacer, será posible que encuentre al indicado.
“Las mejores cosas llegan cuando menos las esperas, y así me llegó tu amistad. Gracias por estar siempre y como nadie mas lo hace”.
La noche de ayer, mejor dicho la madrugada de hoy, conocí a una persona y estoy muy emocionado, ya cambiamos teléfonos, mañana le marco, tal como quedamos.
“Si quieres amar, yo te enseñaré”.
Otra vez, una más. ¿Siempre cometo el mismo error? Ya no lo sé.
“Soy toda una modelo, ¿o no?”



El viernes pasado decidí deshacerme de muchas cartas, postales y mensajes escritos que tenia guardados. Fue sorprenderte ver que tenia en mis cajones cartas desde que era yo un niño. El viernes fue que me armé de valor y por lo tarde que era espere a la mañana del sábado, durante la noche y mientras esperaba el amanecer no pude dormir, la idea de romper las viejas cartas me inquietaba, pero debía hacerlo, de continuar guardando en los cajones los recuerdos de amistades perdidas, amores fallidos y sueños incumplidos, mi vida terminaría por ser un ciclo de complejas y deprimentes circunstancias no superadas. Para sobrellevar el insomnio escribí mi último relato personal en el diario, me despedí de él y me prometí no llevar un diario nunca jamás. Como continuaba sin poder dormir hice una llamada, de esas molestas por la madrugada, a uno de mis amigos, él me escuchó quejarme de una fallida vida amorosa y culparme por creer en el amor de color de rosa. Ya por la mañana comencé con la limpieza de los cajones, rompí cartas, tarjetas de cumpleaños, todo lo bueno y malo que me han dejado materializado las relaciones pasadas. Cuando tuve el diario entre mis manos dudé en deshacerme de él, pero un impulso me hizo romper las primeras páginas y continué de prisa con las demás. Los restos físicos de todo quedaron en una caja que mañana se va al depósito de basura municipal.

Los otros restos, las otras huellas de que un día existieron aún las guardo. Espero que una mañana de sábado pueda deshacerme de ellas con la misma facilidad que hice lo otro; y que un martes recojan sus restos los trabajadores del municipio…

Mariana y Mariano (Serie: Todos son iguales... / Primer relato)

Ahora que ya estoy divorciada quisiera retomar mi vida, es algo que desde hace tiempo he querido hacer, pero tú sabes que con ese bulto que tenía por marido todo me resultaba imposible. ¿Sabes?, me alegra que no hayamos tenido hijos, el divorcio no fue más que un trámite, yo puedo seguir mi vida y sin tener responsabilidad encima. Aún soy joven, tenemos la misma edad ¿qué no?, con suerte encuentre el verdadero amor. Por fin podré acompañarte a todos lados, seremos los mejores amigos o “amigas”, como o quieras, ¿recuerdas nuestros días de universidad?, ja. Nos divertiremos por igual. ¿Tienes algún plan para este viernes?, no debemos perder tiempo, yo ya quiero volver a sentir la emoción de conocer a nuevas personas, ¿no es muy rápido verdad?. Digo, estoy recién divorciada, y no quiero que se vaya a ver mal mi conducta. La verdad, qué me importa verme desesperada, lo estoy. Quiero una noche de sexo, ja. No me has dicho si saldremos éste viernes, ¿si?, anda, dí que si y te prometo pagar yo la cuenta, que con lo que logré quitarle a ese imbécil bien podemos estar de parranda unos años, ja. Ya contesta hombre, por favor. – ¿Pero como quieres que conteste si no has cerrado el pico?, contesté en tono molesto a mi amiga Mariana.


Desde que salimos del bufete de su abogado no paró de hablar de los planes que tenía para su nueva vida de soltería. Entiendo que le emocionara de sobremanera, pero yo no me encontraba con ánimos de celebrar nada en absoluto. Además me sentía un poco culpable del fracaso de su matrimonio, ella no lo sabía y mis intensiones por enterarla era nulas. El imbécil del que se divorció era el hombre perfecto en la vida de mi amiga, lo fue hasta uno meses, y por mi culpa dejaba de serlo. Aunque yo no comente jamás nada de lo sucedido creo que su conciencia no lo dejo en paz y termino por solicitarle el divorcio. Mariana al principio lo tomó muy de sorpresa, y no se diga de mí, ambos no lo esperábamos. Esa tarde Mariana me llamó, perdida en un llanto incontrolable me pidió fuera a visitarla y sin decirme nada mas acudí. La encontré tirada en la cama, ebria y con una caja de cigarrillos por terminarse, aunque no lo sabia de sus labios ya me imaginaba la causa de su tristeza. Hablamos de lo extraño en el comportamiento de su entonces esposo y lo aún más sorpresivo de sus deseos por terminar la relación. No me fue difícil fingir la sorpresa, ya esperaba el fin de ese matrimonio, lo que no creía es que sucediera tan rápido y que aquél tuviera el valor de hacerlo. Como los motivos no estaban claros para Mariana, supusimos se trataba de otra mujer. Fue lo mejor, -pensé. Yo no tuve el valor para aclararle el porqué, del cual yo si tenia conocimiento.


El viernes por la tarde recibí la llamada de Mariana confirmando nuestra salida. No pude negarme, ella era mi amiga hacia muchos años, me necesitaba. Acudimos de inicio a un restaurante el cual frecuentábamos en nuestros años como universitarios, recordamos viejos tiempos, reímos sin motivos, bebimos en demasía y lloramos un rato. En el remover los viejos recuerdos, nuestra relación como pareja salió a colación. Nunca antes me había preguntado por que terminó, ni siquiera el día que le confesé que era homosexual, pero esa noche lo hizo. No tuve respuesta, me quedé callado y para aliviar la conversación le dije que ya no era necesario hablar de algo que ya los dos habíamos superado. Y que al parecer no fue así, ninguno lo superó. Yo me sentía culpable y ella necesitaba una explicación. Entonces accedí, se lo debía por lo pasado y por la relación que recién terminaba, era una buena oportunidad para librarme de culpas.


Le conté que la noche en que cumplíamos seis meses, después de haber estado con ella me encontré con un conocido de la universidad, su exmarido por cierto, nos fuimos de parranda y terminamos en un bar gay, me besé con un desconocido y él nos vio. No pude continuar con ella después de eso, el hecho de que él lo supiera no me dejó tranquilo. Mariana estuvo tranquila, aunque la decepción invadió su rostro, no hubo reproches ni reclamos. Me pidió la llevara a aquél bar. No me gustó la idea y no quería acudir con ella, había más sorpresas que pretendía evitarle esa noche. Su necedad me hizo llevarla.

- Me imaginaba un bar en condiciones no muy salubres. Comentó en un tono lleno de cinismo.
- También nos gusta la buena vida, respondí.
- El cartel de la entrada anunciaba un espectáculo de travestis, ¿ya lo has visto?. Preguntó con un rostro lleno de curiosidad.
- Llevo tiempo que no acudía al lugar, anteriormente no lo tenían. ¿Nos vamos?. Sugerí.
- Está por comenzar. Me dijo.


Las luces se apagaron y un reflector iluminaba a quien presentaron como: “Mariana, la Reina de la noche”. En realidad su nombre era Mariano, el exmarido de mi amiga. Yo ya sabía de su espectáculo. La escena que él presenció en la universidad la repetimos pero con los papeles inversos años después. Esa fue la causa del rompimiento de su matrimonio. Mariana no me volvió a dirigir la palabra, no después de sentenciarme con la siguiente frase: “todos son iguales”.

Cuatro Meses…(Segundo Final)

Según el tiempo marcado en la primera hoy debe ser el final de esta segunda temporada.



Formalicemos el acto:


Fin de la Segunda Temporada.

miércoles, diciembre 05, 2007

Gardenia.


Era conocido más por su mote que por su nombre real. El apelativo, el cual él mismo escogió, era un nombre de mujer, nada burdo al contrario se trabada de un nombre fuerte y con personalidad propia. Antes de que yo le conociera físicamente escuche muchos rumores relacionados al libertinaje con el él manejaba su vida, todos los comentarios llegados a mis odios hacían que deseara con mas fuerza el conocerle. Antes de lo pensado mis deseos de conocerle se cumplieron.

La primera vez que estuve en casa de mi tía abuela fue una tarde lluviosa, junto otros primos me encontraba jugando en la calle cuando la lluvia nos sorprendió; la carrera que dimos para evitar la lluvia fue la que nos puso frente a las puertas de casa de la tía. Ella muy amablemente nos abrió las puertas y nos permitió el paso a la sala. Recuerdo muy bien esa tarde por que en la sala había un olor muy especial, un aroma que se desprendía de pequeñas flores blancas, toda la habitación estaba llena de tan agradable sensación. Al relajarse el clima dejamos la casa y continuamos con nuestros juegos.

Con el paso del tiempo guarde el recuerdo de esa tarde en mi memoria, no volví a sentir el aroma de esas florecillas hasta mucho años después y por el cambio de mis intereses que no visité la casa aquella por el mismo periodo que extrañé el aroma aquel.

