lunes, septiembre 10, 2007

Imaginé tu muerte… (Parte I)


I


Encontraron rastros de ti en una de las palmas de mi mano, se encontraban aun frescas, eran gotas de sangre. Gotas de un color rojo vivo, de hermosura envidiable, provenientes solamente de alguien que debe amar en demasía, o debió hacerlo (supongo ya sabes que estas muerto). Solamente en mi mano hubo huellas de ti. Pues el único órgano en mí, el único testigo que podría delatarme como tu asesino ya no se encontraba en mi cuerpo, fue extirpado. Yo lo hice. Me arranque el corazón, lo saque de mi caja toráxica la tarde en que fui a buscarte a tu casa y antes de verte lo tiré al abismo, unos después del día en que me saque los ojos para no verte mas, el día de mi visita al infierno, lo recuerdas? Ese día te envié unas flores con olor a putrefacción y una nota en la que te citaba en mi casa, te quería entregar los restos que guardaba de ti, pero no acudiste, no lo hiciste, ya estabas muerto. Toqué la puerta, toqué muchas veces sin obtener respuesta, el olor que salía de debajo de la puerta me recordó las flores que yo mismo te había enviado, aunque me alertó que algo estaba pasando el hecho de que el olor era mucho mas fuerte, mas fétido, olor a muerte. De inmediato te supuse muerto, me imagine tu muerte y la gocé por un rato, luego quise verte tirado en tu cama, desangrado, bañado en lagrimas, tus ojos secos y con el rostro sin expresividad. Grite de rabia y a patadas tire la puerta, cómo te vería si días antes arrojé mis ojos a las llamas del infierno. Me odie y te odie más a ti por haberme negado disfrutar de tu muerte. Luego vino la calma, encontrándome mas tranquilo acaricié tu cuerpo, sentí tu muerte, del hueco donde antes estuvieron mis ojos salieron una gotas de sangre que fueron directo a tu pecho. Con la claridad que había en mi cabeza pensé que si la policía encontraba esas gotas me acusarían de tu homicidio, tú no suicidaste, eso lo tengo muy claro, eras un cobarde, así que tratar de limpiarlas me di cuenta que mi sangre te daba vida, que el lugar donde cayeron las primeras gotas se encontraba ya incorrupto, sin huella de muerte. Extrañamente seguía circulando en mi cuerpo amor por ti y aún mas extraño ese amor te revivía. Así fue que decidí regalarte nuevamente mi vida, pero ahora te regalaría la vida que llevé cuando me hiciste sentir como si estuviera muero. Antes de hacer una herida en mi pecho que me desangre, envenenaría mi sangre, pero no. Decidí algo mejor, sacarte el corazón y quedármelo yo, tendrías vida, una nueva vida, pero sin corazón. Ya no amarías a nadie más, no lo amarías más a él, a tu asesino. Vivirías solo para sufrir. Hice una herida en tu pecho que me permitiera sacarte el corazón y luego otra igual en el mió, mientras me desangraba puse tu corazón en mi pecho y me recosté sobre ti. Te bañe de mi sangre, tendrías vida, eso supuse…

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