Cursando el tercer grado de educación secundaria fue que escuché los primeros rumores sobre “blanca de la noche”, y se referían a un homosexual travestido que vagaba por las calles del pueblo en busca de nuevas aventuras. Lo de “blanca de noche” venía a colación por el rostro blancuzco que el exceso de maquillaje claro le provocaba. “Bella de noche” y un sin fin de alias más servían a la muchedumbre para menospreciarle, la forma tan despectiva en que la gente le refería me incomodaba sobremanera, para ese entonces yo ya me había descubierto homosexual y terminar en una situación como la que de él, la que tuve ante mis ojos esos días, me aterrorizaba. Para ocultar mi temor lanzaba comentarios igualmente despectivos y escondía mi remordimiento de las miradas inquisidoras.

A pesar de que muchas veces formé parte de las burlas no dejaba de sentirme mal por mis actos, en el fondo me sabia expuesto a la misma situación, mi preferencia sexual me hacia presa fácil en un pueblo dominado de un falso machismo, -digo falso por que así lo era, resultó en muchas ocasiones ser solo una pose. Y mas allá de hablar de cuantos “hombres” terminaron acostándose con él o conmigo, hablaré de lo que a él le hicieron, de lo sucios que fueron con una persona llena de tristeza. La tristeza que él veía, reflejaba la misma que yo sentía, de hecho debo confesar que el no me contó sobre sus sentimientos y mejor dicho, confieso que, nunca conversamos.

Las noches, en que él vestido de lentejuela, les daba brillo me fueron contadas por terceras personas, eran historias que al siguiente día se volvían la mejor anécdota de quienes junto a él las vivían. Alegre, alocada, parrandera, borracha y hombreriega; joto, desviado, sodomita. Todos tenían una palabra que le describiera al siguiente día. Por mi parte estuve todo el tiempo fascinado, como ya lo dije anteriormente, yo ya me sabia gay y la cercanía de sus relatos me hacia fantasear sobre mi futuro pasado. Tenía ganas de conocerle, ser su amigo y que él fuera mi confidente, yo comenzaba a acumular experiencias y esperaba compartírselas.

El otoño llegó y una de las noches, una noche con la hermosa luna de octubre, salí a la calle, a pasear y buscar la ruta de la “bella de noche”. El tiempo fue pasando lento, la noche resultó alargarse y mi desesperación por no encontrarle me hizo regresar a casa. Ya en casa mi hermano me dio la noticia: lo mataron a golpes. Fueron unos desgraciados de un pueblo vecino, alcohol y las drogas los homicidas reales. Lo invitaron a pasear, se fueron al río y entre burlas, desenfreno y odios le mataron.

El aroma de la tarde siguiente me hizo recordar la tarde aquella que la lluvia nos hizo entrar en casa de mi tía, es la segunda vez que estaba en esa casa y el aroma nuevamente llenada los espacios de ahora una triste habitación. Las pequeñas flores blancas se encontraban en varios floreros que rodeaban un ataúd de madera, esta vez preguntaré qué flores son, me dije. Cerca de mi se encontraban mi tía abuela y mi mamá, al preguntar a mi madre sobre el nombre de la flores mi tía la tomó de la mano, como señal de que mantuviera silencio pues ella me contestaría, son gardenias, dijo. Hubo un silencio corto y luego añadió: como ella, mi pequeña flor blanca, “blanca de noche”, Gardenia su nombre de mujer.


lunes, diciembre 03, 2007

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte IV.

Yo. La corrida en tres tercios: Confusiones, conclusiones y más teorías sobre los finales felices.

“… hummm..... ¿Y entonces dime, cómo te sientes ahora?- le preguntó la psicóloga. Él dudó en responder con sinceridad, ya le había cuestionado antes porqué le resultaba mas fácil hablar de él en tercera persona, a lo que respondió que relatar los hechos de esa manera le era menos doloroso y, ni siquiera dejó terminara cuando ella insistió en que negarse a hablar de él en primera persona le haría mas difícil la aceptación y reconocimiento de sus miedos, errores o conductas; así que lo pensó un poco y habló de él en primera persona.” Fragmento de un vida.

[Somos parte de la misma materia, partículas de la misma energía, en conclusión, somos iguales y por ende resultamos ser un reflejo en los demás de nosotros mismos]

La semana había sido de esas en que uno piensa que mejor habría sido no salir de casa. Los días estuvieron nublados y el gris del cielo se expandió hasta llegar, al parecer, al estado de animo de todas las personas, -incluyéndome. Con la tristeza clavada en mi pecho y resuelto a evitarla, me decidí por ir a visitar a unos amigos, entiéndase “amigos” literalmente, no pude prevenir lo que vendría. Definitivamente hay cosas que no son imposibles de controlar, “trata de callar al mundo” dice mi tía abuela.

Después de visitar a mis amigos regresé a casa molesto, me sentía agredido por sus comentarios, lastimaron mi ego y aun más, mis sentimientos. Fue entonces que vino la idea de que la vida y sus relaciones afectivas bien podrían ser comparadas con una corrida de toros. El coraje y toda mi sed de venganza me hicieron sentirme como un toro, que resignado a su final, lucha por dar una ultima embestida digna de tal lidia. Callé todo el tiempo que estuve con ellos y mucho tiempo antes también lo hice, solo había rabia y coraje en mi mirada. Deje que clavaran las banderillas en mi espalda para regalarme indefenso a ellos, era lo que creía. En realidad no me atreví a discutir. El miedo me ganó y enmudeció cualquier comentario que haya pretendido hacer. Me clavé la espada yo mismo.

No fueron ellos, fui yo mismo. La vida si es una corrida de toros y nosotros somos espectadores, picadores, banderilleros, toreros y el toro.


“La estación fue reconstruida y yo pude tomar el tren, ya no para huir sino para regresar, hice el viaje a mis adentros, aún sigo viajando”

{Ya no creo en los finales felices, un final es final y eso lo dice todo. Prefiero la continuidad en la búsqueda de la felicidad}

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte III.

Todos, ellos. Tercer Tercio: La suerte suprema.

“…y fue así que llegaron los miedos. Ese verano, el que mi primo se fue, un fuego quemaba algo dentro de mi pecho, él era la primera persona por la cual yo sentía ser abandonado; además de ser mi mejor amigo era mi válvula de escape contra un destino que me negaba a vivir. A su lado me sentía normal, junto a él no era el chico raro, sabía que pertenecía y era uno más de ellos. Entonces todo terminó, él se fue y ellos ya no estaban. Las primeras tardes las pasé solo, dedicado a observar el cielo e imaginarme nuevas formas de vivir una vida tan gris, fui María, llené mi cabeza de sueños que no alcanzaría a cumplir; dejé al pobre Leo abandonado en esa estación de tren, tratando de evitar el dolor, escondiéndose del mundo… entonces me vestí de Rojo y use un escudo que me funcionó por un tiempo, no me preocupe por crear relaciones entonces, ni amorosas o de amistad, tracé una línea tangente a mi realidad y viví solo para el placer carnal. Equivocación tras equivocación quedó tatuada en mi cuerpo, las cicatrices me hicieron temer al reflejo que una tarde, en un cine porno, distinguí de mi vida. Sintiéndome Bonito y lleno de coraje elimine todo rastro de Rojo en mi conciencia. Luego, una noche vino, y pude encontrarme por fin con una posibilidad de cambiar radicalmente de forma de vida, mentí, me mentí, les mentí y la vida pasó la factura. Yo…” Fragmento de una confesión.


[En el último tercio el torero ejecutará la "suerte suprema", en la que toreará con la muleta en vez de con el capote para, al final, tomar la espada y matar al toro. Estos son los momentos más difíciles de toda su labor, pues en ellos debe conseguir que el toro le embista, y justo en medio de la embestida, aprovechar el momento para clavar su espada o estoque en el corazón del animal. Es cuestión de escasos segundos, y en ellos sólo debe concentrarse en acertar en un punto muy concreto cuando el toro en movimiento se lanza a su muleta. Es quizás aquí cuando el diestro expone más abiertamente su cuerpo ante el toro. Es a toda esta lucha a la que se ha considerado una obra de arte viva y efímera.]


En la estación de tren, esperando, Leo y Bonito, vieron pasar los días, los años. Sin percatarse, ambos compartieron sus soledades; una misma soledad cegadora que con el tiempo los hizo perderse en ellos mismos, se convirtieron en uno, se amalgamaron a la butaca del andén doce, terminado unidos por siempre. Por mucho tiempo ninguno de percibió de la existencia del otro, el dolor les produjo egoísmo y el egoísmo cegó sus corazones.
La noche en que la obscuridad devoró las sombras, el dolor resurgió con mayor presencia, ellos desaparecieron. Como cortos de una película en blanco y negro se proyectaron el en cielo las imágenes de sus vidas suspendidas.
Leo, Rojo, Bonito y María, fueron siempre una misma persona, un ser divido por sus miedos. El abandono, la no aceptación, la crítica, la humillación, los sueños perdidos; todos los miedos navegaron por nubes cargadas de cianuro. La nubes se descargaron sobre una tierra estéril, previa a colapsarse. Desde el cielo se podía observar como caía en ruinas la estación de tren, ya no albergaría mas esperanzas fétidas, ya no alojaría en sus andenes vidas robadas, y sus butacas no servirían más de apoyo a personajes surgidos de una egoísta necesidad de evadir la vida.

Voces salidas de todos lados irrumpieron con estruendosa osadía en los odios de “ellos”, de él. Esas voces no eran más que el eco de todo lo escuchado en los días previos a la caída, su propia caída. “Falsos y verdaderos amigos”, perversas voluntades disfrazadas de buenas intenciones, mentiras viles matando verdades doloras, egoísmo, miedo; todo llegó proveniente de los cuerpos de olor putrefacto que anunciaban la caída. Pero no fue así.

Leo, María, Bonito y Rojo, habían dejado de ser solo personajes, ahora eran parte de él, eran él y su pasado futuro. Nuevamente existen. Resurgieron de los escombros, callaron las voces.

Él lo ha entendido.
{-Te quiero.}

jueves, noviembre 29, 2007

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte II



Rojo y Bonito. Segundo Tercio: Las banderillas.

“…así pues hubieron de pasar los años para que yo entendiera el significado del sueño aquel de infancia. Los espejos, aunque ya soy unos años mayor, me siguen provocando reacciones diversas, no les temo como antes pero me es imposible observarme fijamente en ellos por un tiempo fijo. Inclusive me cuesta trabajo aceptar que lo me molesta de algunas personas no es más que lo que me molesta de mi mismo. Llegamos a desarrollar un sentido de observación tan agudo e incisivo que llegamos a conocer el punto exacto para dañar a los demás y…”. -Fragmento del diario de Leo.



[En el segundo tercio se ejecuta la "suerte de banderillas", en la que los "subalternos", "banderilleros" o "toreros de plata" como queramos denominarlos ponen al toro tres pares de banderillas.]



Rojo, él se puso ese sobrenombre y pidió a sus conocidos así le llamasen; el sobrenombre provenía del significado de su nombre real. A sus pocos años, catorce, sabia que el mundo era de él. Sus deseos carnales lo gobernaban, pero el gobernaba al resto de invitados a su vida. Caminaba por las calles seguro de que era objeto de deseo, se burlaba de quien podía y se negaba a ser la puta del barrio, él solo follaba con quien le apetecía. Su vida llena de superficialidad le era suficiente, años antes decidió bloquear el dolor en su vida, no crearía lazos con nadie mas, ya no habría miedo al abandono, nadie lo dejaría por que no tendría lazos con nadie. Solo un miedo invadía sus pensamientos: dejar de ser bello. Y sucedió lo que en la vida es inevitable. Su cuerpo sufrio cambios venidos de la adolescencia, ya no se sentía tan hermoso, hubo rupturas en su ego y sus emociones. Un rango que en adelante lo retraería emocionalmente quedo tatuado en su espalda.




“Cuando seas grande vas a estar rechulo, mi Bonito” eso le decía el pintor al joven que acaba de conocer… Bonito, como en adelante lo llamaría, y el pintor se conocieron en un cine porno. Bonito cursaba el último año de preparatoria y en el afán de explorar y definir su sexualidad acudió una tarde al cine, al que por los comentarios entre sus compañeros de clases se enteró que existía. Esa tarde, el pintor merodeaba como cazador en busca de una presa, Bonito fue el adecuado, conversaron y Bonito se sintió conquistado. La mirada del pintor, sus palabras y esa voz firme fueron la carnada que Bonito mordió. Desde entonces Bonito supo que en adelante para poder enamorarse debía admirar a la persona en cuestión como lo hizo con el pintor.

Meses después, mucho después de que las cosas para ellos no funcionaran, Bonito se presentó nuevamente en el cine, al entrar recordó que hace mucho no le llamaban por su nombre todos los conocidos en ese lugar, pues desde que conoció al pintor su nombre lo cambió por “Bonito”. Estando en el lobby del cine cruzó miradas a través del espejo con Rojo, se sintió intimidado por la seguridad que Rojo proyectaba y dudó en corresponder a sus coqueteos, cuando al final lo intentó Rojo ya no estaba. No había más imagen en aquel espejo que la propia. Recordó el día en que conoció al pintor y se encaminó a la sala de proyección. La oscuridad de la sala no le permitía Bonito una rápida búsqueda de un lugar en donde sentarse, espero a que la pantalla alumbrara un poco el lugar y cuando al fin sucedió fue sorprendente lo que pudo ver. La sala se encontraba totalmente vacía, no había rastro del chico que le coqueteó en el lobby. Confundido decidió abandonar el cine y regresar a casa. En el camino a casa, ya en un estado reflexivo, puedo reconocerse en el rostro de Rojo, la pesadez de una vida cargada de sinsabores Bonito ya la había experimentado. Tenía un pasado posiblemente parecido al de aquel extraño, pero a pesar de eso parecía que Rojo estaba conforme con su destino y Bonito no. Bonito luchaba por dejar atrás los miedos, los rencores pero los seguía cargando. Bonito luchaba día con día por ser mejor sin aceptarse del todo, permitía que otros, y lo peor, el mismo se flagélala por temas no resueltos. No entendió a tiempo que la aceptación era el camino correcto para el, decidió huir, comprar un boleto de tren y sentarse en una butaca a esperar…




{–De seguir así vas a terminar por quedarte solo. –Es tan asqueroso hacerse pasar por bueno como por malo. –No vas a encontrar a la persona que estas buscando.}

Homomaquia o el extraño estudio a la genealogía de los miedos. Parte I.

Leo y María. Primer Tercio: Los picadores.

…y me dices que voy a quedarme solo, ¿qué sabes tú de mi?, ¿acaso dos frases robadas de un libro extraño, aprendidas de memoria, te dan el derecho a juzgarme?. Hace tiempo que estoy solo y no te diste cuenta, tu soledad solamente le ha hecho escasa compañía a la mía. Ya no quiero ser mas tu amigo, me haces y te hago daño, tenerte más que un bien resulta ser un mal. Pero no puedo dejarte, te quiero, me quiero en ti, a través de ti, eres un reflejo de mis miedos, siento odiarte en ocasiones, pero hay otras en que la luz de tu amistad me hace más fuerte. ¿Por qué fuiste tan cruel?, sabias muy bien que tus comentarios me dolerían. Me gustaría decirte que en el fondo te lo agradezco porque me haz forzado a crecer, pero la realidades que si tengo miedo a quedarme solo y sigo con tu amistad solo por esa razón. – Fragmento de una carta no enviada.

[La corrida se divide en tres partes denominadas tercios que se marcan con un toque de clarín. En el primero de ellos el diestro torea con el capote. Con un toque de clarín se indica que salgan los dos picadores al ruedo, situándose cada uno de ellos en un extremo de la plaza, pero sólo uno ejecuta esta "suerte".]





¿Recuerdas que te conté de un sueño lleno de espejos? Yo desperté con mucho miedo ese día, hizo mucho frío y amaneció lloviendo entonces y yo te abrazaba fuerte, muy fuerte y te contaba lo que había soñado, ¿si lo recuerdas, verdad?. Tú no me decías nada, te quedabas calladito, como siempre. Pero a mi no me importaba que no hablaras porque yo sabia lo que querías decirme. Has estado conmigo ya hace mucho tiempo y también has sido mi mejor amigo, ahora estas muy maltratado, como yo. ¿Será que no te he cuidado bien?. Aún me acuerdo de la clase donde la maestra nos pidió el estambre, yo no sabia para qué sería; ella nos pidió dos madejas de estambre de colores diferentes y yo las escogí de los colores que ahora tú estas usando. Sí, los escogí por que eran mis favoritos, rojo y azul. Uno como tus ojos: azules; y el otro solamente me gustaba mucho. ¿Sabes?... los espejos me siguen dando mucho miedo. – Contaba Leo a su muñeco de estambre, un payaso ya deshilachándose debido al paso del tiempo, mientras esperaba sentado en las butacas de una vieja estación de tren.



María, la madre de Leo, era una mujer callada de semblante triste, tan gris como su cabello. La vida no fue para ella lo que de niña soñaba, –no fue actriz, estrella de rock o súper modelo. Antes no fue nada y después solamente la madre de Leo.



Leo, único hijo de María, debió llamarse como su bisabuelo Leonardo pero por decisión del padre su nombre fue otro. Para él no importaba como haya sido nombrado, su sigo zodiacal fue Leo y le era suficiente para autonombrarse “Leo”, su verdadero nombre no le gustaba y cambiarlo por otro era la opción, aprovecho que además de su signo zodiacal él tenía un extraño parecido con los felinos: los ojos. Leo es inquieto, alegre y soñador, tal y como un día su madre lo fue.



Una mañana Leo amaneció con una noticia que cambiaría por completo su vida, las nuevas emociones experimentadas marcarían su corazón, ya no volvería a ser el mismo. Su primo, y mejor amigo, junto con su familia habían abandonado el pueblo durante la madrugada, el viaje no tenía planes de un pronto regreso. Leo y su primo fueron los mejores amigos en la infancia, estaban por comenzar la adolescencia y, la dependencia de Leo para con su primo era excesiva, parecía que Leo descubría el mundo a través de los ojos de aquel mejor amigo, así que la noticia recibida dejó desvastado a Leo. Al enterarse, no mencionó palabra alguna, sin más corrió a su cuarto, tomó el muñeco de estambre y subió a la azotea de su casa para echarse a llorar.



Antes de avisar a Leo lo sucedido, María pudo ver, a través del reflejo que el espejo le devolvía, que sus ojos denotaban una noche sin dormir acompañada de llanto y cansancio. En sus manos sostenía la sección de sociales de un periódico de meses atrás y en el obituario una noticia relacionada con un antiguo amor, su profesor de tercer año de primaria había muerto. Aunque el periódico se encontraba muy maltratado, pues con seguridad lo tuvo con ella toda la noche no lo dejó para dar la noticia a Leo. Bajó las escaleras para informar a Leo que su primo iba camino a encontrarse con su papá, en una ciudad muy lejana, que no sabia decirle cuando regresarían y lo mejor sería olvidarse de ellos. Subió nuevamente a su recamara, callada, sacó de un cajón unas viejas cartas y releyó su contenido, no hubo llanto, se abrazo a su almohada y durmió.



Leo, desde la azotea, alcanzo a ver la estación del tren, un impulso egoísta acompañado de un arrebatado pensamiento lo hicieron bajar de la azotea y caminar hasta llegar a la estación del tren. Estado en la estación, se sentó dispuesto a esperar…



{–No hablas mucho de ti. –Eres como la moraleja del payaso: alegre por fuera y triste por dentro. –Seguro tienes muchos amigos, ¿verdad?}

viernes, noviembre 16, 2007

Intermedio 3.6 / [...]


… y estoy desnudo, mi cuerpo lacerado, las heridas infectadas; los cuervos merodean colgados en el cielo, se escucha a lo lejos el aullido de las hienas, siento cercano el fin…


[El fin que ellos tanto desean.]



No daré tregua, -pienso,





¡No me jodan!, -grito,




...y entonces despierto.

martes, noviembre 13, 2007

Intermedio 3.5 / Es rojo.

Que hermoso cielo gris, -me dijiste.

El cielo no es gris, -refuté.

Te digo que el cielo es gris, -contestaste.

Lloré, me abrazaste y secaste las primeras lágrimas.

Es gris y no azul -aseguraste, imprimiendo poca seguridad a tu tono de voz.

Lloré mas fuerte, lo mas fuerte que pude, hasta desangrarme a través de los ojos.

Es rojo – afirmé, como quien con pruebas fehacientes descarta una equivoca teoría.
[Hoy debe ser rojo.]

Intermedio 3.4 / Un adios, dos actos...



Ella: ¿No en la intimidad de la alcoba me contestaste todos tus miedos?, ¿no en esas noches de lluvia consolé tu llanto?, ¿no fui yo quien…?


Yo: ¡Calla!, no me lastimes más con tus reproches…


Ella: ¡Vete!






De esa forma imagino que termina mi relación con ella, mi fiel compañera. Llevamos ya mucho tiempo acompañándonos, siendo amigos, queriéndonos; amándonos, siendo amantes. En ocasiones pienso que de tanto quererle he de terminar haciéndole un gran daño u odiándola, o viceversa tal vez. A pesar del tiempo juntos no logro conocerle y creo que ni ella a mi, nos hemos aceptado y tratado de sobrellevar. Ella tan egoísta y yo ególatra, ella sádica y yo masoquista, uno ciego y la otra cegadora, en ratos luz y en ratos oscuridad; todo en nuestras vidas son encuentros y desencuentros. A tiempo y tan a destiempo también. Le voy a extrañar una mañana, lo sé, y más que alegría me da temor, pues es ella con quien me desvelo, a quien le hablo de todos mis sinsabores y con la única que he tenido una relación duradera.






¿Qué voy a hacer sin ti, Soledad?...





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Aletargado, mis pensamientos fluyen libremente, la razón no los advierte; etéreos, eternos.

Abandonan mi cuerpo.

Parte de ellas los siguen en el camino a la nada.

Ojala no vuelvan y perezcan en el olvido.

Ellas…

¿Fueron mías ó eran tuyas?

Dímelo tú…

Sí, ellas, las obsesiones.

miércoles, noviembre 07, 2007

Sin título...


Eres como una noche de invierno, me decías. Y te perdías bajo las sabanas buscando mi calor; desesperado al no encontrarlo, te ponías en pie, te acercabas a la ventana y arrojabas al viento tu amor.

Yo seguía en la cama, disipándome con la noche, esperando el amanecer. No te dabas cuenta, siempre tan egoísta, solo pretendías que amara el reflejo que ti veía en ese espejo; ese que la luna nos regalaba.

¿Podrás amarme? Susurraste.

Yo callé, y me uní al silencio de la noche.



Soledad y abandono.

martes, noviembre 06, 2007

La casa de la muerte

[Seguimos celebrando a los muertos...]


Despertó en la calle, desnuda, sin conciencia de lo sucedido, los pies salpicados de lodo y las manos manchadas de sangre. No fue abusada, ni golpeada; no esa noche. La sangre era suya y de él, eso lo sabía.

Su cuerpo temblaba a causa de las bajas temperaturas, logró acercarse a un bote de basura y tomar papel periódico para arroparse un poco. Se reclinó en una esquina del viejo callejón. Triste y confundida tomó una posición fetal para calmar el hambre que su estomago gritaba. ¿O era su vientre el vacío?

Ya no había voces en su cabeza, su atención estaba en el epicentro de su dolor: el vacío en su cuerpo. Hambre en su corazón. Sed en su alma. Durmió por fin, embriagada por el dulce sabor del arrepentimiento, anestesiada por la falta de recuerdos, encontró en su locura la calma a su dolor.

Su realidad se reveló en un sueño, así lo creyó, en el que ella corría, escapaba de unos hombres de blanco que querían atraparla. Ella llevaba dentro de sí al hijo de mal. Al hijo del señor de la casa de la muerte. En el sueño ella corre sobre nubes grises, es más ligera y un líquido rojo es expulsado de su cuerpo dejándole la sensación de liberación del cuerpo; las nubes la liberan de los hombres: tragándolos.

Duerme. Despierta y llora. La claridad regresa a su cabeza. Llora. Recuerda y llora. Fue violada por su padrastro, el hombre de la casa de la muerte, ella es esquizofrénica y escapó del manicomio. Abortó a causa del esfuerzo físico de la huida. Los hombres cayeron en una fosa en el asfalto provocada por el terremoto ocurrido la noche anterior.

La noticia no salió en los periódicos, ella no regresó al hospital psiquiátrico, la fosa sigue sin ser cubierta y la casa de la muerte sigue en pie en una ciudad colapsada.

Ríe, sueña despierta. Se burla de todos y todo lo que nunca existió.

viernes, noviembre 02, 2007

Los ojos negros, el baile y el tequila…

[Veneno, mi relato de día de muertos]



Día de muertos; la clientela acostumbrada en el burdel está muy disminuida, ni siquiera los clientes más fieles se ha presentado, todo indica que será una noche tranquila. Veneno llegó temprano, las cosas en casa no están bien, el estado de embriaguez de su compañero José y la violencia que le desata son mejor evitarlos. Se ha maquillado y mudado de ropa en el pequeño cuarto que la dueña les renta; es un cuarto de tres por tres metros, con una cama que lleva sabanas sucias, una lámpara, un pequeño mueble que sirve de cómoda y un espejo. Espera sentada en la cama la hora de salir a la pequeña sala que funge como pista de baile.


Mientras se cuestionaba su relación con José un impulso la hace ponerse en pie y dirigirse al espejo, nota una expresión diferente en sus ojos, descubre que no los ha maquillado. Antes pintó sus labios de un color rojo, ocultó las marcas de los golpes con suficiente maquillaje, ruborizó sus mejillas, pero los ojos lo dejó intactos; a pesar de eso lucían perfectos, el color negro intenso y la expresión nueva en su mirada era suficientes, decidió no maquillarlos y dejar que lucieran por si mismos. Su mirada obscura, intensa, reflejaba el abismo donde se perdían sus emociones.


La hora llegó, los clientes aguardaban a las prostitutas, el tocadiscos con un ruido estruendozo anunciaba que la noche de seducción y placer había comenzado. Ella, Veneno, calzó un zapatillas con brillantes de fantasía, dió unos golpes contra el piso a los tacones y abandonó el cuarto. Antes de cerrar la puerta suspiró profundamente, sonrió y alzó la mirada, esa mirada altiva que la hizo por mucho tiempo la mejor entre todas las mujeres del burdel. Ahora era la mayor, pero no le desmerecía, conservaba algunos clientes y con las artimañas desarrolladas, después de tantos años dedicándose al negocio, bien podía robar algún prospecto a las compañeras.


Entró a la sala haciendo un pequeño baile; seductor, provocativo y sugerente. Se sentó en la mesa del centro, ordeno tequila y prendió fuego al cigarro. Absoluta quietud, caras tristes entre las compañeras, susurros entre ellas y los pocos clientes presentes. El cantinero vestía en su totalidad de negro. Veneno desconcertada, el mesero, único mesero, no le prestaba intención, parecía no escucharla. Lanzó un comentario a la mesa de al lado y no surgió efecto, estaba siendo ignorada por todos. Se preguntó si el incidente ocurrido la noche anterior tendría algo que ver con la actitud de todos.


La noche anterior ella debía quedarse mas allá de la hora normal de salida para atender a un cliente, José acostumbraba pasar por ella para luego trasladarse a la casa, esa noche José llegó antes de lo establecido. Su estado no era de lo mas aceptable, llego borracho el borracho, y la dueña del burdel se molestó pues no dejaba a Veneno trabajar con libertad. Los celos y las miradas inquisidoras de José distraían a Veneno, mientras ella bailaba con un cliente a José le pareció que aquél se estaba propasando demasiado, inicio un riña que derivó en un pleito callejero. La dueña pidió a Veneno dejar el lugar y solucionar sus problemas con su amante, mientras viviera con éste seria mejor no se presentara el desgraciado por allí.


En casa, José y Veneno, discutieron excesivamente, el calor de la discusión rebasó los límites de la cordura, entre golpes y reclamos Veneno quedó muy lastimada. La golpiza con seguridad provocaría la muerte…


Aturdida por la actitud se acerca a una de las mesas, escucha atenta el final de un relato: “el desgraciado la golpeó con saña, como a un animal indefenso, pobre Veneno, ella…”. Entendía ahora la actitud de sus compañeras, clientes y demás presentes. Lástima, le tenían lástima por lo sucedido y por eso temían acercársele, esa fue su conclusión. Se negó a escuchar el final del relato, donde aquella compañera que tanto la estimaba profería su muerte, “…ella, mi querida Veneno, murió.”.


Desde esa noche y cada año, en la noche de día de muertos, ella deja sin maquillar sus ojos, entra a la sala haciendo su pequeño baile, ordena tequila, repite la misma situación de indiferencia y se complace pensando que le tienen lástima…

jueves, noviembre 01, 2007

Después…


Después de dos años fuera de la ciudad Ernesto regresa para encontrarse con una nueva realidad; Daniel ya no está, ha pasado un año desde su muerte y dos años, los mismos que Ernesto estuvo viajando, que su relación terminó. El clima de la ciudad es frío, un halo de color gris la envuelve, puede que se deba a la contaminación o las nubes que cubren el cielo y prometen una nevada muy fuerte. Es medio día y Ernesto espera en la estación del tren a Gustavo, ellos cuentan con ocho meses juntos, un pasado no manifiesto en su totalidad y un cúmulo de planes por cumplir.


Después de que Gustavo dejó la clínica de rehabilitación fue que conoció a Ernesto, ambos asistían a un grupo de ayuda para adictos en rehabilitación. Durante el tiempo libre compartido en las sesiones fue que comenzaron a entablar su relación, al principio una amistad que a ambos convenía para hacer mas ligera su carga, luego y sin darse cuenta compartieron más que sus soledades. Gustavo habló de la cuidad de la cual provenía, misma ciudad que fue el hogar de Ernesto hasta hace dos años, ese hecho estrechó su relación aún mas. Gustavo era el motivo por el cual Ernesto regresaba a la ciudad que lo vio crecer.

Después de un tiempo Gustavo debió regresar a la ciudad de origen, los negocios de la familia requerían de su presencia debido a la grave enfermedad que padecía su padre. Juntos, Ernesto y Gustavo, decidieron que era tiempo de regresar y comenzar su vida como pareja ya establecida en un lugar conocido por los dos. Tenían un pasado marcado en esta ciudad y el futuro que vislumbraban a su relación solo sería perfecto si aquí ocurría. No se discutió mucho, Gustavo regresó y un mes después Ernesto llegaría.

Después de hora y media de espera Gustavo recogió a Ernesto, excuso su retraso argumentando una junta importante para el negocio, en el camino al departamento que compartirían Ernesto recordó a Daniel, el recuerdo de la llamada donde le informaron de su muerte fue muy claro y cercano como si en ese mismo momento hubiera recibido tal llamada. No dejaría pasar mucho tiempo antes de ir a visitar a la familia de Daniel, fue lo que se dijo en silencio. Gustavo notó que la expresión del rostro de Ernesto se tornó un tanto triste. Inicio una pequeña conversación para enterarse de los motivos.

-Después de que lleguemos a casa tendré que regresar a la oficina, espero no te moleste. Así podrás descansar y desempacar todo.
-Está bien, en realidad si necesito descansar, son muchas emociones.
-¿Muchas emociones?, ¿se debe a alguna de ellas tu tristeza?
-Melancolía…
-Ya pasará, deja que te acostumbres, lo harás pronto. Ya antes habías vivido aquí…

Después de ver la reacción de Ernesto a sus preguntas, Gustavo pudo darse cuenta que lo mejor sería no presionar, en el tiempo juntos los problemas se debieron a su carácter posesivo y celos enfermizos. No quería perder a Ernesto por una tontería, lo que sea que haya pasado fue hace dos años, se reconfortó con ese pensamiento.

Después de una semana y ya instalado en la ciudad Ernesto visitó a los padres de Daniel, lo recibieron con el cariño que se recibe a un familiar cercano y querido, después de todo Ernesto y Daniel pasaron cinco años juntos. La madre de Daniel contó a Ernesto que la muerte de su hijo fue muy confusa, ellos aseguran que se trató de un homicidio pero la policía lo declaró suicidio. Refirió que Daniel estaba saliendo con una persona muy extraña, no le conocieron debido a que nunca quiso presentarse ante ellos, solo recordaba que Daniel lo describía como un ser solitario, pasional, entregado en extremo, muy celoso y posesivo. No era la única persona con la cual se veía, según la madre, Daniel no soportó la depresión por la separación y sostenía encuentros ocasionales con mas de uno, se vació y solo hasta que conoció a ese extraño personaje fue que dejo un poco la promiscuidad, y ella creía que aún después de conocerlo no respetaba su relación y continuaba teniendo encuentros sexuales con mas personas.

Después de pasar la tarde con la madre de Daniel, Ernesto tendría una cena en casa de los padres de Gustavo. La hora de despedirse había llegado, las emociones que Ernesto tuvo todo ese tiempo lo perturbaron, no creía lo que le contaron de Daniel, no era la persona que el conoció. Para él, Daniel era un ser amoroso, tierno, incapaz de suicidarse, amaba a la vida; no concebía a un Daniel triste y derrotado. El final de su relación no era excusa para que tratara de hundirse. Además era Daniel quien decidió terminarla, ese fue el motivo de que Ernesto dejara la ciudad. Nada correspondía y todo parecía un cuento surrealista. La señora irrumpió sus pensamientos:

-Después de que sepultamos a Daniel, limpiamos el departamento y encontramos una caja con tu nombre, dame un minuto y te la entrego.
-Bien, espero…

Después de que tuvo en sus manos aquella caja se despidió, salió a la calle y tomó un taxi. En el trayecto a la casa de los padres de Gustavo reflexionó sobre la muerte de Daniel. Las dudas de la familia lo contagiaron, Daniel no consumía drogas, no lo hacia con él y le molestaba en cantidad que él lo hiciera. Según el parte policíaco fue una sobredosis de heroína lo que le mató. Era imposible de creerlo para él. Recordó una noche en una bar donde él se drogó y Daniel lo descubrió haciéndolo, esa fue la última noche juntos, si ese hecho llevó a Daniel a terminar con él ¿cómo sería posible que Daniel consumiera drogas?...

Después de un rato en el taxi pide se detenga, está frente a un parque y prefiere calmarse antes de llegar a su cita con Gustavo. Sentado ya en una banca abre la caja con su nombre. Dentro encuentra un diario, en cuyas páginas centrales de puede leer:

después de la fiesta en casa de Caro lo conocí, yo no tenia ganas de llegar a mi departamento. El cansancio de estar solo me fastidia y que mejor que dar la vuelta. Ya me habían dicho que en la plaza central acudían mucho gay, por eso fui y cual fue mi sorpresa: lo conocí. No se cómo, pero animé, deje atrás mi timidez y ándale, que se sube al coche. Yo temblando como tonto, él se reía pero al mismo tiempo se mostró comprensivo, supe de inmediato que era el indicado. Ya llevamos dos meses Ernesto y yo, me encuentro muy feliz…”

después… eso me dice. No entiendo por que no me tiene confianza y le cuesta decirme que le pasa, entiendo que no le guste lo penetre. A veces me pregunto si habrá sido abusado, noto muchas cosas extrañas en su comportamiento y creo que está drogándose…”

después de los años que llevamos juntos, como cinco, no logro entenderlo. No quiero entenderlo sino comprenderlo, que es mas complicado. No se si soporte mas la situación, lo de las drogas llegó a mi límite…”


Después de leer esas líneas Ernesto estuvo seguro que no fue un suicido, la sobredosis alguien se la debió aplicar. El diario contenía más páginas posiblemente reveladoras, Ernesto continua la lectura.

Después de que Ernesto se fue he tratado de mitigar su ausencia, y no logro hacerlo. Ningún cuerpo me da el calor que él me daba. Extraño sus besos, su respiración, el olor de su cabello. Conocí a un tipo, bastante guapo, yo creo que me voy a dar oportunidad con él, no se si sea el tiempo. Ni creo reconocerlo, pero quiero salir de esto lo antes posible. El dolo me mata. Aunque debo confesar que tengo miedo de entablar una relación con él, es muy celoso, posesivo y creo que tiene el mismo problema que Ernesto, ¿qué hacer?...”

Después, después de un rato de leer el diario cae una fotografía que se encontraba dentro del mismo. La imagen es de una pareja, aparentemente feliz, Daniel y Gustavo…

Inmediatamente después, suena el teléfono celular:

-Diga…
-Ernesto, soy Gustavo, te estamos esperando, ¿dónde estás?, ¿vas a venir, verdad?
-Después…

martes, octubre 30, 2007

Sabiduría popular.



Yo: ¿Qué me voy a morir de tanto quererte?, que así sea…

…y te juro que aún después de muerto, si hay mas vida, te seguiré queriendo.


Ellos: ¡Ya estamos muertos, compadre!…


Todos: Ja, ja, ja.



[Todo pasa, y como dijo Insomnio en su blog: “De esta me levanto, a huevo.”]
Aprovechando el post para comenzar a celebrar Día de Muertos.

Tráfico e ideas.

Tarde de lunes, manejo por las calles de una ciudad que me parece desconocida; el ruido generado por el tráfico y las conversaciones de desconocidos se confunden con la canción tocada en el reproductor de discos del auto y juntos forman una única melodía. Siento las notas, son tristes, reflejan melancolía, desamor: mismas emociones que yo siento. Mis ojos se pierden en el gris del asfalto, copian su color, y como nubes que a punto de llover contienen las primeras gotas, éstos aguantan las primeras lágrimas de un llanto innecesario. La frase leída por la mañana, durante el desayuno, en un periódico local viene a mi memoria, “Leo: decepción de esa personita, recuerda que has sido tú quien la ha idealizado. Pronto llegará ese ser especial.”, una forzada sonrisa disfraza lo que debería ser una expresión de pesadumbre.

Los pendientes laborales, los quehaceres del hogar, los pagos por realizar, las llamadas a los amigos, el disfraz para celebrar día de muertos, el libro sin leer, el disco por comprar, la película por ver, la canción escuchada por la mañana, las noticias leídas, la sección de horóscopos…

Todas las ideas, todos los pendientes, lo olvidado; todo brota en mi memoria como un torbellino, se acompañan también de las ganas de olvidar, de dormir sin soñar, de amar. Todo es confusión y contradicción en mi cabeza. De pronto recuerdo que llevo en el bolsillo de mi chamarra una receta medica: ansiolíticos.

Días antes, que digo días, semanas antes de conocerle, los trastornos de sueño se habían ya convertido en fieles compañeros, así que visité al medico para que me prescribiera un medicamento que no pretendía tomar. No soy muy dado a consumir pastillas, les temo igual o más que a las inyecciones, y como además tengo la mala costumbre de investigar sus efectos colaterales, pues lo hago aun más complicado. Los ansiolíticos pueden causar adicción, según mi consulta en Internet, esa fue la causa para que decidiera no tomarlos. Solo quería dormir, no había nada que olvidar al contrario, y ese objetivo lo conseguí alejándome unos días del trabajo y el ajetreo de la ciudad, después regresé a mi rutina y el tema del mal dormir quedó atrás.

La idea de comprar los ansiolíticos resultaba muy atractiva ahora, la semana comenzaba y la noche anterior no concilié el sueño. La sensación de abandono clavada en mi pecho era mayor que mis intentos por dormir, y por otro lado mis ganas de dormir se veían disminuidas por el miedo a soñarle, a extrañarle también en ése estado que debiera ser de reposo. Decliné tal idea y continué conduciendo por una de las calles principales.

Mientras conducía con el torbellino en mi cabeza disminuyendo intensidad, mis ojos ya secos y un nuevo “CD” en el reproductor, un pensamiento* sobresalió del resto, fue como si de repente hubiese sido iluminado, el presente gozaba de una claridad jamás antes vista, esa idea cambió incluso mi estado de ánimo. Reí y giré el volante para tomar orientación hacia mi departamento. No compraría ninguna clase de pastillas pensé en el trayecto, ¿qué importaba haberme ilusionado?, si fue así, fue por que yo lo quise; para bien o para mal. Tenia razón el periódico: yo me ilusioné, pues bien, ni modo. Lo he hecho infinidad de veces, muy cierto y posiblemente es una locura. Pero ya no debía afectarme más…

*El pensamiento: “Ya lo sé. No entiendo de razones, ¿y qué esperaban?, si ya la he perdido”.

lunes, octubre 29, 2007

Negación

¿Por qué no es fácil negar el vacío en mi pecho?
¿Por qué no puedo olvidar que te invente?
¿Por qué me duele haber inventado el amor?
¿Por qué ahora la soledad cala en los huesos mucho mas que ayer?


No tengo respuestas, solo la negación.




Negar que esa noche te invente perfecto y por la mañana te soñé mío.
Negar que en la semana me negué a quererte.
Negar que mientras más negaba a mi corazón el derecho de quererte mas te quería.
Negar que esperé fueras quien me ayudara a no negarme a sentir.
Negarme a reconocer que fui yo quien te invento.
Negarme a aceptar que tú no fallaste, que fui yo quien en un arranque te adoro.
Negarme a aceptar que desde hace tiempo te siento en cuerpos de extraños, te veo en miradas esquivas, te amo en corazones ajenos.
Niego que un día de soledad hiriente inventé el amor



[Niego ser yo quien escribió lo anterior, un tanto o más como niego que aun me duele haber soñado tanto. Haber perdido un pedazo de mí por la necesidad de compartirlo…]

martes, octubre 23, 2007

El tragafuegos.

- Es un acto espectacular, ¿no crees?
- ¿Qué?
- El tragafuegos, míralo. Es increíble, no requiere más que líquido flamable para hacer un buen espectáculo...
- ¿Así te parece?...
- ¿No lo ves?
- Es sólo un vago…



El semáforo cambia a verde, la calle parece estar desierta, ya son más de las diez de la noche y van camino a casa. Él se mantiene en silencio, no estuvo de acuerdo con lo dicho por Aquel; por otro lado Aquel disimula su enfado con una sonrisa forzada pues lleva días molesto con Él. Vuelven a estar frente a un semáforo, el último antes de llegar a casa, la situación es la misma: ellos en silencio, las luces rojas del semáforo y un tragafuegos en pleno acto. Él fija su mirada nuevamente en el tragafuegos y ahora no hace ningún comentario, piensa para si: “¿cómo será la vida de un tragafuegos?, mejor que la mía supongo. Ya estoy cansado, Aquel no me entiende y seguro lo nuestro es tema terminado. Nunca pedí hiciera promesas que no pretendía cumplir. Si pedí algo fue compañía, aceptación. Se lo dije el día que nos conocimos, quiero al que en mis días mas oscuros aun esté a mi lado; solo quería una persona que me quisiera por como soy, bueno y malo. Era algo sencillo. ¿O será que las cosas sencillas son mas difíciles de darlas?, si pudiera cambiaria mi vida por la del tragafuegos”.

El cambio de luces le concede el avance, distraído por la mirada penetrante y transparente en el rostro del tragafuegos no percibe que un automóvil viene a toda velocidad. El impacto de los autos provoca la muerte inmediata a los pasajeros de ambos vehículos. Acuden a la escena las ambulancias y bomberos, Él se da cuenta de que suben los cuerpos que se encontraban en los autos pero ninguno es el suyo. Siente un escalofrío acompañado por el empujón de un bombero. Los autos a punto estallar debido al derrame del líquido flamable del tragafuegos. Él, despacio, se acerca a la ambulancia y puede ver un cuerpo usando sus ropas, el rostro le es familiar. Es el rostro del tragafuegos.

jueves, octubre 18, 2007

Intermedio 3.1 / [...el, ...la]

- ¿Lo recuerdas?
- Si.
- ¿De verdad?...
- Sí, ¿Porqué habría de mentirte?...
- Te creo…
- Anda, camina que debemos llegar…
- ¿Falta mucho?
- No.
- ¿Y si ya no está?...
- No ha pasado mucho tiempo…
- ¿Qué harás?...
- Borrarlo, al igual que quiero borrarte a ti de mi memoria…


[…el tiempo]



- ¿Lograste borrarme?
- No pude, es extraño…muy extraño. No sé quien eres, no te distingo en la oscuridad y a veces pienso que ni siquiera te he conocido. ¿Cómo borras lo que no ha existido?...

[…el vacío, la necedad, la necesidad]




- Sigo aquí, contigo…
- Lo sé…

[…mi cómplice, la soledad]

martes, octubre 16, 2007

Intermedio 3.0 / Aves Rojas

Aves rojas
bebieron mis lágrimas,
se embriagaron con el sabor
salado y amargo del dolor.

Volaron alto
celebrando,
riendo,
burlándose.

Mis ojos secos,
ya no hay nada que beber.
Abren mi pecho
y comen de mí.

Las aves rojas
ahora vuelan,
copulan,
mueren.

Del nido hecho
en mi pecho,
brotan aves;
aves de muchos colores.

viernes, octubre 12, 2007

APUNTES (DE UNA VIDA) EN KOMA.

Coma/Despertar. Año 2007.

Es un día lluvioso y yo me encuentro postrado en una cama de hospital, rodeado de algunos miembros de mi familia y un grupo de médicos. Logro escuchar a uno de los médicos diciendo que mi caso es un milagro, que debería estar muerto. En su afán de mostrarse como un excelente médico comenta a mi familia que no se explica como pude estar tanto tiempo en coma, diez años para ser exactos, debí haber muerto el día en que ingrese al hospital, según él, pues además del alto grado de intoxicación por antidepresivos y el alcohol ingerido, mi estado físico no era el más adecuado, pues presentaba un cuadro nada alentador, tenia heridas múltiples en mi cuerpo y por tanto en mi estado sería mas difícil la recuperación.

La explicación médica comenzaba a ser muy cruda, mi familia se escuchaba ya alterada, así que mi hermano le pidió siguiera con su explicación después y por favor saliera de la habitación ya que ellos querían estar a solas conmigo. Mientras, yo escuchaba sin atención la lluvia a través de la ventana, para mi el tiempo que mencionaban estuve en coma no me parecía tan largo y no daba crédito a lo que escuchaba, yo despertaba de un sueño de una sola noche, la anterior; cerré mis ojos con mas fuerza, si yo tenia razón estaba en aprietos y no planeaba enfrentar a mi familia en esos momentos, no quería contarles lo sucedido.

Aunado al temor de enfrentar a mi familia, tenia el de verme al espejo, ver mi cuerpo viejo y acabado después de tanto tiempo. Yo me recordaba un ser afortunado, poseedor de especial belleza a pesar de los cambios en mi cuerpo, y lo sucedido la noche en que llegué al hospital no era una situación que me enorgulleciera. El ruido de la lluvia fue más intenso, mi madre advirtió a mi hermano del peligro de manejar con ese clima en carretera, éste contesto que quizá deberían regresar al siguiente día y dejarme descansar, decidieron esperar en la cafetería del hospital a que cesara la lluvia un poco y marcharse. Me sentí aliviado con lo escuchado. Ahora tenia tiempo suficiente para inventar una historia diferente y convincente sobre lo que pasó aquella noche y evitar la cárcel, así lo haría…

Aquel día…

Aquel día, aquella nefasta noche. La noche en que lo maté, perdí la cordura, fui pasional y solo me preocupé por vengarme. A la mañana siguiente desperté en el hospital y mi escenario había empeorado más. Ahora era un asesino y correspondía afrontar mis actos. A pesar de tal escenario me sentía satisfecho, el imbécil con seguridad se encontraba seis metros bajo tierra e indudablemente sufriendo igual o mas que yo. No importaba nada, el fin justifica los medios, me dije.

Habían pasado algunos días después de que me dejó, y su ropa, libros, discos y muchas otras cosas permanecían en el departamento que compartíamos. Me aviso muy atento el cabrón que pasaría a recogerlas y quería saber si estaría ahí pues no encontrase conmigo y tener una discusión más sin sentido. Le mentí diciendo que no estaría, que iría a donde unos amigos y que podría pasar sin ningún temor. Que yo ya lo había dejado atrás y entendido que lo nuestro se acabó. No podría haberse terminado jamás, yo estaba enfurecido, lleno de odio. Había dado en esa relación y el papel de perdedor nunca me gustó.

Esa noche me vestí con mis mejores ropas, use el perfume que tanto le gustaba, encendí unas velas en la sala y la recamara, puse en el reproductor de discos a Chavela Vargas, Paloma Negra era su canción favorita. Enfrié una botella de vino tinto y decore la mesa del comedor como si tuviera cena para dos. Saqué una botella de tequila y me bebí un trago, necesitaba valor. Esperé pocos minutos y de pronto escuché que apagaron el motor de un auto, me asomé por la ventana y confirmé que era él, afortunadamente venía solo.

Toco a la puerta, antes de abrir encendí el reproductor y puse como fondo, del acto que estaba a punto de cometer, la canción de Paloma Negra; no le daría tiempo de explicaciones, dispararía de inmediato. Pondría su cuerpo recostado en su sofá preferido y me bebería el tequila, el tinto y unas cuantas pastillas. Moriríamos juntos como debía ser, como lo prometió en los tiempos de su falso amor.

Al abrir la puerta notó mi nerviosismo y se dio cuenta que tenía una pistola en mi mano. Me empujó, forcejeamos, por unos momentos no supimos que pasó con la pistola y peleamos a puños. Me golpeó muy fuerte, brutalmente, me insultó, tomó la pistola y me amenazó de muerte, reí a eso, quería morirme. No disparó, con su indiferencia hizo que mi odio creciera y como pude tomé un cuchillo de la mesa, corrí hacia él y el cuchillo terminó en su abdomen, murió en mis manos. Escuché con frialdad el disco completo, bebí el tequila, el vino, tome las pastillas…

¡No soy tu puta!

No soportaba verme al espejo, él había hecho un monstruo de mí, la imagen que suplantaba la de un hombre joven era la de una mujer maltratada, humillada. Qué digo mujer, ni siquiera a eso llegaba. Odiaba en lo que me había convertido y más le odiaba a él. Ya ni siquiera me tocaba, en su mirada solo veía repulsión hacia mi, en ocasiones decía que seguía siendo bella, ni siquiera bello, le daba miedo mencionar que alguna vez fui hombre. Que fui su hombre y fornicamos como tales.

Cuando aún conservaba mis caracteres masculinos era mas frecuente el sexo entre nosotros, gozábamos los dos con nuestros miembros, no hubo problemas en la alcoba si no hasta que entró a trabajar a ese estúpido lugar. En ese burdel estuvo mas en contacto con las mujeres, al principio no me afectó en lo absoluto, ni siquiera sentía celos, yo estaba seguro de su homosexualidad y pensar que tratara de tener relaciones con una prostituta me provocaba risa. No había un ser mas gay que él, eso me decía yo mismo. Pero, el pero de la vida, no siempre es lo que vemos, las personas nos tienen reservadas excelentes sorpresas.

Un día llego con cierta novedad, es información de una clínica donde te cambiaban el sexo, me dijo. Me burlé de él, no creí que estar tanto entre mujeres te convenciera de querer ser una, le dije en tono sarcástico. No es para mí, es para ti amor. Esa frase quitó toda sonrisa de mi rostro, esa noche discutimos sin llegar a ningún acuerdo. Habló del bien que le haría a lo nuestro, que él tenía algunos ahorros, repitió al cansancio su devoción y amor por mí, era una prueba, una mas, de mi amor por él.

No recuerdo como fue que me convenció pero al paso de los días yo tenía programada una operación para cambiar de sexo. Maldita la hora en que acepté y maldita la hora en que nos conocimos. Poco tiempo pasó y me vi en el espejo, abandonado, con un cuerpo que resultaba una imitación barata, una ofensa a las mujeres. Cambié para que el imbécil terminara por dejarme, por decirme que siguiera sin él, que encontraría al indicado, que no lo acosara más. Me cambió por otra puta. Se sintió machito y me dejó, que absurda es la vida. El regresaría a mi, eso era innegable, pero yo no sería más su puta. En efecto, me busco, mas no para regresar, le importaba recuperar sus pertenecías. Accedí a su visita al departamento compartido, lloré, planeé vengarme, me dije: ¡No soy tu puta!…

Noches sin dormir.

A nuestro primer encuentro le siguieron varios mas, varias noches las pasé sin dormir, contemplándolo, amándolo. Para ese entonces yo mismo ya me había convencido de que las historias de amor efectivamente si tienen finales felices. La mía tenía ya uno por escribirse. La relación fue perfecta, dos amantes viviendo un idilio amoroso, tardes de café y libros mal leídos, noches de pasión, días enteros pensándolo, poemas robados y dedicados junto con flores. Y una desesperante espera para el siguiente paso.

Después de un tiempo llegó el día, el gran día, me habló para decirme que me vistiera elegante y usara el perfume que me regaló en nuestro primer “San Valentín”. Mis sospechas seguro resultarían ciertas y en horas yo me hallaría frente a la proposición de vivir juntos. Así fue, en una atmósfera llena de romanticismo, su departamento decorado con velas aromáticas, una mesa puesta para dos, el disco de Chavela Vargas tocado por su reproductor de discos, el amor reflejado en sus ojos, mis piernas temblando, las manos me sudaron, el corazón agitado de emoción y al son de Paloma Negra me pidió me mudara a vivir con él, acepté de inmediato. No hacia falta ir por mis cosas el me regalaría nuevas prendas y cualquier cosa que necesitara.

Estando viviendo juntos poco nos duró el gusto y al pasar de los días no resultó lo planeado. Fue despedido de su trabajo, él hacia la predicción de los horóscopos en un programa de radio, y no sabía hacer nada más. Yo seguía estudiando, tuve que dejar la escuela y ayudar en la casa. Trabajé de cajero en un centro comercial y él de seguridad. El gerente de dio cuenta de nuestra relación y lo despidió. Las relaciones entre el personal no son bien vistas en empresas corporativas, esa fue la causa del despido. Un amigo le consiguió poco después un trabajo como seguridad en un burdel…

Cuando conocí el amor.

La historias de amor nunca tienen finales felices, eso le dije el día en que lo conocí. Él aseguro lo contrario, incluso apostó a que él podría darme un final feliz. Conversamos durante tres horas sentados frente a la barra de un bar gay, él siendo mayor que yo dirigía la conversación, se notaba su experiencia en el tema y por mi actitud pudo bien darse de que aún era virgen y no solo en las relaciones personales estrechas (noviazgos) sino que también sexualmente. Mencionó que alguna vez se dedicó a leer las cartas, que incluso podría leerme la mano si lo deseaba, yo temeroso le contesté que no creía en eso pero que respetaba sus ideas. Me convenció de dejarme leer la mano, no hicieron falta muchos argumentos, mi gran curiosidad fue la que me hizo aceptar.

“Tu línea de la vida es muy corta, posiblemente sufras algún accidente; tienes dividida la línea del amor, eso quiere decir que encontraras al amor de tu vida, serán separados por algunos malentendidos pero terminarán juntos, morirán juntos. Mira, la línea del éxito en cambio es muy larga, serás rico, eso es seguro y…”

Creí todas y cada una de sus palabras, mucho más que los mandamientos que escuchaba todos los domingos en la iglesia. Había algo en su mirada que no me hacia desconfiar, posiblemente la firmeza en sus ojos o la seguridad con la que dijo todas esas frases. No importaba. Yo me estaba enamorando. Lo escuche hablar de su vida, su familia, su trabajo, amigos, y él me escucho hablar de lo mismo. El bar estaba por cerrar y surgió la invitación a su habitación, no era de la ciudad al igual que yo, y acepté acompañarlo. Ese fin de semana había mentido a mis padres y dicho que tenía mucha tarea pendiente que no podía irme el viernes como siempre sino hasta el sábado. Como en la terapia con el psiquiatra me estaba yendo bien, aceptaron y me creyeron. En la conversación en el taxi camino al hotel nos dimos cuenta que nuestros lugares de origen estaban a solo minutos de distancia, hicimos cita para la siguiente noche pero nos veríamos en su pueblo.

Esa noche en el hotel perdí mi virginidad, me entregué por primera vez a los brazos de un hombre, me sentí amado, deseado y que gozaban de mí, así como yo lo hacía con él y también conmigo. No pude dormir, me dediqué a contemplarlo, no podía creer lo que me estaba pasando; era yo quien se encontraba en un cuarto de hotel acompañado de un hombre. Goce con la imagen de mi familia enterándose de esto. Luego me sentí culpable, yo no era tan cínico ni tal malo como para provocarles ese dolor. Estuve mucho tiempo reprimido por ellos, pero ahora me encontraba donde muchas noches antes me soñaba. Vivía una felicidad envidiable y lo mejor: podía tocarlo y comprobarlo. Fue cuando conocí el amor…

“El látigo” y las muchachas.

El “látigo” era un personaje muy importante en mis días de juventud, a él le aprendí mucho de lo que después me ayudaría a relacionarme con los demás. Aparentaba ser un don nadie, rudo, sin modales y hasta un poco salvaje, pero en el fondo era muy bueno, para mí como un hermano mayor. A “el látigo” lo conocí recién llegado a la ciudad, vivía en uno de los departamentos de la misma vecindad en la que yo viviría, el resto de los cuartos estaba ocupados por “mujeres estudiantes”, la verdad es que eran prostitutas y “el látigo” su padrote, quien las cuidaba y llevaba en orden sus negocios, les conseguía la droga y quitaba de encima a clientes molestos. No supe jamás como fue que mis padres me dejaron vivir ahí, seguro que con tantas mujeres pensaron en que me haría machito, -ja.

“El látigo” se convirtió rápidamente en mi mejor amigo, bromeábamos con toda libertad con las muchachas y una que otra se ofrecía a acostarse conmigo. Un día pregunté por el sobrenombre de “el látigo” y solo rieron señalando su entrepierna, desde entonces me obsesioné con la imagen de “el látigo” desnudo. Me reprimía frente a “el látigo” pues era mi amigo y si notaba mis miradas seguro tendría problemas. En el pasado ya había tendido problemas por una situación similar. Era un niño y prometidamente le metí la mano aún tercero donde no se debe. Menuda regañada la que me dieron, valió la pena.

Con “el látigo” la confianza era mucha y si quería podría pedirle un poco de droga, para probar, eso me decía. Yo no lo tenía en mis planes pero un día prometí a mis amigos que “el látigo” no conseguiría un poco de hierba, fue por el problema de la aceptación de los adolescentes y me quise ver aventado con mis amigos. Ése día llegó y después de todas las advertencias que mi buen amigo y hermano me propinó, avisé a mis amigos que llevaría la marihuana esa tarde, pues nos veríamos en casa de F para discutir un tarea de la clase de literatura.

Mi plan estaba hecho con anticipación, me presentaría a discutir la tarea, me drogaría y esa noche saldría a buscar un acostón, ya estaba muy cansado de las burlas sobre mi virginidad y de andar con chavitas solo por aparentar. Estaba cansado de aparentar ser lo que no era y con el pretexto de que la hierba me ayudaría a romper mis límites –impuestos por mí- esa noche bien podría arriesgarme. El plan consistía en irme de casa de F a un bar gay, no tenía la edad pero por mi apariencia no era problema. Era mi noche, tendría sexo y si llegaba a tener suerte encontraría al hombre de mis sueños…

Las habichuelas dijeron que no.

Lo conocí en un antro gay en 1997, él era solo dos años mayor que yo, y yo tenia diecisiete años. No era edad permitida para entrar a los antros pero aparentaba ser mayor por la barba en mi rostro. Ese día yo me encontraba un poco drogado, ya que antes de decidir ir al antro estuve fumando marihuana con unos amigos, nos encontrábamos en casa de uno de ellos discutiendo un ensayo que debimos escribir para la clase de literatura sobre una de las tragedias griegas; el homicidio cometido por Medea sobre sus hijos. La discusión se puso muy loca y hubo quien la comparó con el mito de “la Llorona”, todos reímos un largo rato y yo decidí abandonarlos para ir a seguir la fiesta.

Estaba cansado de reuniones heterosexuales y necesitaba dar rienda a mis impulsos sodomitas. El tipo en la entrada del bar dudo un rato en dejarme pero como era viernes, y los viernes no acude mucha gente, me dio el pase. Ya dentro del bar me senté en uno de los bancos de la barra y ahí me arribó él. Él inició la conversación, el coqueteo y el juego de la seducción, yo solamente accedí. Habló del poder de las cartas, tarot, de la adivinación, de la energía cósmica, del destino y de unas habichuelas mágicas; del cómo las habichuelas le habían avisado que ese día encontraría al a persona indicada.

Todo lo creí, me enamoré y me puse a sus pies. No le costó trabajo convencerme de que lo acompañara a su hotel y pasáramos la noche juntos. En la mañana nos despedimos como dos enamorados que disfrutaban de sus cuerpos desde hacia mucho tiempo, no dijimos adiós, sino que planeamos vernos la noche de ese mismo día. Vivíamos cerca, no en la ciudad, en nuestros pueblos de origen. Por la tarde marqué a su celular y una grabación contestó diciendo que no se encontraba disponible o estaba fuera del área de servicio, le envié un mensaje de texto el cual si contestó. Me decía que lo nuestro no podía seguir, que siguiera mi vida sin él, que encontraría al indicado; entre tantas otras cosas y que las habichuelas habían dicho que no…


¡No eres mi hijo!

Robé el auto de mis padres, él no iba a dejarme, no a mí. El día siguiente perdería mucho por mi arranque y no medí las consecuencias, por la noche solo pensaba en que si no actuaba de acuerdo a mis impulsos perdería el amor ya encontrado. Al menos yo merecía una explicación, no me bastaba con su estúpida justificación de lo que las habichuelas le dijeron. Que tonto es uno. Así que la noche en que decidió terminar lo nuestro la pase muy mal, no pude dormir, estuve bebiendo tequila y entre mi inconciencia se me ocurrió el ir a buscarlo, caerle de sorpresa la siguiente mañana para decirle que nuestro futuro no podría depender de unas habichuelas, yo lo amaba, no era un obsesión, aunque el tiempo fuera corto, una noche, nunca antes había entregado mi corazón con tal intensidad.

Dejé de tomar tequila mientras esperaba amaneciera, aproveché el tiempo para pensar lo que le diría y como lo convencería de volver. Llegó la mañana, fui a la cocina por las llaves del auto de mamá, siempre se quedaba afuera era viejo y no había espacio para él en la cochera, regresé a mi cuarto por mi mochila, revisé su contenido, todo en orden. Aún no despertaban, lo que hacia más fácil mi escape en el auto, arranque el motor y me lance al encuentro con mi entonces único y verdadero amor.

El camino fue muy corto, le mandé mensaje a su celular para avisarle que estaba de visita en su pueblo, no lo contestó. Le marqué y con voz fría me dijo que no podría atenderme, nuevamente me dijo que no quería saber nada de mi, que lo nuestro había terminado y que lo mejor que podía hacer era dejarlo en paz o enteraría a mi familia de mi acoso. No lo creí capaz. Y a los pocos minutos recibí una llamada de mi casa, era mi padre, exigiéndome regresar en ese instante con el auto, amenazándome con golpearme por mi atrevimiento, y diciendo que ya estaban enterados de lo había hecho, él se los dijo todo o al menos era lo que yo creí, para mi todo era confuso. La cabeza se me lleno de ideas locas, no presté atención a lo me que decía mi papá por el teléfono, lo último que le escuché por el teléfono: ¡No eres mi hijo!

Manejé muy alterado por las amenazas de mi padre y hundido en la depresión por la traición de ese idiota, paré en el camino para tomarme de tajo un frasco repleto de pastillas antidepresivas, las tragué con tequila. Reanudé la marcha y en el camino imaginé como habría sido mi vida con él. Al llegar al pueblo el sonido de una llamada en mi celular me distrajo, una camioneta se atravesó…

Las malas noticias.

Avisaron a mi familia del accidente.
El parte medico señalaba intoxicación por antidepresivos y bebidas alcohólicas, además de los traumatismos causados por el choque.
Las palabras que escuchó mi familia reunida: el joven cayó en “Koma”…